Jesús, que no paramos de celebrar grandes solemnidades en estos domingos. La Ascensión, Pentecostés y hoy la Solemnidad de la Santísima Trinidad. El misterio esencial de nuestra fe.
Dentro de ocho días celebraremos también la solemnidad del Corpus Christi. Gracias Señor, porque esto nos ayuda a estar metidos en Ti.
SANTÍSIMA TRINIDAD
Yo quiero comenzar este rato de oración acudiendo a un pasaje del Evangelio en donde se ve, se escucha y se conoce a las tres personas de la Santísima Trinidad.
Dice san Mateo:
“Después de ser bautizado, Jesús salió del agua y los cielos se abrieron en ese momento. Y vio el Espíritu de Dios que descendía como una paloma y venía sobre Él.
Y se oyó una voz de los cielos que decía: – Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido”.
Ahí están las tres personas divinas. La voz del Padre. La paloma, que en la iconografía cristiana representa al Espíritu Santo. Y Jesús humilde, que va a ser bautizado.
Y este misterio se llama una “Teofanía”, una manifestación de Dios. Y en esta ocasión de toda la Trinidad, del Padre, el Hijo y del Espíritu Santo. Por eso, qué bueno que hoy Jesús nos demos con devoción y con piedad la bendición.
GLORIA…
Y que hoy pronunciemos con un poco más de piedad y devoción, eso que decimos:
Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.
Porque así tratamos a la Santísima Trinidad. Nos prepararemos quizá, para celebrar los sacerdotes y para participar en la Santa Misa Virtual, todos los que ahora hacemos este rato de oración en 10 minutos con Jesús.
Y, ¿Cómo conocemos a la Santísima Trinidad? ¿Cómo conocemos un poco más al Padre? ¿Al Espíritu Santo? A través del Hijo. El Señor nos dijo en el Evangelio de san Juan:
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre, sino por mí.
Si me hubieses conocido a mí, hubierais sin duda conocido también a mi padre. Y ya lo conocéis y le habéis visto”.
DARNOS A CONOCER AL PADRE
Por eso, tu Señor, con quien hacemos ahora un rato de oración, con quien procuramos hablar, sostener un diálogo, -porque eso es la oración-, pensamos Señor, Tú que viniste aquí a esta tierra, a morir por nosotros, a enseñarnos a vivir como hombres de bien.
Pero una misión muy importante que tuvo nuestro Señor en esta tierra fue darnos a conocer al Padre. Esa es quizá una, o la principal misión.
San Hilario, uno de los padres de la Iglesia, decía que la mayor obra del Hijo es darnos a conocer al Padre, ¡darnos a conocer al Padre!
Señor, es posible que ante estas palabras tuyas se nos ocurra de nuevo esa petición del apóstol san Felipe:
“Señor, muéstranos al Padre y nos basta”.
Y Tú con qué paciencia le dices a Felipe:
“Tanto tiempo hace que estoy con ustedes y aún no me conocen. Felipe, quien me ve a mí, ve al Padre”.
Que amor tan infinito nos tienes Jesús, al darnos a conocer al Padre Eterno. Y darnos a conocer que Tú has venido porque has recibido esa misión del Padre, que quiere redimirnos a nosotros, pobres criaturas, que somos sus hijos.
La debilidad de todo un Dios, Uno y Trino, somos nosotros los hombres, sus hijos. Qué bueno que hoy queramos tratar a cada una de las Tres Personas Divinas de la Santísima Trinidad: Al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
UNA ESCENA DE LA CABAÑA
Hay una película que se llama La Cabaña. Alguna vez quizás te he hablado algo de esta película, en alguna de otras de las otras meditaciones.
Y en esta película, el protagonista se encuentra en carne y hueso con las tres personas de la Santísima Trinidad, que están representadas en tres personas. Y entonces empieza a dialogar con ellas.
En algún momento tiene un diálogo con el Hijo, con la segunda persona de la Santísima Trinidad. Entonces le dice: – Oye, contigo como que me es más fácil comunicarme, contigo como que es más fácil sostener una conversación, un diálogo, me es más fácil tratarte a ti.
Y entonces le responde: -Pues claro, es que yo soy hombre, si yo soy hombre y me he revelado como hombre, y he venido a esta tierra como hombre.
ABBA PADRE, ABBA
Señor, qué bueno que te conozcamos y te tratemos así. Nos es más fácil tratarte a ti, Jesús. Claro, porque eres hombre como nosotros.
Pero quizá nos queda un poquito más difícil, por buscar una palabra fácil, tratar al Padre y al Espíritu Santo. Pero tenemos que hacer el esfuerzo de tratarlo, de tratarlos con nombre propio.
Cómo nos escribe, por ejemplo, san Pablo:
“Puesto que sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abba, Padre Abba!”.
Qué bueno es referirnos así a nuestro Padre Dios, ¡Abba! Así te decía Jesús, Abba. Abba en hebreo.
TRATAR AL PADRE Y A LA MADRE…
Cuando daba una plática a unos niños, les enseñé y les ponía a repetir cómo se dice en hebreo Padre. Cómo trataba Jesús a su padre… Y todos los niños repetían: ¡Abba! ¡Abba!
Al final de la plática se me acercó un niño y me dijo: – Padre, si al Padre se le llama Abba, ¿cómo Jesús llamó a su madre en hebreo?
Y entonces, no sabía qué decirle, porque no sabía como se decía… Rápidamente le escribí a un sacerdote amigo biblista, y que conoce varias lenguas y no me respondió… Entonces ya busqué en internet. Encontré que se dice Inmá.
Yo casi me tiro de la moto y le digo que se decía “Ama”. Que Jesús le decía a su mamá: Ama, así como en algunas partes de aquí de Colombia… Pero bueno, esa es otra historia…
Tratar al Padre. Tratar al Hijo. Tratar al Espíritu Santo. Como tratamos al Espíritu Santo hace ocho días, preparando esa fiesta de Pentecostés:
“Benni Sancti Spiritus. Ven, oh, Santo Espíritu a mi corazón, a mi alma”.
Déjame te cuento dos cositas del Padre, porque quizá el Espíritu Santo ha tenido más protagonismo desde hace ocho días. Y Tú, Jesús, tienes en nuestra vida un protagonismo primordial, principal, esencial, pero del Padre…
¿QUÉ PODEMOS DECIR DEL PADRE?
Y si vamos al Credo, pues aparecen muy poquitas cosas del Padre. Pero las más importantes:
“Creo en Dios Padre Todopoderoso. Creador del cielo y de la tierra”.
La primera cosa, es que Dios es Padre y Dios es Padre porque nos da a su Hijo, y porque nos da el Espíritu Santo y porque nos lleva a gozar de la vida del Resucitado.
Ya hemos recordado y mencionado esa carta de san Pablo a los Romanos. Por eso podemos llamarlo:
Abba, Padre.
Y luego es Todopoderoso. Y es todopoderoso no sólo porque no haya ninguna criatura en el Cielo y en la Tierra que lo pueda destronar. No sé, como típica película de Hollywood… No, no, no.
TODOPODEROSO
Es Todopoderoso porque puede soportar el mal y mostrarse compasivo. Sólo quien es verdaderamente poderoso y todopoderoso, puede ejercer plenamente la fuerza del amor.
Dios Padre quiso revelar su fuerza y omnipotencia, amándonos así, y además, amando todo y amándonos a todos. Qué paciencia tiene con sus hijos.
¡Como recordarse esa parábola del hijo pródigo, de ese padre que espera! Así nos quiere Dios, así nos quiere Dios Padre.
No sé tú, pero yo procuraré en el día de hoy, tratar a cada una de las Tres Personas Divinas, pero hacer un poquito más de énfasis en el trato con el Padre, porque la semana pasada tratamos mucho al Espíritu Santo y a Ti, Jesús, la segunda persona, el Verbo Encarnado, te tratamos muy a menudo.
MAESTRA DE AMOR
Acudimos a nuestra Madre. ¿Quién va a ser mejor maestra de amor a Dios, que esta Reina, que esta Señora, que está Madre, que tiene la relación más íntima con la Trinidad Beatísima?
Vamos a pedirla a ella, que nos ayude a conocer más íntimamente a cada una de las Tres Personas de la Santísima Trinidad.
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