VEN Y SÍGUEME
Este lunes la Iglesia nos presenta un evangelio que lo hemos escuchado muchas veces pero a mí especialmente me gusta porque nos lleva a hacernos preguntas profundas. Comienza el capítulo 19 de San Mateo, en el versículo 16, de la siguiente forma:
Luego se le acercó un hombre y le preguntó: «Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos».
«¿Cuáles?», preguntó el hombre. Jesús le respondió: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo».
El joven dijo: «Todo esto lo he cumplido: ¿qué me falta por hacer?». «Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el Reino de los cielos. Después, ven y sígueme».
(Mt 19, 16-22)
Es precioso el evangelio, porque una persona tiene un corazón que está dispuesto a seguir buscando la voluntad de Dios y con esa pregunta comienza el diálogo con Jesús:
«¿QUÉ DEBO HACER PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA?»
Y esto es lo que nos deberíamos de preguntar muchas veces.
Qué debo hacer para heredar la vida eterna aquí en las circunstancias que me atañen, con mi familia, con estos hijos, con este esposo o con esta esposa, con estos amigos, con esta gente que tengo alrededor.
No conocemos muchos detalles sobre este personaje anónimo del evangelio; sin embargo, con los pocos rasgos logramos percibir su deseo sincero de alcanzar la vida eterna llevando una existencia terrena honesta y virtuosa.
De hecho, conoce los mandamientos y los cumple fielmente desde su juventud. Pero todo esto, que ciertamente es importante, no basta, dice Jesús; falta sólo una cosa, pero es algo esencial. Viendo entonces que tenía buena disposición, el divino Maestro lo mira con amor y le propone el salto al cielo, el salto de calidad, lo llama al heroísmo de la santidad, le pide que lo deje todo para seguirlo:
«Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres… ¡y ven y sígueme!» (v. 21).
«¡Ven y sígueme!».
VOCACIÓN CRISTIANA
He aquí la vocación cristiana que surge de una propuesta de amor del Señor, y que sólo puede realizarse gracias a una respuesta nuestra de amor. Jesús invita a sus discípulos a la entrega total de su vida, sin cálculo ni interés humano, con una confianza sin reservas en Dios.
LOS SANTOS ACEPTAN LA INVITACIÓN
De hecho son Los Santos, quienes aceptan esta exigente invitación y emprenden, con humilde docilidad, el seguimiento de Cristo crucificado y resucitado.
Su perfección, en la lógica de la fe, es a veces humanamente incomprensible, consiste en no ponerse ya ellos mismos en el centro, sino en optar por ir a contracorriente viviendo según el Evangelio.
Esto lo podemos hacer todos, tú y yo, yo como sacerdote también he tenido que decirle al Señor: ¿Qué más tengo que hacer?, recuerdo cuando era pequeño, de 16 años, un momento intenso con el Señor, mientras estaba haciendo mi oración, había aprendido a hacer mi oración dos años antes, caminando en una pradera, con dos perros, estaban cerca unas vacas, recuerdo, y de repente sentí esto, el Señor quiere más.
En mi caso la pregunta fue más concreta: ¿Puedes hacerlo? ¿Puedes entregarte en el celibato? Renunciar a casarte, a tener hijos, fue una pregunta super clara, de si estaría dispuesto.
El Señor se lo tomó en serio, y aquí estoy. Esa respuesta en ese minuto, en la soledad con el Señor, se ha transformado en primero meses, y luego años de estar junto al Señor y de irle diciendo otro SI.
Tú también tendrías que revisar tu historia personal de cuántas veces te ha dicho el Señor, lo mismo:
«Tendrás un tesoro en el cielo»
CUANDO LE DECIMOS: SI, ENCONTRAMOS LA PAZ QUE BUSCAMOS
Y algunos no les pide que dejen absolutamente todo, pero sí nos dice a todos que tenemos que dejar nuestro egoísmo, y tenemos que dejar a veces cosas que nos parece que son super importantes, pero en realidad vale la pena entregarlas porque es tener un tesoro en el cielo.
El Señor no se deja ganar en generosidad y cuando le decimos que sí, Él nos hace cambiar para ser luz para otros, nos hace cambiar para darnos esa paz y tranquilidad que sólo se encuentra cuando estamos junto a Él. Aunque haya dificultades, aunque haya cosas que nos saquen lágrimas, el Señor nos da esa paz.
SAN ANTONIO
Escribe San Atanasio (295-373) obispo de Alejandría, doctor de la Iglesia, sobre San Antonio:
Después de la muerte de sus padres, cuando san Antonio tenía entre dieciocho y veinte años…, un día entró en la iglesia en el momento en que leían el Evangelio y escuchó lo que dijo el Señor a este joven rico: «Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres; después, ven, sígueme y tendrás un tesoro en el cielo”. Antonio tuvo la sensación de que esta lectura estaba dicha para él. Salió inmediatamente y dio a los habitantes del pueblo todas sus propiedades familiares. Después de haber vendido todos sus bienes muebles, repartió entre los pobres todo el oro que la venta de sus bienes le había proporcionado, poniendo a un lado una pequeña parte para mantener a su hermana. San Antonio fue un gran santo que vivió sobre todo muy feliz y ha sido un referente para los cristianos durante siglos, cuántas personas le tienen una devoción tan grande a san Antonio. Escuchó cuando era pequeño esas palabras y vió que eran para él. “Tendrás un tesoro en el cielo”.
(San Atanasio, La vida de san Antonio, padre de monjes, 2-4)
BUEN NEGOCIO
Muchas vocaciones a lo largo de los siglos han materializado este mismo pasaje: Tendrás un tesoro en el cielo, y uno vive con esa sensación de que ha hecho un buen negocio, y de que todas las cosas que vivimos aquí valen la pena, porque tenemos un tesoro en el cielo.
Señor Jesús, ahora que nos escuchas te pedimos que nos ayudes a ver con ojos sobrenaturales, que no nos quedemos simplemente en los mandamientos, que entreguemos todo, a veces nuestras ilusiones, nuestras formas de ver algunas cosas que contrastan con la forma que lo miran los demás, que estemos dispuestos a ceder nuestra opinión, que estemos dispuestos a no llenarnos de nuestro propio egoísmo, sino difundir el buen olor de Cristo, esa manera en que Él trae la paz a todos los hombres, primero cumpliendo tus mandamientos pero luego también sabiendo ser más generosos.
VALE LA PENA
Teniendo claro que para heredar la vida eterna vale la pena cualquier sacrificio, el sacrificio de comportarnos como buenos cristianos, el sacrificio de no ser rencorosos, no ser vengativos, el sacrificio de desear el bien con todo el corazón.
TESORO EN EL CIELO
Señor Jesús, Tú que nos escuchas, te pedimos que nos ayudes a ser cada vez mejores cristianos, a tener claro que para ganarnos la vida eterna, para tener ese tesoro en el cielo, vale la pena cualquier sacrificio en la Tierra.
Ponemos estas intenciones en manos de San Antonio, y por supuesto de Nuestra Madre la Virgen María, que es la primera que nos dice: ¡Hagan buenos negocios!, en los que se entrega todo aquí en la tierra para ganarnos el cielo.
Deja una respuesta