«Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Y una persona le preguntó:
“Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?
Y Él respondió:
«Traten de entrar por la puerta estrecha, porque, les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán»”
(Lc 12, 23-24).
Jesús no responde de forma directa a esta pregunta, pero nos deja claro que salvarse no es algo tan sencillo.
Ahora, yo me acuerdo cuando estaba estudiando en el colegio, pasar el año tenía sus complicaciones, tenías que hacer bastantes esfuerzos para no jalarte el año; hacer trabajos, entregar las cosas a tiempo…
Ahora en los tiempos modernos, esto se ha cambiado un poco. En algunos países es imposible jalarse el año o “perder el año”, y -de hecho- tienes no pocas opciones, sino que realmente tienes que ser bastante empecinado para no pasar el año.
Y esto nos puede dar una idea de que la salvación va a ser así. De que realmente uno tiene ser bien, bien, bien malo, o bien, bien, bien mudo para no salvarse.
Sin embargo, Jesús dice una cosa un poco distinta:
“«Traten de entrar por la puerta estrecha»”
Una puerta estrecha es una puerta que es difícil de entrar. En mi ministerio sacerdotal, me he dado cuenta que varias personas no piensan en la salvación, porque no tienen tan claro el tema de la resurrección.
¡Todos vamos a resucitar! ¡Esta es una verdad de fe!
“Señor, ahora que nos escuchas en estos 10 minutos, queremos pedirte que nos ayudes a acordarnos de esto, a tener esa esperanza de la resurrección, de que, ¡te vamos a ver con nuestros propios ojos, con nuestro propio cuerpo!
Vamos a gozar en la resurrección de los muertos, “de tu presencia”.
SOMOS CRISTIANOS PORQUE CREEMOS EN LA RESURRECCIÓN
Y por eso queremos salvarnos, somos cristianos porque creemos en la resurrección. así al menos se expresaba Tertuliano en el siglo III, y con él también la mayoría de los primitivos escritores cristianos:
«Somos cristianos por esta fe». «Todo está perdido y todo cae, si Cristo no ha resucitado! ¡Todo depende de la resurrección de Cristo!», exclamaba san Juan Crisóstomo.
«Todo lo que creemos es por la fe en nuestra resurrección» (Nicetas de Remesiana).
Es que aquí está guardado todo, todo: “La Resurrección”. ¡Vamos a resucitar! San Agustín, como era el más inteligente, terminaba diciendo:
«Quitada nuestra fe en la resurrección, cae toda la doctrina cristiana» (san Agustín).
Y eso tenemos que ver, ¿Crees realmente la resurrección? Porque la resurrección de la carne es un dogma central de nuestra fe cristiana y para justificar esa afirmación, muchos de los padres de la Iglesia apelaban a la carta a los Corintios.
«Si no hay resurrección de los muertos, vacía es nuestra predicación, y vacía también es nuestra fe»
(1Co 15,14).
«Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los hombres más dignos de compasión!»
(1Co 15,19).
ESTAMOS DESTINADOS A LA SALVACIÓN
Y es que estamos destinados a la salvación, a lo que viene después de esta vida. Y solo pensando en esto, todos los dolores y todas las cosas difíciles tienen sentido, porque nos llevan a lo que viene después.
“Señor Jesús, ayúdanos a creer realmente en tu resurrección y en nuestra resurrección, en que la salvación es necesaria”.
La resurrección es una realidad tan maravillosa que a veces no nos ponemos a pensar en ella, y esta actitud persiste hoy en gran parte de los creyentes, que acompañan las imágenes de Nuestro Señor Jesucristo Crucificado en las procesiones, hasta que lo dan por muerto el viernes santo, pero no se dan cuenta de que ¡Nuestro Señor está resucitado!
Si Cristo no está resucitado y nosotros no resucitamos no tiene sentido nada de lo que estamos viviendo.
Si no creemos en “Jesús Resucitado presente”, estamos prescindiendo de Él, que es quien nos habla en la predicación, quien nos perdona nuestros pecados cuando nos confesamos, quien instituyó y preside la Eucaristía cuando vamos a Misa y los demás sacramentos, y que es el destinatario de nuestra oración, de este mismo espacio donde le estamos pidiendo cosas, que es Él nuestra esperanza…
PARA PODER SALVARSE
Ahí está la causa del triste “cristianismo sin Cristo”, o de un Cristo muerto, que no es Dios y no puede resucitar. Eso a lo que nos lleva es a un ritualismo vacío, folklórico, paganizado.
Y podría Jesús decirnos lo que les dijo a esos judíos:
“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me rinden, de nada me sirve”
(Mc. 7, 6-7).
“Jesús, queremos ser realmente tus apóstoles, queremos realmente ser gente que cree en tu resurrección, que sabemos que la salvación nos viene de Tu mano”.
Y puede ser interesante también la primera lectura que nos propone la Iglesia el día de hoy, en la carta de San Pablo a los romanos, dice:
“El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables”
(Ro 8, 26-30).
Y eso es lo que hace el Señor, nos enseña, nos cambia el corazón, es el que nos sondea, él que hace que las cosas tengan más sentido, el que nos dice: “Tu esfuerzo por vivir cristianamente, no solo es por tener una vida loable, sino para salvarte”.
El esfuerzo por controlar tu carácter, por vivir cristianamente, por sacar el pecado de tu vida, por el aprender a perdonar, por el sacar todos esos sentimientos que a veces se pueden ir concentrando en el corazón; ¡Vale la pena, porque hay salvación después de esta vida!
¡Si no existe la resurrección, vana es nuestra fe! Esto está cada vez más claro, y pregúntate tú: ¿Crees realmente en esto? ¿Crees que al final de la historia vas a resucitar?
Y que, por eso es importante que te salves, que luches por resucitar para ir al Cielo y no resucitar para el castigo eterno.
LA SALVACIÓN PREPARADA PARA CADA UNO DE NOSOTROS
La salvación que Cristo nos tiene preparada a cada uno de nosotros; pasa por ese esfuerzo cotidiano por entenderle más, por entregarnos.
Tal vez no tenemos que tener como súper claros en la cabeza, cuáles son todos los misterios de nuestra fe; pero si, el de esforzarnos por ser personas mejores, acudir de nuevo a los sacramentos, tener confesión frecuente, dejarnos guiar, ir a la Misa todos los domingos y ojalá entre semana o todos los días que puedan.
Conozco un montón de gente que va todos los días a Misa, y van todos los días justamente porque necesitan esa fuerza de la gracia para completar su transformación, porque se quieren salvar, y tienen que luchar contra su naturaleza caída, que muchas veces les lleva por caminos que no son los mejores…
Y para evitar el pecado, o para levantarse después de haber pecado, se necesita de “la gracia”.
¿Quieres salvarte? Pues necesitas de la gracia, necesitas de los sacramentos, eso es fundamental.
SER AGRADECIDOS, SALVAR A LOS DEMÁS.
Y luego, aprender a ser agradecidos también. Salvar a los demás.
Cuentan que hace años, un hombre que viajaba en el estado de Minnesota se encontró perdido en medio de una terrible tempestad.
La nieve caía sin cesar y el hombre ya no tenía esperanza de salvarse cuando vio a lo lejos una lucecita en una cabaña de troncos.
Haciendo un esfuerzo pudo llegar hasta la casita y se salvó la vida. Era un hombre de dinero. Compró la cabaña y edificó en el mismo sitio una hermosa casa.
En lo alto de una torre, colocó una luz giratoria, y cada vez que hay tormenta, prende la luz afín que pueda salvar a algún viajero que se encuentre en dificultades.
Eso es gratitud. Así quiere Dios que procedamos. Si nos ha rescatado, debemos siempre estar buscando salvar a los demás. Y salvamos a los demás si nos esforzamos primero nosotros en vivir los sacramentos.
Pero después; animándoles a que ellos también nos acompañen a confesarse, o a venir a Misa, o a luchar por ser mejores personas, viviendo mejor los sacramentos, acudiendo a algún medio de formación, haciendo cosas que les remuevan labor social, lo que sea para ayudar a la gente a salvarse.
Señor Jesús, terminamos de este rato de oración pidiéndote que seas para nosotros siempre esa luz, que siempre seas para nosotros el camino, la verdad y la vida, que nos lleva a la salvación.
Ponemos estas intenciones, en manos de nuestra madre la Virgen.
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