Su Madre y sus hermanos fueron a verlo pero no pudieron acercarse a causa de la multitud, entonces le anunciaron a Jesús:
“Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte. Pero Él les respondió: Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Lc 8, 20-21).
Este es el Evangelio que nos propone la liturgia del día de hoy; está tomado de san Lucas que se le conoce como el Pintor de la Virgen, porque a través de su Evangelio podemos conocer más profundamente a nuestra Madre.
SU MADRE, EJEMPLO DE OBEDIENCIA
Hemos meditado varias veces este pasaje, y sabemos que no se trata de una reprimenda de Jesús o menosprecio del Señor hacia su Madre y sus hermanos, al contrario, es un Evangelio que nos enseña cuál es el verdadero valor de la entrega de nuestra Madre la Virgen. Ella es la mujer que escucha la palabra de Dios y la práctica. Por encima de todas las cosas, escucha la palabra de Dios.
Hace poco vino una persona que decía que había hecho un curso (de no sé cuántas horas, no me acuerdo exactamente), pero creo que eran de una semana sobre cómo escuchar, y se pasó 45 minutos explicándome del curso, y no me escuchó nada; estaba solamente hablando, no escuchó nada de lo que yo quería decirle.
SABER ESCUCHAR
A veces nos pasa eso: no escuchamos. Y vamos a la oración y también la llenamos de palabras porque nos parece que el Señor no nos escucha; y si somos profusos de palabras tal vez nos escuchará, o audios o leer… Cuando en realidad el Señor lo que necesita es que escuchamos y la principal función que tenemos que hacer para escuchar es: hacer silencio, que permite la introspección, que permite ese no vacío.
No es como el yoga que busca como ese vaciarse de uno mismo; sino es escuchar. Y escuchar a quién: a Dios. Él tiene un lenguaje que no se reduce sólo a las palabras, sino que es mucho más poderoso, va mucho más allá. Ahora, escucha la palabra de Dios implica tener esa sensibilidad de estar abierto a lo que nos diga para luego practicarla.
Si te das cuenta la frase es redonda:
“Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la practican”.
El énfasis no está simplemente en escuchar, que ya es bastante, sino en practicarla. Practicar quiere decir: obedecer la palabra, escucharla y querer hacerle caso. Y la obediencia es una virtud un poco complicada.
OBEDIENCIA EN LO ORDINARIO…
Hace pocos días me pasó una cosa un poco dura; salí de celebrar misa en un sitio, era día domingo y salí rápido El tema es que no me puse la mascarilla, y cuando ya estaba muy cerca de mi casa, al pararme delante de un semáforo, se acercó un policía y me puso una multa por no usar la mascarilla.
Al principio no podía creer, porque, no usar la mascarilla cuando viajas solo en el vehículo te puede resultar como ¡esto es ridículo! Y me parece que si vas solo en el carro, ponerte la mascarilla es como que no…
Pero en mi ciudad está súper clara esa norma: “los que conducen un vehículo tienen que portar la mascarilla”. Ahora, si la autoridad ha puesto esa regla, es lógico que la cumpla. Más yo que soy cura, pero bueno, todos.
Si la autoridad pone una regla, hay que cumplir esas reglas; y si la autoridad dice que esta es la mejor forma de hacer las cosas, pues es la mejor forma de hacer las cosas, aunque no esté de acuerdo.
De hecho, no estoy de acuerdo con usar mascarilla cuando vas solo en el carro, pero lo estoy haciendo por miedo a la multa, pero también porque es cristiano obedecer.
OBEDECER
Obedecer es fundamental en la vida del hombre. Cristo nos salva a través de obedecer:
“ Fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz”,
nos dirá san Pablo en Efesios.
La obediencia es fundamental, y a veces nos olvidamos de que todos tenemos que obedecer, hay que acogerse a las reglas. Distinto fuera que me obliguen a pecar, eso no, eso no es obedecer, no se puede obedecer hasta pecar; pero obedecer en las cosas que no estoy de acuerdo, si no son ofensa a Dios, por supuesto que hay que obedecer.
Y es que el problema ha sido que, la obediencia es de las virtudes que no han resistido el paso del tiempo, ni de la revisión crítica y secularizadora; y es como si se hubiese visto desprestigiada. Tal vez, justo por algunas formas poco prácticas con las que se concretaba en el pasado.
Sólo tenemos que pensar por ejemplo, en esas cosas que hacían a veces en algunos conventos, que les mandaban a los novicios a sacar agua con una cesta o a barrer las escaleras de abajo hacia arriba. Esas son caricaturas de la obediencia.
Claro, antes esa visión de la obediencia, no es extraño que haya surgido una reacción lógica de rechazo, porque consideraban eso como un atentado a la dignidad de la persona. Pero la obediencia no es eso. La obediencia es el reconocimiento de que hemos salido de las manos de Dios, y de qué por lo tanto, nuestro centro de realización está fuera de nosotros mismos.
JESÚS EJEMPLO DE OBEDIENCIA
Por eso para madurar personalmente, tenemos que estar abiertos de forma activa a la voluntad del que nos hizo, y cuidar de nuestro crecimiento.
Eso es la obediencia; por eso estas palabras del Maestro son muy claras, nos dice que:
“Hay que escuchar la palabra de Dios y practicarla”
¿Qué es lo que el Señor nos pide? ¿Qué es lo que el Señor nos va diciendo? Es fundamental escucharle y vivir; sino vivimos estamos perdiendo parte fundamental.
Jesucristo fue obediente. Es interesante ver cómo después de que sus padres, a los 12 años, le han perdido y ha estado 3 días dando vueltas por Jerusalén y, le encuentran el templo, el Niño que es perdido y hallado en el templo, inmediatamente le preguntan:
“¿Por qué nos has hecho esto? Y el Señor les dice: ¿No sabían que tenía que estar en las cosas de mi Padre? Ellos no entienden esta respuesta.
– Pero el siguiente renglón es impresionante –
Y después de esto les estaba sujeto” (Lc 2, 48-51).
¿Eso qué quiere decir? Que hacía las cosas que le pedían María y José.
La obediencia está en la vida de Cristo. Cristo, es más, a veces no está de acuerdo con las leyes romanas que les ponen unos impuestos tontisimos a los judios. Y de hecho, le están persiguiendo a Pedro para que pague y le dicen:
“¿Y tú un Maestro no paga el impuesto, los didracmas le dice, – y san Pedro se pone un poco nervioso y les dice: – sí, por supuesto va a pagar y se acerca a Jesús y se lo comenta, y Jesús lo manda a pescar y cuando saca ese pez dentro estaba una moneda con la que paga los dos. Pero le dice: ¿Quién debe pagar, el hijo o los que están cautivos? Y dice: los que están cautivos. Entonces, ¿el hijo no tiene que pagar ? No, sin embargo anda y paga” (cf. Mt 17, 24-27).
Y el Señor cumple también ese mandato, que parecería ridículo para Él que es el Hijo de Dios. ¿Por qué? Porque nos manda a escuchar la palabra de Dios y a ponerla por obra, a practicarla. Y eso es lo que buscamos, y eso es lo que esta Palabra del Señor nos enseña.
Jesús, Tú que nos escuchas, ayúdanos a ser más obedientes, ayúdanos a no perder la fuerza de Tu Palabra, porque no estamos de acuerdo, porque nos parece muy difícil.
Que tengamos esta misma bendición que tuvo tu Madre de recibir esa alabanza tan bonita:
”Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la practican”.
Ojalá tú y yo también podamos estar en ese grupo.
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