UN HOMBRE CON CUALIDADES HUMANAS
Me encontré con un cuento, “Cuento de Nochebuena”, de Rubén Darío, que me gustó y te lo voy a compartir. Es la historia de Longinos, un hermano que vivía en un monasterio.
Este hombre tenía muchas cualidades humanas, ayudaba al hermano que copiaba -copiar es malo- no me refiero a copiar exámenes, sino copiar manuscritos.
Porque en la antigüedad no había internet, no había pantallas, no había fotocopiadoras y todo había que copiarlo. Tenías la Biblia y si querías otra Biblia tenías que copiarla.
Este hermano escribía muy bien, hacía unas letras muy bonitas; luego iba a la cocina y ayudaba a cocinar al hermano cocinero y le salían muy bien las cosas. Después iba al huerto y cultivaba legumbres. Y, sobre todo, lo principal, es que cantaba muy bien y tocaba muy bien el órgano del convento; y así ayudaba a sus hermanos a alabar a Dios.
EN UN DÍA DE NAVIDAD
En una ocasión, resulta que, Longinos fue a la aldea próxima, era un día de Navidad y tenía que cruzar por el bosque. Estuvo en la aldea un buen tiempo y se dio cuenta que se le había hecho tarde, dijo: – ¡Caray tengo que volver! Me han de de estar esperando en el convento.
Así que se subió a su burrito y empezó a caminar hacia el convento. Pero ya estaba oscuro y al cruzar al bosque se acordó que en ese bosque antiguamente había habido brujas, había habido hadas, reuniones de hechiceros.
Dice el autor del libro:
“y otras tantas cosas que favorecen el poder del bajísimo, de quien Dios nos guarde.”
El bajísimo… el demonio. Pues, ahí había habido reuniones de ese tipo y a él le entró una cierta inquietud y hay un poco de miedo.
Así que, dice el cuento:
“con lágrimas en los ojos alzó éstos al cielo, pidiéndole misericordia al Todopoderoso, cuando percibió en la oscuridad del firmamento una hermosa estrella, una hermosa estrella de color de oro, que caminaba junto con él, que enviaba a la tierra un delicado chorro de luz que servía de guía y de antorcha.”
LA ESTRELLA QUE ILUMINA EL CAMINO
Qué maravilla este hombre en la oscuridad, con cierto miedo, en ese bosque, de repente, después de rezarle a Dios, percibe una luz de una estrella hermosísima que le ilumina el camino.
Y todavía fue más grande su sorpresa cuando su burro le habló, así como en la antigüedad al profeta Balaam su burra le habló; también a este hermano, a Longinos, su burro le habló y le dijo:
“Considérate feliz, hermano Longinos, pues por tus virtudes ha sido señalado para un premio portentoso. No bien había acabado de oír esto, cuando sintió un ruido y una oleada de exquisitos aromas. Y vio venir por el mismo camino que él seguía y guiados por la estrella que él acababa de admirar, a tres señores espléndidamente ataviados. Todos tres tenían porte e insignias reales.
LOS REYES MAGOS
El delantero era rubio como el ángel Azrael; su cabellera larga se esparcía sobre sus hombros, bajo una mitra de oro constelada de piedras preciosas; su barba entretejida con perlas e hilos de oro resplandecía sobre su pecho; iba cubierto con un manto en donde estaban bordados, de riquísima manera, aves peregrinas y signos del zodiaco. Era el rey Gaspar, caballero en un bello caballo blanco.”
Y después, continúa el autor describiendo a los otros dos reyes, Baltasar y Melchor, cada uno con su respectiva cabalgadura, con sus joyas, con sus vestidos. Y después de ellos, pasó él con su burrito siguiéndolos.
¿A dónde llegaron?
“Y sucedió que -tal como en los días del cruel Herodes- los tres coronados magos, guiados por la estrella divina, llegaron a un pesebre, en donde, como lo pintan los pintores, estaba la reina María, el santo señor José y el Dios recién nacido. Y cerca, la mula y el buey, que entibian con el calor sano de su aliento el aire frío de la noche. Baltazar, postrado, descorrió junto al niño un saco de perlas y de piedras preciosas y de polvo de oro; Gaspar en jarras doradas ofreció los más raros ungüentos; Melchor hizo su ofrenda de incienso, de marfiles y de diamantes…
OFRECER TODO AL NIÑO DIOS
Entonces, desde el fondo de su corazón, Longinos, el buen hermano Longinos, dijo al niño que sonreía: -Señor, yo soy un pobre siervo tuyo que en su convento te sirve como puede. ¿Qué te voy a ofrecer yo, triste de mí? ¿Qué riquezas tengo, qué perfumes, qué perlas y qué diamantes? Toma, Señor, mis lágrimas y mis oraciones, que es todo lo que puedo ofrendarte.»
Pues, igual nosotros, que nos ponemos frente al niño en estos días, que lo contemplamos, que lo miramos ahí, en el pesebre; y cómo llegan los Reyes Magos con sus grandes ofrendas, llegan también los pastores y les regalan cosas…
Yo, ¿qué te puedo ofrecer, Señor? Yo, a lo mejor, tampoco soy tan bueno como Longinos, que hacía las cosas muy bien y que ayudaba a los demás. A veces soy egoísta; a veces, tengo algunas acciones buenas, por tu gracia, seguramente sí; pues, te las ofrezco.
Y también te ofrezco, como Longinos, mis lágrimas porque muchas veces te he dado la espalda, muchas veces te he ofendido; te ofrezco mis deseos de ser bueno; mi contrición y deseos de no volver a pecar.
LA MAGIA DEL AMOR
“Tú recibes eso, recibes esos buenos propósitos y recibes también esas cosas buenas que, con Tu gracia, he podido hacer.”
Continúa el cuento,
“Y he aquí que los reyes de Oriente vieron brotar de los labios de Longinos las rosas de sus oraciones, cuyo olor superaba a todos los ungüentos y resinas; y caer de sus ojos copiosísimas lágrimas que se convertirán en los más radiosos diamantes por obra de la superior magia del amor y de la fe; todo esto en tanto que se oía el eco de un coro de pastores en la tierra y la melodía de un coro de ángeles sobre el techo del pesebre.”.
Cuento de Nochebuena. Rubén Darío.
Así termina este cuento. “Toda la creación, los ángeles en el cielo, toda la humanidad, los ricos y los pobres, todos alrededor de Ti Señor. Que has venido a acompañarnos, que te has hecho Hombre de verdad; has nacido en un portal en la pobreza para que no sintamos ningún tipo de obstáculo para acercarnos a Ti.
Ahí vemos todo este Ejército de personas que se acercan y que te adoran. Así también nosotros, en estos días y siempre, queremos reconocerte como nuestro Dios y ofrecerte toda nuestra vida.
Ofrecerte todas nuestras acciones y ofrecerte también lo que, a veces, tenemos, que es simplemente nuestros pecados para que nos perdones y la contrición y nuestros buenos deseos de ser mejores. Ahí está la Virgen, también, junto a Ti y San José.”
La Virgen nos anima a acercarnos, a no tener miedo, a tener mucha confianza de acercarnos a su Hijo. Madre nuestra, ayúdanos a tener fe, a tener esa confianza en que Jesús ha venido, está muy cerca de nosotros y acepta todo lo que le ofrecemos.
Que hermosa reflexión!!! Nunca se me ga ocurrido que le puedo ofrecer al Señor mis oraciones y mis lágrimas, y que el Señor las acepte como rosas perfumadas y como diamantes. Perdón Señor por mis pecados, perdón Señor por mis imperfecciones y miedos. Te amo con todo mi corazón ❤