Oh Dios que has suscitado en la Iglesia a San Josemaría sacerdote, para proclamar la vocación universal a la santidad y al apostolado.
Eso dice la Iglesia en la oración colecta de la Misa de San Josemaría, y esto es lo que celebramos hoy: el nacimiento de una persona santa que nos ha impulsado, como un padre, a emprender el camino de la santidad y el apostolado, y nos sigue ayudando desde el cielo.
Se dice que por donde pasan los santos, Dios pasa con ellos, y el rastro se nota, porque la santidad genera más santidad. Es lo que verificamos en la vida de San Josemaría, porque ha sido una verdadera explosión de santidad a su alrededor.
Dos personas ya ratificadas por los procesos de la misma iglesia (los Beatos Álvaro del Portillo y Guadalupe Ortiz de Landázuri) y luego un grupote de gente de distintos países, profesiones y situaciones, que ya están en proceso de beatificación (Isidoro Zorzano, Montse Grases, Toni Zweifel, Dora del Hoyo, Encarnita Ortega, Ernesto Cofiño, etc), y finalmente tantísimos que son gente ordinaria que se ha beneficiado del espíritu del Opus Dei y que forman parte de los santos de la puerta de a lado, como les llama el Papa Francisco.
San Juan Pablo II explicó que el santo es el hombre veraz, cuyo ejemplo de vida arrastra, interroga y entusiasma, porque manifiesta una experiencia humana transparente, llena de presencia de Dios (…). La santidad comporta una novedad de vida que, a partir de una profunda unión con Dios penetra todas las condiciones humanas, todos los modos de vida, todos los compromisos.
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Historia de un sí
Hay un libro para niños que, en el título, resume en cuatro palabras la vida de San Josemaría. Se llama: Historia de un sí. El título lo dice todo.
Nació el 9 de enero de 1902 en Barbastro en el seno de una familia cristiana. Desde que era pequeño, aunque no siempre lo conseguía, intentó decir que sí a las cosas que le pedían sus padres. En realidad lo aprendió de ellos.
Los padres de san Josemaría también tuvieron que decir muchas veces que sí a los planes de Dios, a veces con sufrimiento. La muerte prematura de las tres hijas pequeñas, la ruina económica, la llamada al sacerdocio de su único hijo varón para el que tenían otros planes.
En ese clima familiar de querer lo que otros querían, y sobre todo lo que Dios disponía en cada momento, aprendió San Josemaría a decir que sí.
A veces le costaba obedecer a la primera: aceptar la muerte de sus hermanas, encajar desde muy joven el revés profesional de su padre, trasladarse a una ciudad que no era la suya. Sufrir el abandono de algunos parientes en momentos duros, como el fallecimiento de su padre…
Decir que sí cuesta
Así, poco a poco, se fue acostumbrando a ver a Dios detrás de cada acontecimiento y, aunque le costase, ir aceptando. Pasado el tiempo, una de las jaculatorias que más repetía era Omnia in bonum. Lo bueno y lo que nos parece malo viene de Dios. Por eso todas las cosas son para bien, como dice san Pablo.
En su vida se entremezclaron las invitaciones divinas y sus respuestas afirmativas: ordenarse sacerdote para estar así disponible a lo que Dios le pidiera, después de ver las huellas de unos pies descalzos en la nieve.
Y gracias a los repetidos síes, en invitaciones pequeñas y no tan pequeñas, supo decir que Sí a lo que Dios le pidió en 1928: fundar el Opus Dei, a pesar de su resistencia, porque no quería ser fundador de nada.
Por eso, el Papa Pablo VI, en la primera entrevista que tuvo con D. Álvaro del Portillo (sucesor de san Josemaría en el gobierno de la Obra), le dijo que pensaba que
el Fundador del Opus Dei era una de las personas que había recibido más gracias de Dios y que mejor había correspondido a esos carismas.
Esto es lo mismo que decir que era una persona santa, porque la santidad es identificarse con Cristo, que hizo la voluntad de su Padre.
Por eso la Iglesia dice: Oh Dios que has suscitado en la Iglesia a San Josemaría sacerdote, para proclamar la vocación universal a la santidad y al apostolado, concédenos (…) que (…) nos configuremos a tu Hijo Jesucristo.
El ejemplo de la santidad mueve
San Josemaría removió a muchísimas personas con su vida y su predicación. El mensaje que Dios le pidió que transmitiera fue muy claro. Te propongo que le digas hoy al Señor: que yo me decida a buscar la santidad.
Recuerda que Dios nos está esperando. Que le sepas decir: que yo esté para lo que quieras, para no servir a esos dos señores, sino solo a Ti. Llévame por tus caminos, dame luces para saber en qué debo mejorar, en qué debo cambiar.
Al igual que san Josemaría, nuestra lucha removerá a los que están a nuestro alrededor. Sí es cierto, nos costará, pero los frutos no serán solo en la propia vida sino en la de los que nos rodean. Vale la pena que le digamos: Jesús, también queremos ser santos, también queremos decirte que sí.
Me gusto mucho
Me gusta mucho x k yo también lo conocí y yo e leído barios libros que él escribió