Como aquel hombre del que nos habla el Eclesiástico:
“Hemos de madrugar por la mañana, para dirigir nuestro corazón al Señor que nos creó; para orar en presencia del altísimo”.
(Eclo 39,5)
Jesús, eso hacemos en 10 minutos con Jesús. Cada día, esperamos lo más temprano posible que llegue la meditación. Ese rato de conversación de un sacerdote, ya sea mexicano, argentino, peruano, chileno, venezolano, ecuatoriano, colombiano, o de donde sea… o guatemalteco, de donde sea. Pero siempre lo esperamos con ilusión para hacer un rato de oración.
BIEN TEMPRANO
Yo me he encontrado con personas que agradecen muchísimo que el audio les llegue bien temprano, bien temprano. Y reclaman cuando hay veces llega pasadas las seis de la mañana.
Reclaman: ¡Pero, ¿cómo es posible?, si muchas veces lo recibo a las cinco de la mañana! ¿Qué pasa? ¡Porque es lo primero que hago en la mañana! ¡Entonces, necesito este audio!
Bueno, tenemos que agradecer a todos los administradores, que son una maravilla, porque sostienen esto. Y, además lo hacen sin figurar, ocultos, completamente desapercibidos, pero son los que más sacrificios hacen, porque muchos de ellos madrugan para enviar esas meditaciones, esos audios y esos chats a esos grupos que tienen ahí en sus celulares, y muchos de ellos se vuelven a acostar.
MADRUGAR PARA PONERME EN TU PRESENCIA
Señor, rezamos por todos esos administradores. Y me parecía que así podemos comenzar este rato de oración, diciéndote:
– Jesús, quiero elevar mi alma a Ti, quiero cada día madrugar para ponerme en tu presencia, y conversar Contigo.
Y algo que es muy importante decir, es que Tú Jesús, estás feliz. ¡Dios está feliz con cada rato de oración nuestro cada día! Y podríamos pensar: ¡pero también la noche es oración! Es verdad, es verdad, en la noche también hacemos oración.
Señor, tienes que tener en cuenta muchas veces esos desvelos en la noche, cuando no podemos dormir por algún motivo, porque hay un ruido, o tenemos una preocupación… y en ese momento también dirigimos el alma Ti, y nos ponemos a hacer oración, nos ponemos a hablar Contigo esa noche.
Mira, ahora estoy en unos días de descanso, por aquí en el oriente antioqueño, muy cerquita de un pueblo que se llama “La Ceja”, en Antioquia. Y he podido salir en bicicleta varias veces.
PEREGRINA Y SALVADOR
Y bueno, pues he pasado unas dos o tres veces por un lugar, por un camino, donde me llamó la atención, “dos viejitos”, como los llamamos por estas tierras. Él y ella, ya mayorcitos, sentados en un murito al pie de la carretera. Una vez me los encontré y otra vez volví a pasar, y de nuevo estaban ahí… y además estaban como tomando el sol nomás. No estaban esperando un bus, o no estaban haciendo nada, ¡No! Simplemente estaban sentados ahí.
Y entonces, la tercera vez que pasé por ahí dije: si los veo sentados ahí, paro, me detengo, los saludo, y les pongo conversación.
Y eso hice. Un día pasé y efectivamente ahí estaban. Entonces me detuve. Ella se llama Peregrina, y él se llama Salvador. Peregrina y Salvador. Entonces, les digo:
– ¡Oiga!, es que me ha llamado la atención, yo siempre los veo aquí…
– Si, Padre, todos los días venimos y nos sentamos aquí, una horita, o hay veces una hora y media… y simplemente tomamos el sol.
EL UNO AL LADO DEL OTRO
Y claro, las veces que yo pasaba no los veía conversando, simplemente el uno al lado del otro.
– ¿Cuántos años llevan de matrimonio, -les pregunté.
– Padre, llevamos 54 años de casados, tenemos dos hijas. Bueno, “teníamos” dos hijas, porque una murió cuando tenía 15 añitos.
Y cuando yo vi esta historia tan sencilla, de dos esposos que llevan toda la vida juntos, muchos años… el uno se sienta al lado del otro, todos los días, “una horita” … y muchas veces sin decirse nada.
ESTO TAMBIÉN ES ORACIÓN
Señor, eso también es oración, cuando nos ponemos delante de Ti, simplemente para estar Contigo, para acoger la Presencia de Dios, acoger a Dios que nos ama, y dejarnos amar por Ti Jesús.
Por eso, lo más importante de la oración es dejarse amar. Esos viejos se sientan allá ¿A qué? ¡A nada! Uno podría decir: ¡A nada! ¡Para tomar el sol todos los días!
¡Caray! Pues, porque no se ponen, no sé… ¡a aprovechar el tiempo!
No, no, no, todo lo contrario. ¡Maravilloso que se sienten después de tantos años de matrimonio, el uno al lado del otro, a dejar que pase un rato el día, para tomar el sol!
¡Qué maravilla, Señor! Que nuestra oración también sea así, hasta que nos llames a tu presencia. Que podamos todos los días ponernos junto a Ti, para estar junto a Ti, que eres nuestro amor. ¡Eres el amor de nuestra vida!
UN PAR DE ANÉCDOTAS
Me acordaba de un par de anécdotas, que seguramente ya las has escuchado en estas meditaciones. Una es de san Josemaría, y la otra es del santo Cura de Ars.
• Te cuento primero la del Cura de Ars, san Juan María Vianney:
Cuenta, que un campesino llegaba por las tardes a su Iglesia, y simplemente se sentaba, y no decía ni una palabra, y tampoco hacía ningún acto, rezos, o lectura de un libro, o de algún devocionario, no hacía ninguna manifestación de devoción especial; no, no, no. Entonces el santo Cura de Ars, este párroco de este pueblito perdido en Francia, muy curioso un día le pregunta:
– Disculpe, pero estoy muy intrigado por sus visitas al templo, ¿Que le hace venir todas las tardes? ¿A qué viene si no lo veo rezar, ni arrodillarse, ni hacer ningún gesto o acto especial?
– Entonces, el campesino le mira, y con humildad le dice:
– Mire, yo vengo todos los días a ver a este Cristo, y no sé qué decirle. Entonces, yo lo miró, y Él me mira. ¡Eso es todo!
Y esto podría decir Peregrina y Salvador… ¿Ustedes que hacen? No sé, yo me siento aquí al lado de ella, yo me siento aquí al lado de él, y tomamos un momento el sol. ¡Qué maravilla! Yo le miró, y él me mira. ¡Sentirnos mirados por Jesús!
JUAN EL LECHERO
• Y la otra anécdota la cuenta san Josemaría. Más o menos esto ocurre por los años 30, cuando él era rector del patronato de Santa Isabel, ahí en Madrid. Y cada mañana oía un ruido metálico junto a la puerta de la Iglesia.
Un día, comprobó que era un vendedor de leche, que no dejaba pasar ningún día sin saludar al Señor.
Con sus modales un poco rudos quizá… y siempre pasaba para decirle:
– Jesús, aquí está Juan el lechero.
Y al relatar está anécdota, san Josemaría comentaba:
– ¡Bonita manera de hacer oración! ¡Preciosa manera de hacer oración!
Me quedé todo el día repitiéndolo como jaculatoria: ¡Señor, aquí está este desgraciado, que no te sabe amar como Juan el lechero!
Pues Señor, hoy me quiero quedar con estas tres anécdotas:
• Peregrina y Salvador,
• El campesino de este pueblito de Ars y
• Juan el Lechero
¿CÓMO SON NUESTROS RATOS DE ORACIÓN?
Nosotros también contamos historias, pero ¿cómo serán nuestros ratos de oración? No es para que las andemos contando por ahí, pero nuestros ratos de oración también tendrán sus historias…
Que bien nos hace, Jesús, ponernos en tu presencia y mirarte. Como mirabas con cariño al ciego del camino, o cuando te acercabas a los pecadores, cuando conversaste esa noche con Nicodemo…
Bueno, así conversarás con nosotros y estarás junto a nosotros, como el amado junto a su amada, o su amada junto a su amado. Vamos a hacer así todos los días nuestra oración.
¿Quién fue la criatura que más contempló a Jesús, quizá muchas veces sólo mirándolo, o estando junto a Él?
Pues, nuestra madre Santa María. A ella, que es maestra de oración, le pedimos que nos ayude a saber elevar el alma a Dios, a comprender que está contento, que está feliz, y así, acogemos la presencia del amado.
Me gusto xq no todos tenemos frases lindas para decir pero el lee nuestro pensamiento y escucha en el silencio La Paz que vamos a llevar después d la meditación a quienes prestos observen cómo actúa un enamorado de Dios !
Me gusto xq no todos tenemos frases lindas para decir pero el lee nuestro pensamiento y escucha en el silencio La Paz que vamos a llevar después d la meditación a quienes prestos observen cómo actúa un enamorado de Dios !