La vida de Cristo es sorpresa para el hombre, siempre novedad y dinamismo. Aunque en apariencia pensemos que ya lo sabemos todo de Él, continuamente encontramos nuevos detalles, que nos hacen replantear nuestro horizonte de vida, la forma en que percibimos el mundo externo, y que en consecuencia reconfiguran nuestra realidad interior.
La historia de santa María Magdalena es una de esas historias excepcionales de las cuales siempre podemos sacar una nueva enseñanza.
Lo primero que debemos decir de ella es que es erróneamente asociada con la pecadora arrepentida del final del capítulo 7 del Evangelio de san Lucas, pues no se dice explícitamente que ella sea la pecadora pública que lava los pies de Cristo con sus lágrimas, de esta forma, es una creencia poco fundamentada el asumir que María Magdalena era esta misma mujer.
Lo que sí conocemos de santa María Magdalena lo podemos leer en el inicio del capítulo 8 del mismo Evangelio:
“Le acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios”.
Presentamos algunos aspectos de la vida de María Magdalena, de los cuales podemos sacar enseñanzas para la vida de fe.
Santa María Magdalena, discípula de Cristo
El capítulo 8 de san Lucas, anteriormente citado, finaliza de la siguiente forma: “y otras muchas que les servían con sus bienes” (Lucas 8, 3). De lo anterior se deduce que María Magdalena era una de estas mujeres discípulas de Cristo.
Seguramente, en esa época dominada por el hombre era todo un reto que la mujer fuera servidora de Cristo, no obstante, ello no fue impedimento para María Magdalena.
Aún en nuestros días se sigue diciendo que la Iglesia es marcadamente machista, afirmar esto es desconocer el papel que ha tenido la mujer en los más de 2.000 años de historia de la Iglesia, pues Nuestro Señor fue servido desde los primeros años del cristianismo por mujeres, como lo hizo María Magdalena.
La historia de santa María Magdalena y de todas las mujeres servidoras de Cristo nos habla de la función esencial de la mujer dentro de la Iglesia, la cual nunca será la misma que la del hombre, pero no deja de ser igual de importante.
María Magdalena representa a la mujer cristiana que se hace auténticamente libre, en el servicio a Cristo y a sus hermanos, en la donación, que la asemeja a Cristo en la Cruz.
Elena Álvarez la describe en su libro “Las mujeres del Evangelio” sobre nuestra santa una suposición interesante:
“Empezó a darse cuenta de que le sobraba mucho de lo que había acumulado. Es más, si quería seguir de verdad a Jesús, iba a estar poco en su gran casa, que dejó de hacerle falta. La cambió por las caminatas de aquí para allá, con el grupo de Jesús”.
Mujer fiel hasta la Cruz
De María Magdalena también sabemos que fue testigo de la crucifixión de Nuestro Señor Jesucristo, como lo narra el capítulo 15 del Evangelio según san Marcos:
“Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con Él a Jerusalén” (Marcos 15, 40-41), escena también narrada en el Evangelio según san Juan, capítulo 19, versículo 25.
María Magdalena como buena discípula de Jesús sabe que debe seguir a su maestro hasta el último momento, su amor hacia él no le permite separarse de la cruz.
Ella, al igual que el discípulo amado y la Santísima Virgen María nos enseñan a permanecer firmes en los momentos de tribulación y dolor.
Primer testigo de la resurrección
Pero el amor de María Magdalena hacia su maestro no terminó con su muerte en Cruz, pues de acuerdo a lo que nos narra el Evangelio de san Juan fue ella la primera en ver a Jesús resucitado (cfr. Juan 20, 11-18).
Si nos remitimos al texto, podemos ver que la narración de Juan sobre este primer encuentro, está llena de emotividad y simbolismo.
María Magdalena se encuentra llorando desconsoladamente por la muerte de su Señor en el sepulcro, cuando nota que su cuerpo no está en el lugar donde lo habían dejado.
El miedo se apoderó de ella, lo que le impidió ver el milagro frente a sus ojos, los ángeles presentes en aquel santo lugar le preguntaron el motivo de sus lágrimas, a lo que respondió: “porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto”, al dolor de la muerte se le sumaba el dolor de la ausencia del cuerpo de Cristo; pero Dios siempre tiene un propósito mayor, aun cuando creemos que todo está perdido.
Solo la voz del amado puede despertarnos de los letargos del sufrimiento, de la falta de fe, de la incapacidad de ver más allá de nuestro momento presente.
Fue después de haber escuchado aquel llamado de Jesús, pronunciando su nombre: “María”, que se le abrieron los ojos del alma y logró entender la gloria que sus limitados sentidos humanos no podían captar.
La vida de María Magdalena muchas veces se asemeja a la nuestra, en la que el encuentro con la persona de Cristo marca un antes y un después, ella curada de siete demonios, decide dejarlo todo por Quien es el Amor mismo, porque cuando decides seguir a Cristo tu pecado ya no te define, ahora será siempre conocida como la apóstol de los apóstoles.
María Magdalena nos sigue interpelando con esta pregunta que retumba en el corazón: ¿estás dispuesto a dejarlo todo por seguir a Cristo?
hay tanto que aprender de esta mujer apara aplicarlo en nuestras vidas, Gracias !!