MARÍA MADRE DE LA IGLESIA
Hoy lunes después de Pentecostés, celebramos la fiesta de María Madre de la Iglesia. Así quiso el papa Francisco: que justo terminara la Pascua -después del último día de Pascua, Pentecostés-, celebráramos esta fiesta. Hoy coincide que es 24 de mayo, la fiesta de María Auxiliadora, que también es una advocación de la Virgen y se celebra en esta fecha desde hace muchísimos años.
Hay un librito que se llama “María, un título para cada día”. Está dividido en doce volúmenes, uno para cada mes; y en el de mayo, el día de hoy 24, da muchos datos de esta advocación, que te voy a leer algunos.
Justo como te decía, empezó desde hace varios años; en siglo XIX fue cuando se estableció esta advocación, ¡y mira las circunstancias!
MARÍA AUXILIADORA
En 1814, el papa Pio VII prisionero de Napoleón, prometió a la Virgen Santísima que, luego de su liberación, establecería la fiesta de María Auxiliadora. Inesperadamente el pontífice quedó libre y, con decreto del 16 de septiembre de 1816 señaló que esa advocación debía celebrarse el 24 de mayo, fecha en que abdicó Napoleón.
Esto fue en el siglo XIX que se estableció esta fiesta, pero ya desde muchos siglos antes se le llamaba la Virgen Auxiliadora.
Al igual que María Madre de la Iglesia, que el Papa estableció que se celebrara el lunes después de Pentecostés hace apenas cuatro años, en 2018. Sin embargo, María Madre de la Iglesia pues es un título también muy antiguo.
Y pensamos en la Virgen y la miramos, la contemplamos ahora que estamos en el mes de mayo, el mes de las madres, y vemos Su maternidad.
“Realmente Tú Madre nuestra, eres Madre nuestra y te gusta, disfrutas cuidarnos, disfrutas salir a nuestro encuentro, disfrutas apapacharnos consolarnos y remediar nuestros problemas; que acudamos a Ti, que confiemos en Ti. ¿Por qué te llaman los cristianos, por qué te llamamos desde los primeros siglos, auxilio nuestro? Pues porque es real que nos auxilias”.
UN POCO DE HISTORIA
Y aquí tenemos muchos datos que te voy a ir leyendo.
El que llamó en primer lugar con ese título a María, fue san Juan Crisóstomo en el año 345. Dice:
“Tú, María, eres auxilio potentísimo de Dios”.
San Sabás (532) narra que en Oriente había una imagen de María llamada Auxiliadora de los enfermos, porque junto a ella se obraban muchas curaciones.
San Juan Damasceno (749) fue el primero en propagar la jaculatoria: María Auxiliadora, ruega por nosotros. Y explica:
“La Virgen es Auxiliadora para evitar males y peligros, y Auxiliadora para conseguir la salvación”.
Doblemente Auxiliadora dice el damasceno. “Tú, Madre, nos libras de los peligros y nos ayudas a conseguir la salvación. Tú eres la gran facilitadora”. Es como una mamá que, como decimos aquí en Monterrey, “tira-paro”. Tirar-paro significa defiéndeme: “Tengo un problema con esta persona, tírame paro con esta persona”.
Pues la Virgen tira paro, podemos decir de modo coloquial. Una mamá que tira paro ante el papá, porque va a haber un regaño, o alguna situación. Pues la Virgen es la auxiliadora: nos evita peligros y nos consigue bienes. Es lo que dice san Juan Damasceno; ya lo decía en el año 749.
EJEMPLOS DEL AUXILIO DE MARÍA
En Ucrania se celebra la fiesta de María Auxiliadora el primero de octubre, pues ese día del año 1030 la Virgen los libró milagrosamente de la temible tribu salvaje de los pequeneques. Así se llamaban; no suena muy terrible, pero lo habrán sido.
También en 1624, en Alemania, los protestantes se apoderaron del norte del país. Entonces los católicos de Baviera prometieron a la Madre de Dios que levantarían altares con el título de Auxiliadora si los libraba de caer bajo el poder del protestantismo. Su grito de guerra era Maria Hilf!, ¡María Auxílianos! Prodigiosamente resultaron victoriosos, y pronto levantaron más de 60 capillas a esta advocación.
Y en 1683, cincuenta mil mahometanos rodearon la ciudad de Viena para destruirla. Los católicos rezaron a María Auxiliadora y, dirigidos por el gran devoto de la Virgen, Juan Sobiezki, derrotaron a los enemigos. En acción de gracias se funda la Asociación de María Auxiliadora.
¡Ahí están! Ejemplos históricos claros de los hombres que la buscan. «Y Tú, Madre, que respondes. Incluso Tú misma te haces presente y dices: Yo quiero ser venerada con ese título”.
SAN JUAN BOSCO Y MARÍA AUXILIADORA
Según continuamos leyendo, fue así que te apareciste a san Juan Bosco, en 1860, para decirle que querías ser honrada con el título de Auxiliadora y le señalaste un sitio para que construyera en Valdocco una basílica, que realmente se construyó y tiene una pintura de la Virgen bien bonita que ya hemos comentado aquí.
En la visión del 26 mayo de 1862 de san Juan Bosco, conocida como “sueño de las dos columnas”, don Bosco vio a los enemigos de Dios emprender la lucha contra la Iglesia y el Papa en forma de una furibunda batalla naval. En medio del combate, dos columnas surgieron milagrosamente de las aguas para proteger la nave gobernada por el Vicario de Cristo. En la primera columna había una gran hostia; en la otra, la Virgen Inmaculada y, a sus pies, un letrero con la inscripción:
Auxilium Christianorum.
El Concilio Vaticano II en 1965, declara que uno de los mejores títulos para honrar a María es el de Auxiliadora. ¡Y así es!
“Acudimos a Ti, Madre nuestra, te miramos y confiamos mucho en Ti. Queremos confiar en Ti porque sabemos que eres realmente nuestra Madre y, como buena madre, sales a nuestro encuentro para ayudarnos”.
CREDO DE MARÍA AUXILIADORA
En ambientes salesianos -continúa este librito-, y extractado de escritos de diversos santos, se compuso un Credo especial de María Auxiliadora. Repitámoslo como ejercicio de fe.
Te lo voy a leer -está un poquito largo, pero está muy bonito para que tú mismo, en tu interior, te dirijas a la Madre, a nuestra Madre y le digas que crees realmente en esto que te voy a leer:
Creo que la Madre de Dios es también mi madre.
Creo que soy hijo de la Madre del Redentor.
Creo, oh Virgen Auxiliadora, que tu mirada no se aparta jamás de mí.
Creo que los que te honran poseerán la vida eterna.
Creo que gozas cuando te llamo.
Creo que comprendes plenamente cada una de mis llamadas.
Creo que lo que me niegas, me lo niegas por amor maternal.
Creo que te preocupas cuando me ves sufrir.
Creo que te alegras cuando me arrepiento de mis pecados.
Creo que curas mis heridas cuando te lo permito.
Creo que no dejas de ayudarme, aún en los momentos de mala voluntad mía.
Creo que me amas con amor de preferencia cuando trato de ser mejor.
Creo que me amas con amor de misericordia cuando me dejo vencer por el mal.
Creo que me quisiste desde el primer momento de mi existencia.
Creo que te amaré por toda la eternidad.
Creo que cuando Dios quiere hacer santa a una persona, lo hace muy devota de ti.
Creo que así como mis latidos son señal de vida, así el invocar con frecuencia tu nombre en señal de vida eterna.
Creo que si tengo fe en María Auxiliadora, veré lo que son los milagros.
Creo que en asuntos de salud, la Santísima Virgen puede hacer lo que no logran los médicos.
Creo que lo primero que me pide la devoción a María es luchar contra el pecado.
Creo que una devoción a María que no consiga la enmienda de mi vida no es grata al Señor.
Creo que cuando María ruega, todo se obtiene, nada se niega.
Creo que jamás se ha oído decir que alguien haya invocado con fe a la Madre de Dios y haya sido abandonado.
Creo que tengo una madre que no se me va a morir: María.
Creo que si digo varias veces al día “María Auxiliadora, ruega por nosotros”, obtendré maravillosos favores que necesito.
Creo que si rezo con fe a María, llegará pronto el tiempo en que el demonio no logrará que yo cometa ni un solo pecado deliberado.
Creo que María, como en Caná, advierte cada día lo que necesitamos, y ruega a Jesús por nosotros.
Y finalmente, creo que nada es imposible para quien tiene fe, que todo es posible para quien cree sin dudar.
Pues terminamos nuestro rato de oración con estas palabras mirando a la Virgen.
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