Hoy celebramos la memoria de un gran santo, del medioevo: San Bernardo de Claraval. San Bernardo es un monje muy conocido, sobretodo por dos cosas (por muchas cosas realmente) por esa vida de piedad, en esa vida bastante austera que vivió y que, seguramente, en gran medida le permitió tener tantos frutos apostólicos, tantos frutos espirituales.
En primer lugar, para él mismo, es santo; luego, para todos aquellos monjes con los que vivió en ese Monasterio del Císter donde vivió y que tuvo luego que dejar para ir a fundar el Monasterio de Claraval y así otras tantas fundaciones.
Así pues San Bernardo, nos sorprende por ese celo apostólico, en ese querer ganar almas para Dios, pero en una vida de claustro, metido en un monasterio y que, al mismo tiempo, es como un gran pulmón para la Iglesia.
Esa es la belleza de esa vida religiosa y el Señor aprovechó. Aprovechamos los que estamos haciendo este rato de oración, estos 10 minutos contigo Jesús, para rezar por las vocaciones religiosas en toda la Iglesia que son esa joya preciosa donde Tú resplandeces y que adorna a Tu Iglesia y que hacen que la Iglesia sea Santa y, desde luego, todos tenemos que vivir esa vida santa y tirar de la Iglesia para arriba, es lo que nos muestra San Bernardo.
Por ejemplo, se cuenta que San Bernardo, cuando tenía 23 años, ingresó como novicio a la orden del Císter y le acompañaron cuatro hermanos suyos y no contento con esto, hizo que más adelante su padre ingresara a la misma orden del Císter. Una orden con una regla bastante fuerte, con una ética muy rigurosa.
JESÚS EN PRIMER LUGAR
Pues es lo que nos muestra San Bernardo de Claraval y, en este día en el que lo recordamos, pues Señor nosotros también queremos renovar nuestro afán de ser santos. En verdad, Señor, queremos ser santos y que no nos acostumbremos a esto, a vivir una vida de mínimos, contentarnos únicamente con ir a la misa o de rezar de vez en cuando, “es que no tuve tiempo y sí, es que estaba ocupado, estaba ocupada…” y que Señor te quedes Tú en un segundo lugar, no queremos que estés en un segundo lugar.
Queremos que Tú Jesús estés en primer lugar, que reines en todas las circunstancias de la vida ordinaria, en todos los ambientes, en nuestras casas, en nuestros colegios, universidades, en nuestros trabajos, en el bus (aquí en Lima le decimos la Combi, en otros sitios le llaman el colectivo).
El Evangelio de hoy, San Mateo, nos dice:
“En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: en verdad os digo que difícilmente entrará un rico en el Reino de los Cielos. Lo repito, más fácil es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los Cielos”.
(Mt 19, 23-24)
MÁS FÁCIL A UN CAMELLO PASAR POR EL OJO DE UNA AGUJA
A mí cada vez que veo este pasaje del Evangelio, al leer esas palabras Tuyas Señor, me da un poco de temor, porque son palabras fuertes. Gracias a Ti no soy rico, con lo cual no me afectaría, pero nos afecta a todos Señor porque por nuestras propias fuerzas no podemos llegar al Cielo, necesitamos de Ti, pero a primera vista parece que los ricos tienen cerradas las puertas del Cielo.
“Difícilmente entrará un rico en el Reino de los Cielos”.
¿Qué nos estás diciendo Jesús? ¿Qué es un rico? Pues no es solamente una persona que tiene mucho dinero, que tiene su cuenta bancaria llena, que tiene muchas propiedades, que se viste de marca… sino que lo que Tú nos estás diciendo aquí, se me ocurre Señor, es que el rico es aquel que su corazón está lleno, embotado de las cosas del mundo, justamente de su dinero, de su oro, de sus dólares, de sus pesos, de sus soles… Y por eso difícilmente podrá entrar por la puerta angosta.
Aquí está la imagen que nos muestras porque llegar al Cielo no es fácil, porque hay muchas dificultades. San Bernardo encontró muchas dificultades en un tiempo muy duro, un tiempo por el que la Iglesia pasaba, durísimo. Incluso, es una época en la que había un anti-Papa, había un momento de inestabilidad en la Iglesia.
CUANDO TENEMOS EL CORAZÓN EMBOTADO
Nosotros también podemos pasar por momentos duros y, en efecto, cuando el corazón está embotado, lleno, pesado de cosas: de mi dinero, de mi carro, de mi ropa de marca o, incluso, cosas muy lícitas como pueden ser las preocupaciones económicas: ¿Cómo voy a llegar a fin de mes? ¿Cómo voy a pagar el colegio de los chicos, la universidad? O que necesito comprarme esto, pero no tengo dinero.
Por ejemplo, pensemos en tanta gente que cada día no sabe qué va a comer y son preocupaciones lícitas… y no únicamente hablemos del dinero, sino también hablemos de esas otras cosas que pueden llenar nuestro corazón y distraerlo de Ti Señor, como la sensualidad. Hoy nos bombardean con una carga de sensualidad muy grande y es muy fácil caer en esto o es muy fácil acostumbrarnos a una serie de comportamientos.
¿Cuántas veces uno quiere ver una película, una serie o una noticia? Y siempre encontramos contenido sexual que te ofende Señor, que nos ofende a nosotros en nuestra dignidad y el corazón de muchas personas, como el nuestro, se puede llenar de esto.
NO HAY IMPOSIBLES PARA DIOS
¿Qué decir de la soberbia, de nuestro orgullo, de nuestra vanidad, de la murmuración?… pues no únicamente los ricos, sino pues a ti y a mí se nos puede llenar el corazón de todas esas cosas y puede parecer que es imposible, pero acuérdate de lo que dice el Señor, lo que dice en el Evangelio de hoy. Lo repito:
“Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entrar en el Reino de los Cielos y entonces los discípulos le preguntan: ¿quién puede salvarse? Jesús les dijo: es imposible para los hombres, pero Dios lo puede todo”.
(Mt 19, 23-26)
Que bonitas palabras las tuyas Señor, porque al terminar este rato de oración, no nos vamos como los apóstoles sorprendidos: Ah, ¡qué difícil! Que imposible, ¡no! Imposible para nosotros, pero para Ti Señor no es imposible.
A pesar de todas esas dificultades de que mi corazón se pueda llenar de la soberbia, de la sensualidad, del dinero… Tú puedes más, Tú puedes curarlo, Tú puedes sanarlo, Tú puedes cuidarlo de que no se llene de todos esos enemigos y así Señor, llegaremos a ser enteramente tuyos, enteramente de Dios, enteramente santos.
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