SOMOS HIJOS DE DIOS
Cuantas veces hemos escuchado esta frase: Somos hijos de Dios, esto es algo de lo que si fuéramos del todo conscientes nos quedaríamos paralizados de felicidad. Sin embargo, no siempre sucede esto, sino que más bien, como que nos quedamos igual. Pienso que nos puede ayudar a considerar la realidad de ser hijos de Dios, la vida de Jesús, tu misma vida Señor. Porque es difícil hacerlo en abstracto, es más fácil si intentamos imaginar cómo los apóstoles ven a Jesús, momentos en la vida del Señor en que los apóstoles lo ven tan contento, que tienen como un destello de:
¡Si, éste es el auténtico significado de ser hijos de Dios!
Pienso que esto sucedió, en lo que narra el Evangelio de hoy, aquella vez en que Jesús estaba rezando. No nos dice el Evangelio por cuanto tiempo lo ha hecho, en qué posición estaba, pero parece que no tenía prisa, porque estaba inmerso en la presencia de su Padre. Y los otros discípulos andan por allá, quizá algunos de ellos estaban apurados con muchas cosas que tenían que hacer. Les pudo haber entrado la impaciencia. Quizá algún otro aprovechó para echar la siesta, pero al menos uno de ellos estaba observando, estaba atento a la oración de Jesús.
Fíjate bien en las consecuencias que tuvo que éste discípulo o discípula, -no sabemos si era hombre o mujer-, el hecho es que puso atención a lo que estaba sucediendo…
ORACIÓN DE JESÚS
Fíjate las consecuencias de poner atención a la oración de Jesús. Bueno, la primera consecuencia fue que tuvo el deseo de hacer lo mismo, fue como un hermoso intercambio de ver a Jesús rezar con esa paz, no sabemos por cuánto tiempo lo estuvo observando… El hecho es que, contemplar la escena, le ha inspirado el deseo de tener esa misma paz.
No sé si has tenido esa experiencia de ver rezar a alguien, -no haciendo teatrito, sino de verdad-. Por ejemplo, ver rezar a un Papa,¿recuerdas la fuerza que tenía la oración de san Juan Pablo II, cómo se metía en ella?
YO QUIERO
Bueno, pues este discípulo al contemplar la escena de Jesús rezando, ha creado en su interior un deseo de rezar así; y entonces se acerca a Jesús, y le pide: -Señor yo quiero hacer eso. Se emociona, cómo cuando los niños ven a un grande hacer algo que les gusta, y simplemente dejan todo, y dicen: ¡Yo quiero!
Este discípulo, se acerca a Jesús y le dice: -Quiero ser capaz de rezar como Tú. Porque ha visto a Jesús en oración con su Padre, y ha descubierto que es plenamente consciente del amor que Dios le tiene.
Y así, como si quisiera ser buen tenista, no le pediría consejo al cocinero, sino al profesor de tenis. Pues de igual forma, si quiero saber qué significa ser amado por Dios Padre, Jesús es el que mejor puede enseñarme. Porque Él es nuestro maestro, y una de las cosas que me ha enseñado es que, para tener una auténtica experiencia del amor de Dios, como fuente de identidad para mi vida, para mi trabajo, para mi vida en la familia y para todo, necesito rezar, pero no cualquier oración, sino la oración de Jesús.
PADRENUESTRO
Jesús le dice:
“Cuando recéis no uséis muchas palabras como los gentiles, que imaginan que por hablar mucho les harían caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta, antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: -Padrenuestro…”
(Mt 6, 7-9).
Te arrancas con esta oración tan bonita Señor, que es el Padrenuestro. Y es bonito verte cómo le respondes, y nos estás respondiendo también a nosotros Jesús, como diciéndonos:
Eso que Yo tengo, quiero que lo tengas tú también…
Jesús no se queda para Él la relación que tiene con el Padre, sino que nos la da generosamente. Quiero que tú también tengas la característica específica que Yo tengo de ser Hijo de Dios. Y esto, ¿qué significa? Pues, que te puedes acercar a Dios con la confianza de hijo.
Es creer como Yo creo, es saber que siempre me escucha. Es sentir que estoy en sus manos, que Él quiere lo mejor para mí. Todo esto que Yo tengo te lo quiero dar a ti.
ESO SOLO LO DA DIOS
Y de nueva cuenta intentamos volver atrás, para entender lo que este discípulo sintió mientras Jesús rezaba, pues fue precisamente esto, descubrió en Jesús, vio en su rostro lo que es un corazón que está completamente lleno, satisfecho y feliz. Y descubrió que eso, sólo lo da Dios.
Bueno, tú y yo sabemos que en esta vida, nunca podremos tener esto de manera completa, pero sí sería maravilloso tener mucho más de lo que tenemos, que nuestro corazón descansara de manera más abandonada en Dios Padre.
Cristo rezaba de una manera única, como Hijo de Dios. Rezaba con una piedad, con una emoción, con una sencillez tan grande, que este apóstol nunca había visto nada parecido.
Qué manera tan sencilla y tan profunda, qué manera tan clara, tan breve y también tan confiada.
“Cuando recéis no uséis muchas palabras como los gentiles que se imaginan que por hablar mucho les harán caso, no seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que se lo pidáis”
ENSEÑANOS A ORAR
Bueno pues, ¡Señor enséñanos a orar! Jesús entonces les dijo:
«Cuando oren digan Padrenuestro»
Y recitó por primera vez en la historia el Padrenuestro. Cuantas veces en nuestra vida hemos rezado el Padrenuestro, que es sin duda una de las primeras oraciones que aprendimos de niños.
Cuando Jesús nos dejó esta oración, no nos dejó una fórmula, sino que nos enseñó lo que dice el catecismo. Citando a san Agustín en la oración del Padrenuestro, se encuentra todo lo que tenemos que desear y todo lo que tenemos que pedir.
Es una oración, pero es mucho más que una oración. Porque el Padrenuestro es el resumen de todo el Evangelio. En cada una de las palabras hay una inmensa riqueza, en ella se contiene todo lo que tenemos que decir, todo lo que tenemos que pedir.
NO A LA RUTINA, SI AL AMOR
El problema es que con la rutina, con esa rutina que se nos mete siempre, pues le perdemos el gusto, porque cuando una palabra se repite mucho cansa. Cuando una oración se repite mucho, pues como que empieza a ser eso que san Josemaría decía: “Golpeteo de latas”, una muletilla, una palabra, una frase que sale de la boca, pero sin pensar.
Pero nosotros queremos recuperar el sentido mas profundo del Padrenuestro. De esta oración entrañable que nos ayuda a situarnos delante de Dios como lo que somos, y a poner a Dios en el centro de nuestra vida.
QUE SE HAGA TU VOLUNTAD, NO LA MÍA
El Padrenuestro que nos ayuda a conocer la voluntad de Dios, que nos ayuda también a vivir con coherencia, por ejemplo cuando decimos:
“Hágase tu voluntad”
De verdad le estoy pidiendo a Dios no querer salirme siempre con la mía. Que se haga Tu voluntad Jesús, es pedirte siempre que me ayudes a que no se haga mi voluntad siempre, y que me ayudes a luchar contra esa tendencia egoísta del individualismo, que quiere salirse siempre con la suya, y quiere imponer su criterio sobre el de los demás, del “aquí se hace siempre lo que quiero”.
Si no de verdad, quiero que se haga Tu voluntad, de verdad quiero estar al pendiente de las personas con las que vivo.
Cuando decimos:
«Señor, danos hoy el pan de cada dia”,
Te pedimos también por los que pasan hambre, y nos pone a pensar. Sin ir más lejos, en este verano, ¿qué voy a hacer mi país para ayudar a los que más lo necesitan? Hay innumerables iniciativas sociales, ¿y yo qué puedo hacer?
DANOS EL PAN DE CADA DIA, EUCARISTIA, PAN DE VIDA ETERNA
Pero como nadie da lo que no tiene, yo no puedo dar pan, sin antes tener ese pan, ese auténtico pan que es el pan Eucarístico. Y me pone a pensar: ¿Cómo estoy yo alimentando mi alma? ¿Con el pan de vida eterna? ¿Con la Eucaristía?…
Si ya logramos retomar la misa dominical presencial, ahora que ya se va disipando poco a poco esta pandemia, junto con la Eucaristía, junto con esa petición de pan, pedimos también:
“Perdona nuestras ofensas”.
Y tú Señor nos respondes: Pues claro que te perdono, pero ve a confesarte, y vuelve cuanto antes a tu comunión y a tu confesión frecuente…
VIRGEN MARIA, NUESTRA INTERMEDIARIA CON DIOS PADRE
Vamos a terminar como siempre acudiendo a Maria. Vamos a pedirle a ella que sepamos experimentar esa alegría, esa paz que experimentó aquel discípulo al ver a Jesús rezar. Ese auténtico sentido de la Filiación Divina, que somos hijos de Dios.
Que no se convierta en una frase hueca, sino que por el Padrenuestro, le vayamos dando todo su sentido. Ese convencimiento profundo de que somos hijos de Dios, a través de la oración del Padrenuestro.
Pidámosle a Ella que no la dejemos nunca ni de rezar, ni de vivir las exigencias que ella contiene. Y en concreto, de acercarnos más a la Eucaristía, de acercarnos más a la confesión.
Padrenuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén,
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