VENGAN TODOS A MÍ, LOS QUE ESTAN CANSADOS
Dice Jesús en el Evangelio: “Vengan a Mí todos los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.
No sé cuál será tu situación ahora. En algunos países -como el mío- estamos terminando el año, no sólo el del calendario sino también cerrando todas las actividades. Y al típico ajetreo de estas fechas se suma el peso de los meses que llevamos de encierro y pandemia, que según dicen afecta a las personas más de lo que podría parecer. Por eso es normal que mucha gente esté cansada, harta, con ganas de que se acaben muchas cosas, en especial respecto a la pandemia: el encierro, el trabajo… que lleguen las vacaciones para poder cambiar de aire.
En ese caso nos podría venir muy bien este evangelio en el que Jesús dice: “Vengan a Mí, todos los que están cansados y agobiados”. Curiosamente, a continuación, nos dice ¡que tomemos su yugo! Parece contradictorio que alguien que te quiere aliviar te ponga encima un yugo. Sin embargo, es lo que Jesús nos dice. -Que alguien que te quiere aliviar, te ponga encima un yugo parece bastante contradictorio- más sin embargo es Jesús quien nos lo dice.
UN SANTO LLENO DE AMOR Y HUMILDAD
Hoy celebramos en la Iglesia al Indio Juan Diego, cuya historia tiene que ver con el tema que queremos hablar con el Señor en la oración: del agobio y del alivio. Porque resulta que este indiecito es a quien eligió la Virgen para aparecérsele encomendarle que pidiera al Obispo que en aquel lugar se construyera una basílica en su honor, donde podría ir la gente a buscar consuelo y a presentar a nuestra Madre sus penas.
Fue al indio Juan Diego en el s. XV que se le aparece nuestra Madre y le da este encargo de ir a hablar con el Obispo, cosa que a él le costaba bastante. En aquellos diálogos tan lindos que quedaron recogidos entre la Virgen y Juan Diego se tratan con mucho cariño. Y se nota la devoción y el respeto que el indio tiene por la Virgen, sin embargo, también tiene miedo y le dice: Yo no soy nadie, manda a otro como mensajero, alguien que tenga más títulos, que sea más importante. Nuestra Madre le insiste en que tenía que ser él y Juan Diego va, obediente y dócil…
No obstante, en una ocasión se quiso escapar de la cita que tenía con la Virgen para contarle a ella cómo le había ido con el Obispo y seguir con las tratativas para la edificación de su “casita sagrada”.
El motivo era que tenía una preocupación que le quitaba la paz: El tío de Juan Diego estaba gravemente enfermo y él quería buscar un sacerdote que lo atendiera. Y nuestra Madre le sale al paso, lo llama con mucho cariño, le habla de la preocupación que él tenía y para darle la paz que le faltaba y para encausarlo otra vez en su misión le dijo:
“ESCUCHA, PONLO EN TU CORAZÓN, HIJO MIO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTO”, LO QUE TE AFLIGIÓ; QUE NO SE PERTURBE TÚ ROSTRO, TÚ CORAZÓN; NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA. ¿NO ESTOY AQUÍ YO, QUE SOY TU MADRE? ¿LUEGO NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO? ¿NO SOY YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA? ¿NO ESTAS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA?
QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; QUE NO TE APRIETE CON PENA LA ENFERMEDAD DE TU TÍO, PORQUE DE ELLA NO MORIRÁ POR AHORA. TEN POR CIERTO QUE YA ESTÁ BUENO”.
Así alivió la Virgen al indio y lo mandó también a buscar allí cerca -en un pequeño cerro- las flores que serían la prueba para el Obispo de que Juan Diego no se estaba inventando lo que decía, sino que se trataba de un mensaje de la Madre de Dios. Porque era invierno y en aquella tierra no crecían flores, por eso hubiera sido un signo que apareciera con ellas.
Sin embargo, al llevar las flores al obispo envueltas en su tilma, cuando las mostró apareció impresa en esa especie de poncho la imagen milagrosa de la Virgen de Guadalupe que ahora se venera. La Virgen tuvo ese gesto y la basílica se edificó y allí incontables personas han ido y van a buscar consuelo, el cariño de una Madre, a honrarla…
Vengan a Mí todos los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré. Si estamos cansados y agobiados y el Señor nos dice: carguen mi yugo, que es ligero. ¿Qué tenemos que hacer? Como Juan Diego: no tanto escapar a nuestras obligaciones, a lo que nos pesa, sino ver si estamos llevando el yugo que es de Cristo. Y ¿cómo sabremos si las cargas que llevamos son el yugo de Jesús que es suave, amable y alivia?
TRES PUNTOS PARA ENCONTRAR LA PAZ
Hay tres puntos que nos pueden ayudar a identificar el yugo de Cristo…que hará que tengamos paz:
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RECTITUD DE INTENCIÓN:
En lo que hacemos… Si buscamos en los trabajos en las cosas que nos pesan, discernir sobre cuál es su voluntad, lo que le da gloria a Dios, lo que podemos hacer con Él y para Él. El yugo de Jesús era siempre el cumplimiento de la voluntad de su Padre, y Él lo llevó con alegría y con paz.
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LOS MEDIOS:
Si, para llevar adelante las cosas que nos pueden pesar; que puede ser una misión apostólica, o las ocupaciones diarias como sacar adelante la familia, o luchar contra nuestras miserias, las cosas que vemos que deberíamos cambiar -ahora que estamos en el Adviento y querríamos mejorar para recibir al Señor-… Los medios: si contamos con el Señor. Si no estamos apoyándonos exclusiva o principalmente con nuestras fuerzas. Ciertamente habrá que poner empeño, pero ¡Le pedimos ayuda al Señor? ¿Dejamos que sea su yugo, porque lo dejamos que ponga el hombro también?
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EL ABANDONO:
Aquellas cosas que no dependen de nosotros: los resultados, situaciones que no podemos controlar… confiar. Confiar en el Señor que de todo puede sacar bienes.
ENCONTRAMOS LA ALEGRÍA EN EL CORZÓN DE JESÚS
Así no perderemos la paz, no tendremos ese peso en el ánimo que nos puede quitar la alegría, que nos puede llenar de ansiedad, Vengan a Mí todos los que están cansados y agobiados. Vamos a ir a Jesús. Señor, vamos a Vos. Y vamos a ir por el atajo, que es María. Que siempre nos acoge en su manto, como le decía al indio Juan Diego, y nos cuida. Estaremos alegres, serenos, y podremos llevar también esa alegría a los demás.
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