Hace unos días en misa dos parejas ofrecían acción de gracias por su aniversario matrimonial, la primera pareja celebraba sus 32 años de matrimonio, la segunda 44 años; un don tan escaso en nuestros días, donde se ha sacado a Dios completamente del ámbito familiar.
En mi corazón solo pedía la gracia de un día estar en ese lugar, de celebrar junto a mi futuro esposo el gozo de ser co-creadores de vida, fundadores de una familia, que tenga como centro y fundamento a Dios, unión sacramental indisoluble.
Y es que justamente el sacramento del matrimonio se constituye en una unión indisoluble, más allá del aspecto romántico, porque hace parte del proyecto de Dios para la humanidad, donde encuentra la plenitud de su existencia y un lugar seguro donde los más pequeños pueden crecer y desarrollarse.
La familia, núcleo de la sociedad
No obstante, la familia como núcleo de la sociedad, sufre constantes ataques en nuestros días, especialmente desde ideologías que desconocen la complementariedad entre hombre y mujer.
Como respuesta a esta crisis y en conmemoración del quinto aniversario de la Exhortación apostólica post sinodal Amoris Laetitia, sobre el amor en la familia, el Papa Francisco convocó en 2021 el año de la familia.
“Encomendamos a la Sagrada Familia de Nazaret, en particular a san José, esposo y padre solícito este camino con familias de todo el mundo”. Papa Francisco, 27 de diciembre de 2020
Bajo el patrocinio de la Sagrada Familia, y especialmente custodiados por san José, la Iglesia universal pide por la santidad en la familia durante este tiempo dedicado a reflexionar sobre su importancia, en una sociedad urgida de familias que tengan la mirada fija en Cristo.
El matrimonio como vocación
El matrimonio, más que una opción o estilo de vida, es vocación; la afirmación parece sencilla de comprender, pero posee implicaciones en las que es necesario profundizar y reflexionar. El catecismo de la Iglesia Católica define que “la vocación de la humanidad es manifestar la imagen de Dios y ser transformada a imagen del Hijo Único del Padre” (CCE, 1877); de la misma manera, el amor entre el hombre y la mujer debe ser imagen y semejanza de Dios.
En la carta a los Efesios, capítulo 5, del versículo 21 al 32, san Pablo sintetiza de manera perfecta lo que conlleva la vocación matrimonial:
Efesios 5; 21 – 32
“Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, Él es el salvador del Cuerpo. Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada.
Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo”. (Efesios 5, 21-30)
Aunque el pasaje anterior puede escandalizar en nuestros días, la invitación sigue siendo actual; pues a través de la unión sacramental el hombre y la mujer están llamados a reflejar el amor de Cristo en la Cruz, quien se donó totalmente por amor a su esposa: la Iglesia. Así, la sumisión en el matrimonio es ante todo una sumisión de amor y por el amor, no es la sumisión de dominio o poder, que muchas veces creemos.
El varón y la mujer se someten libremente, el uno al otro, para ser co-creadores en el proyecto de Dios, para fundar una familia, cumpliendo así el deseo de Dios para la humanidad: “Sed fecundos y multiplicaos” (Génesis 1, 28).
Volver la mirada a la familia
La familia es el principal bastión de la sociedad, y el más atacado. La búsqueda desenfrenada del éxito y la realización personal han provocado que la persona olvide por completo de la interdependencia con sus semejantes, de la necesidad de construir fuertes conexiones que nos encaminen a la eternidad, el Papa Francisco lo expresa así:
“hay que considerar el creciente peligro que representa un individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo que prevalezca, en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus propios deseos asumidos con carácter absoluto” Amoris Laetitia, # 33, Papa Francisco
Es en la familia donde se gestan los grandes seres humanos, no es en la escuela, o en cualquier otra institución. Son las familias las verdaderas encargadas de formar en valores y si la familia no cumple este papel, nadie más lo hará.
En un mundo que ha dado la espalda a la familia, el hombre y la mujer de fe tienen la gran tarea de rescatar la belleza de la unión familiar, de los valores tradicionales, pues la verdadera revolución de nuestros días ocurre en aquellos hogares que siguen teniendo en el centro a Dios.
Que la Sagrada Familia de Nazareth interceda por la santidad de todas las familias.
Gracias por tan valioso artículo, me siento muy identificada con lo expuesto por el Papa Francisco en Amoris Laetitia, pues he llegado a crecer muy bien profesionalmente pero gracias a Dios me di cuenta que no era el todo y ahora tengo más claro el significado de familia. Compartiré el artículo y mi experiencia con mis cercanos, pues de seguro les ayudará.
Gracias nuevamente!
Gracias por este artículo muy necesario en nuestros días,un contenido que nos ayuda a todos los que queremos un mundo mejor .!
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