PERDÓN, PALABRA REVOLUCIONARIA
“Jesús, hoy pronuncias unas palabras revolucionarias. Revolucionarias para quienes te escuchan, pero revolucionarias para nosotros también.
Revolucionarias para cualquiera, porque cambias esquemas y el listón queda alto, a veces parece que demasiado alto. Pero Tú nunca pides más de lo que podemos dar, no nos exiges más allá de nuestras fuerzas”.
Tus palabras se me quedan grabadas:
“Les digo, pues, que si la justicia de ustedes no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Han oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será reo de juicio. Pero yo les digo: todo el que se llene de ira contra su hermano será reo de juicio; y el que insulte a su hermano será reo ante el Sanedrín; y el que le maldiga será reo del fuego del infierno”.
(Mt 5, 20-23)
Hablas con autoridad. La autoridad que sé que tienes, porque eres el Hijo de Dios. Por eso puedes decir:
“Han oído que se dijo”,¡ para luego añadir: Pero yo les digo”. Porque tú tienes palabras de vida eterna. Hablas con seguridad y nos muestras el camino. Esto no es exigencia por exigencia, esto es camino de santidad. Esto es sacar lo mejor de nosotros, porque somos capaces siempre de más. “Y Tú lo sabes, nos has creado, nos conoces, sabes de lo que somos capaces; del bien del que somos capaces”.
Me hablas del amor a los demás, de cómo tengo que tratar a mis hermanos. En mi mente guardo tus advertencias:
“Todo el que se llena de ira, “el que insulte a su hermano, “el que le maldiga”, “si al llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti».
(Mt 5, 22-24)
El ímpetu de tus palabras limpia mi alma de suciedad, empujándome a un valiente examen de conciencia, para volver a la limpieza del amor.
Abro mi corazón y veo que en ocasiones está lleno: de ira, de rencor, de odio, de juicios injustos.
A causa de esto mi corazón ha vomitado sobre los demás la hiel del propio mal humor, y he tenido una visión deformada de la realidad que me ha llevado muchas veces a: insultos (…), murmuraciones (hablar mal de los demás), calumnias (atribuir al prójimo pecados o defectos falsos), envidias (porque los demás son mejores o tienen más), enfados, desprecios.
Y lo peor de todo es que al echar toda esta basura sobre los demás te estaba insultando a Ti, era a Ti a quien maltrataba y despreciaba.
“Si al tiempo de presentar tu ofrenda en el altar, recuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja allí mismo tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano”.
(Mt 5, 23-25)
«Jesús, la lección que me das es clara: sí quiero amarte, tengo que perdonar y pedir perdón; si quiero servirte, tengo que perdonar y pedir perdón; si quiero entregarme, tengo que perdonar y pedir perdón”
(cfr. Acercarse a Jesús, Cuaresma Semana Santa, Josep Maria Torras).
PERO JESÚS: ¡QUÉ DIFÍCIL ES EL PERDÓN!
Y, ojo, que aquí hablas de perdonar, no de disculpar. Disculpamos cuando analizamos las cosas y nos damos cuenta que la persona hizo aquello pero sin querer hacer daño o por equivocación.
O sea: sin culpa. Y por eso, al caer en la cuenta de eso le quitamos la culpa: lo “dis-culpamos”. Pero el perdón es ¡para el que lo ha hecho adrede!; ¡para el que lo hizo queriendo! ¡Qué difícil! Pero eso es lo que haces con nosotros por ejemplo en cada confesión…
Aún así, acepto que nuestra primera reacción es el enojo, el desquite (la supuesta justicia del “ojo por ojo, diente por diente”), el “ahora se va a enterar este”. Este es mi resorte interior y cómo cuesta que no salte, cómo cuesta controlarlo. Algunos dicen: “es que soy de mecha corta”… “Jesús: ¡soy de mecha corta!” Pero Tú me dices: “eres tú mismo el que ha ido recortando la mecha a base de falta de perdón”; y a mí me dejas desconcertado con esa respuesta.
Pero te pido: “ayúdame a darme cuenta del daño que me hago, de cómo me rebajo a mi mismo, de cómo me enveneno cuando no he aprendido todavía el arte de perdonar, porque no deja de ser un arte, y uno muy difícil de aprender”.
ME ENVENENO CUANDO NO HE APRENDIDO A PERDONAR
Pero me doy cuenta de eso: me enveneno cuando no he aprendido a perdonar. Porque me quedo resentido y, como dicen, “el resentimiento es un veneno que me tomo yo, esperando que le haga daño al otro”. Y es que tenemos que ser conscientes que no es lo que los otros hacen ni nuestros propios errores lo que más nos daña; es nuestra respuesta. Si perseguimos a la víbora venenosa que nos ha mordido, lo único que conseguiremos será provocar que el veneno se extienda por todo nuestro cuerpo. Es mucho mejor tomar medidas inmediatas para extraer el veneno»
(S. Covey, Los 7 hábitos de la gente eficaz).
HAZME REVOLUCIONARIO
“Jesús, enséñame el arte de perdonar. Extrae el veneno de mi cuerpo y de mi alma». “Hazme revolucionario en esto del amor al prójimo”. Porque no se trata de hacer justicia, sino de “subordinar la justicia al amor, lo cual resulta tremendamente revolucionario (…) [Jesús] «Quiere, desde el primer momento, que quede claro que él no pide «un poco más de amor», que “su” amor no es “ir un poquito más allá de lo que señalaría la justicia”, sino hacer, por amor, lo contrario de lo que exigiría la justicia, yéndose al otro extremo por el camino del perdón y del amor»
[J.L. Martín Descalzo, Vida y misterio de Jesús de Nazaret, Tomo II].
La misericordia que Jesús practica y exige a los suyos choca, no sólo con el sentir de su época, sino con el de todos los tiempos. (…). Estas exigencias del amor superan la natural capacidad humana, por eso Jesús invita a los suyos a una meta que no tiene límites, porque sólo desde ahí podrán intentar lo que les está pidiendo. [Ahora,] para este ideal podrán contar, podremos contar tú y yo con la ayuda de Dios”
(Francisco Ugarte, Del resentimiento al perdón).
JESÚS, ¡AYÚDAME JESÚS! ¡AYUDANOS!
El perdón es difícil, incluso entenderlo es difícil, pero para aclarar un poco las cosas te comparto unas palabras del Papa Francisco, están en la Encíclica Fratelli Tutti:
Perdonar no quiere decir permitir que sigan pisoteando la propia dignidad y la de los demás, o dejar que un criminal continúe haciendo daño. Quien sufre la injusticia tiene que defender con fuerza sus derechos y los de su familia precisamente porque debe preservar la dignidad que se le ha dado, una dignidad que Dios ama. (…) La clave está en no hacerlo para alimentar una ira que enferma el alma (…) o por una necesidad enfermiza de destruir al otro que desata una carrera de venganza. Nadie alcanza la paz interior ni se reconcilia con la vida de esa manera. (…) Así no se gana nada y a la larga se pierde todo.”
No se trata de esconder o enterrar las cosas como si no hubieran pasado. Sino de saber hablar, de dialogar, o, a veces, de tomar esa decisión “libre y generosa” de «renunciar a exigir un castigo»…
Es más, “el perdón no implica olvido (…) Cuando hay algo que por ninguna razón debemos permitirnos olvidar, sin embargo, podemos perdonar. El perdón libre y sincero es una grandeza que refleja la inmensidad del perdón divino. Si el perdón es gratuito, entonces puede perdonarse aun a quien se resiste al arrepentimiento y es incapaz de pedir perdón.
Los que perdonan de verdad no olvidan, pero renuncian a ser poseídos por esa misma fuerza destructiva que los ha perjudicado. Rompen el círculo vicioso, frenan el avance de las fuerzas de la destrucción o del veneno”.
O sea: tampoco se trata que el otro acepte el perdón o que las cosas “vuelvan a la normalidad” cuando ya no pueden ser “normales”. Como tampoco quiere decir que no voy a sentir ya nada cuando recuerde aquel suceso o me encuentre con aquella persona… Es algo más profundo y en cada uno lleva su tiempo y su camino. No es fácil, pero contamos con la ayuda de Jesús.
EL PERDÓN IMPLICA MUCHO PERO SE GANA MÁS
Como te dije es algo revolucionario. No son palabras tan fáciles de digerir. Implican mucho en nuestras vidas. Se nos acaba el tiempo y nos podríamos pasar horas meditando sobre este tema con calma, pero 10 minutos dan para lo que dan…
Tal vez te queda la sensación, no sé, de que he señalado el problema pero no la solución. Si te interesa te animo a ver la versión escrita de esta meditación en nuestra página web y allí te compartiré bibliografía que te puede servir para profundizar.
No dejemos de poner nuestras luchas y nuestra capacidad de perdón en manos de nuestra Madre, Santa María.
BIBLIOTECA RECOMENDADA
Dale un click al enlace en el que deseas profundizar…
- Papa Francisco, Carta encíclica Fratelli Tutti. (nn. 236-254)
- Francisco Ugarte, Del resentimiento al perdón
- S. Lewis, El perdón y otros ensayos cristianos. (capítulo 1: El perdón)
- Mariolina Ceriotti Migliarese, La pareja imperfecta. (capítulo 5: El perdón)
- Encuentra tu persona vitamina, Marian Rojas Estapé