Hace unos dos años aproximadamente se estrenó la película “A quiet place”, “Un lugar tranquilo”, que es una ficción, tal vez una de las mejores películas de suspenso de los últimos años. Y se narra allí, la historia de esta familia que se encuentra en un mundo apocalíptico, en el mundo han aparecido unas criaturas que ante el más mínimo ruido, van y te matan. Y allí encontramos a esta familia Abbott, que lucha por sacar adelante a sus hijos, porque tienen tres hijos.
Pero la historia se complica aún más, cuando nos damos cuenta que la mujer, la esposa, está embarazada, y nosotros los espectadores que hemos visto, como ante el mínimo ruido que hizo una persona o una criatura, pues, ¡lo desaparecieron!
HAY ALGO MAS GRANDE QUE NOSOTROS
Sabemos que no hay futuro, que no hay manera de que ella pueda dar a luz, o qué cuando dé a luz, pues, su suerte está echada. ¡Parece que no hay esperanza! Sin embargo, por el contrario, vemos como esta familia, los esposos hacen todo lo posible, tienen Incluso un plan para cuando llegue el momento de dar a luz. Y en efecto, el suspenso crece cuando llega el momento del parto. Y… ¡no voy a hacer un spoiler!
Y en esta historia, en esta película, -que es una ficción, por supuesto-. Hay algo que resaltar, y es la fe de estos esposos, la fe de querer tener una familia, cuando todo lo que está a su alrededor es adverso, es un imposible, es una locura. Y aunque aquí, diríamos que es una fe únicamente “humana”, porque tienen un plan, ellos lo han pensado, y es, a fin de cuentas: “la fe”. Porque ven que hay algo ¡más grande que ellos!
FALTA DE FE
Y quería aprovechar esta historia, porque en el Evangelio de la Misa de hoy, en el Evangelio de San Marcos, se nos cuenta una historia de “falta de fe”. San Marcos nos cuenta que Nuestro Señor, después de haber contado las parábolas sobre el Reino de los Cielos, decide cruzar a la otra orilla y entonces despide a la muchedumbre. Se sube a la barca, lo acompañan otras barcas y entonces Nuestro Señor, se duerme. ¡Jesús está cansado!, -Es lo que, al menos aquí en mi país, se dice: “se quedó seco”-. Dormido como una piedra, a pesar de que se desata un gran temporal. Aunque era un lago, la tempestad es una tempestad de viento, y hace que se formen unas olas, que remecen la barca. Nos dice que:
“Se levantó una gran tempestad de viento y las olas se echaban encima de la barca, hasta el punto de que la barca ya se inundaba. Entonces, Jesús dormía sobre un pedestal. Y entonces le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» Y puesto en pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» Y se calmó el viento y sobrevino una gran calma. Entonces les dijo: «¿Por qué os asustáis? ¿Todavía no tenéis fe?». Y se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?»”
(Mc 4, 37-41).
LOS APOSTOLES SIENTEN MIEDO
El mar en la biblia, representa el lugar de las fuerzas del mal, que sólo Dios puede dominar. Eso lo encontramos en los salmos, por ejemplo, -y se entiende-, porque el tipo de navegación que tenían en aquel entonces; era una navegación que no se atrevía, generalmente, a adentrarse en las profundidades del mar, ¡porque no sabemos que hay allí! Y es verdad.
Hoy tenemos mucha tecnología, -aunque de vez en cuando algún barco se hunde-. Pero en ese momento hay mucho miedo, porque si te hundes en medio del mar, en la inmensidad del mar, ¡es una cosa sobrecogedora!. Hoy no lo vemos como una cosa, en donde haya demonios en el mar, pero allí lo veían como algo negativo, algo que puede quitarnos la vida, algo que puede casarnos un daño, por eso tienen mucho miedo. Así entendemos el miedo de los Apóstoles. Uno dice: ¿Por qué, si son pescadores muchos de ellos? ¿Por qué temor? ¿Por qué temer? Porque le tienen miedo a esas fuerzas que se levantan.
LA VOZ DEL SEÑOR
Y entonces vemos, en efecto, -te vemos a ti, Jesús-, que con; ¡tú sola voz, dominas el mar! También te hemos visto, que ¡con tu voz, dominas a los demonios!.
El otro día conversando con un amigo que es militar, que pertenece al ejército, me decía; hablaba de las distintas técnicas para repeler un ataque, y nos contaba de algunas de las que conocía, pero nos dijo: “la primera arma es la voz”. Muy interesante, antes que agarrarse a golpes, o inmovilizar al adversario, -nos decía:- “la voz”. Pero en ese caso la voz del Señor, es una voz con una autoridad y con una fuerza. ¡Una fuerza tal que es capaz de calmar esa tempestad!
EL DESPERTAR DE LA FE
Y entonces, las palabras que Jesús les dijo a sus Apóstoles, nos revelan una verdad que permanece, que es muy grande y es: ¡que la fe vence al miedo! Con fe en Jesucristo no hay nada, de lo que debemos temer. Por eso también, nuestro Señor, como que se sorprende de la incredulidad, o del temor. ¿Cómo es posible que ustedes tengan miedo? ¿Por qué tienen miedo, si yo estoy aquí? Es como que fuese lo más obvio, y la verdad que es muy obvio desde los ojos de la fe. Desde los ojos de los humanos, “no”. ¡Por eso le despiertan!, saben que algo puede hacer, pero están llenos de miedo. Y el Señor les dice: Pero espérense que yo estoy aquí. ¿Cómo es que tienen miedo? ¿No tienen fe?
Nuestra vida, nuestra religión, se basa en la fe en Jesucristo, perfecto Dios y perfecto hombre, por tanto, no debemos temer. Y esto nos lo dice San Pablo:
“Si Dios está con nosotros, ¿a quien vamos a temer? ¿Quién estará contra nosotros?”
(Rm 8, 31).
FILIACION DIVINA
Esto es una consecuencia de la “filiación divina”, de sabernos hijos de Dios. Un hijo, -cuando uno es niño-, pues piensa que su padre, que el “papá es todopoderoso”, y a veces compite con los amigos;
• diciendo que su papá es más fuerte,
• y el otro dice: no, el mío es más fuerte;
• y el otro: no el mío es mil más fuerte;
• y el otro: no el mío es un millón de veces más….
Porque un niño cree que su papa es el más fuerte del universo.
NO TEMAMOS
Pues tu y yo que tenemos ese padre que está en los cielos: ¡que es EL más fuerte! Por lo tanto, que no temamos; que no temamos esas adversidades. Ahora, pues, en muchos países se continúa la pandemia, incluso como aquí en Perú que estamos en una segunda ola, en una segunda etapa de confinamiento. Y bueno, es lógico que nos desanimemos, que pensemos también… porque se suspenden muchas actividades, que la economía familiar a lo mejor decaiga. O tal vez nos hayamos enfermado, o alguien se haya enfermado en su familia, ¡que no temamos!
QUE TODO COBRE LA CALMA
No significa que seamos unos ingenuos, de ninguna manera. Por supuesto: que busquemos los medios humanos, para que se solucione esa situación, ese problema que cada uno nosotros tiene. Y al mismo tiempo, que no perdamos esa paz, porque Cristo está en nuestra barca, Dios está en nuestra barca, y que más bien: ¡nuestra fe no se duerma! Porque a veces, más bien, es la fe, la que se duerme, más que Jesucristo.
Por eso dice San Agustín:
“Cristiano: en tu nave duerme Cristo, ¡despiértalo! da la orden a las tempestades, para que todo cobre la calma”.
LA ORACION NOS CONDUCE A: «EL DESPERTAR DE LA FE»
Y pienso que el despertar de la fe es: “la oración”. Porque… mal que bien, conocemos nuestra fe, creemos en Dios, también es bueno que profundicemos más de nuestra fe. Y al mismo tiempo, esa fe la hacemos vida nuestra, en los Sacramentos, en la Santa Misa, en la vida interior cómo lo es la oración. Por eso es importante que trates al Señor, que despiertes al Señor que está dentro de ti, y está al alcance de tu mano, como hemos hecho ahora al comenzar, diciéndole: ¡Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí!.
Vamos a pedir a María Santísima que nos ayude, que nos acompañe en este Valle de Lágrimas, pero que tú y yo, lo voy a convertir en un Vergel, lo vamos a convertir en un campo verde, lleno de flores y de frutos, con esa fe, con ese trabajo de cada día, caminando junto a Jesús, María y José.
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