Intercedan por mí para que pueda hacer este rato de oración, ¡de nuevo! Estamos en el tiempo de cuaresma, un tiempo de conversión.
“Pero hoy, Jesús, quiero fijarme más que en la palabra “conversión”, que tiene mucha fuerza, porque es ese acto de detenerse, girarse, cambiar de ruta, cambiar de dirección, porque escucho una voz y reconozco un rostro. Te reconozco a Ti, que me llamas por mi nombre, por mi apelativo cariñoso, y por eso me convierto hacia Ti.”
Pero quería fijarme en otro verbo, el verbo “renovarse”, “renovar”, “renovación”. Cuándo repetimos las cosas muchas veces, el resultado es el cansancio. Repetir, repetir, repetir…
Más o menos, Jesús, todos los días repetimos, pero centenares de cosas: desde despertarnos, desde escuchar el despertador todas las mañanas y tener que levantarse, hasta en la noche al apagar la luz para dormir. Todo eso lo repetimos, cada día, todos los días, toda la vida…
RENOVARSE
Por eso, hoy vamos a utilizar otro verbo: “renovar”. Hacer nuevo lo que hago, hacer “nuevo” lo que hago. ¡Qué bonito!, ¡Qué fuerza tiene esta palabra!
Hacer de nuevo, y eso quiere decir muchísimo más. Significa que las cosas se van renovando, sí, pero mientras se repiten. Por ejemplo: mira un atardecer, un atardecer pues uno podría pensar que está todos los días, todos los días hay atardeceres, todos los días se repite el atardecer. ¡Pero no! El atardecer siempre es nuevo.
Puede ser el quincuagésimo atardecer, ¡pero es diferente! Porque está hecho nuevo, es nuevo. Y en la creación hay un principio de renovación continuo.
Y nosotros no lo reconocemos, muchas veces porque estamos ciegos de frente a la realidad, de frente a la costumbre, a la repetición, a la rutina, al acostumbramiento.
Las cosas de la naturaleza no se repiten iguales; siempre se repiten, pero renovándose. “Y ésta, Jesús, es la novedad que queremos descubrir ahora, en este tiempo de cuaresma: descubrir esta novedad en el trabajo, en el cariño hacia las otras personas, en las relaciones.”
DÍA A DÍA, DE NUEVO
No queremos ese día a día de repetición, sino ese ¡día a día de nuevo! Ese día a día de renovarse. Eso sí, mientras repetimos las cosas, porque así somos, tenemos que repetir las cosas.
Por eso, cuando en la vida hay algo de novedad, pues es simpático. Por ejemplo, si tú te mueves siempre en carro, y estás ya agotado del trancón y del caos en la ciudad, pues móntate en una bicicleta y así te renuevas, respiras, avanzas y disfrutas.
“Bueno, Señor, ayúdanos a renovarnos en este tiempo de cuaresma.” Esta cuaresma no puede ser como un repetirse de un ciclo litúrgico más, o de un tiempo litúrgico. Sí, está bien, el adviento, la navidad… Bueno, ahora llegó la cuaresma. Sí, sabemos que es un tiempo de penitencia. “Bueno, Señor, pero ayúdanos a renovarnos, a renovarnos por dentro”, y eso se lo pedimos a Jesús, mirándolo en la cruz, fue allí desde donde el Señor nos rescató del pecado. Fue allí, en la cruz desde donde el Señor hizo nuevas todas las cosas.
HARÉ NUEVAS TODAS LAS COSAS
¡Qué belleza esa escena de la Pasión de Cristo, de Mel Gibson, cuando Jesús se encuentra a María en el camino y le dice: ¡Madre, haré nuevas todas las cosas!
Bueno, pues quizá puede ser una sugerencia que nos hace el Espíritu Santo en este rato de oración. Quizá para encontrar esa novedad en las cosas, hay que mirar más a la cruz, hay que abrazarnos más a la cruz, hay que buscar más la cruz en esta cuaresma. Buscarla en esas pequeñas mortificaciones y pequeños sacrificios de cada día.
“Señor, te pedí al comienzo también renovar la oración”, porque si renovamos la oración cada día, si actualizamos esa vida interior, ese deseo de tratar a Jesús con más cariño, seguramente descubriremos cada día en la oración, una cantidad de cosas en las que nos podemos renovar.
Ya mencionábamos el trabajo, el trato con los demás, el aprovechamiento del tiempo, el poder hacer algo por los demás, el servicio, el apostolado, acercar a las almas a Dios…
VOLVER A LA NORMALIDAD
“Jesús, pero los hombres, hay veces necesitamos algunas señales para convertirnos, para renovarnos…” Bueno, estamos ya a punto -diría yo- de volver como a esa normalidad… Aquí en Bogotá, ya en los sitios públicos, abiertos, ya no es obligatorio utilizar el tapabocas.
En el tema de la pandemia, en los años de la pandemia, en los meses de la pandemia, nos exigieron un poco “renovarnos”, renovarnos, por ejemplo: en el uso de herramientas para trabajar, ¡Eso ha sido bueno! ¡Ha tenido cosas muy buenas!
Señor, ¿Qué nos dices Tú, hoy en el Evangelio? En el Evangelio hoy Jesús nos habla de Jonás. Y, Jesús cuando habla de Jonás, habla de una señal, una señal que se le dio a Nínive, para que se convirtiera.
De hecho, al final del Evangelio, se nos dice:
“Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condene; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.”
(Lc 11,32)
PASA A NUESTRO LADO
¡Jesucristo!, que todo el tiempo está pasando a nuestro lado, lo que pasa es que no lo reconocemos. No vemos las señales de la presencia de Dios a nuestro lado. Casi siempre, porque no queremos abrir los ojos, casi siempre porque estamos encerrados en nuestro yo, en nuestro egoísmo, en nuestra autonomía, en nuestro tiempo… ¡Y Jesús pasa a nuestro lado!
Él siempre pasa a nuestro lado. ¡Míralo, ahí va! ¡Está pasando ahora…! Y el Señor, nos llama, esa es la señal. Y por eso el reproche es muy fuerte. “Aquí hay uno más que Jonás.” Hay uno que es más que Jonás: ¡Jesús!
En la Eucaristía, en los sacramentos, en la oración y nos hacemos los locos, “¡Tú nos sigues enviando señales que nos llaman a la conversión!” Por eso, vamos a preguntarnos: ¿Cuáles son esas señales?
Qué bueno que el corazón quiera encontrar esas señales para renovarse, porque una conversión verdadera, viene de una auténtica convicción interior.
Dios pide a los hombres esa sincera búsqueda. “Tú, Jesús, quieres que busquemos, no te detienes hasta que podamos hallar esa convicción.”
NOS DA LA AYUDA SOBRENATURAL
Y por eso, el Señor es muy delicado con las almas, va dando señales, una señal aquí, una señal allá… para que encontramos esa auténtica convicción.
Y en ese camino, es Dios quien sale al encuentro de nosotros los hombres, desde el principio de la vida, desde la creación, hasta el momento de la entrega total del corazón. La iniciativa siempre es del Señor, siempre nos da la gracia y la ayuda sobrenatural, “siempre nos viene de Ti, Señor.”
Por eso, a nosotros solamente nos toca corresponder, pero tenemos que estar atentos a las señales. Bueno, pues vamos a pedirle eso al Señor: ¡Poder renovarnos!, hacer nuevas las cosas en esta cuaresma, renovar sobre todo el corazón, que es lo que al Señor más le interesa.
¡Vamos a pedirle esto a nuestra madre Santa María!