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10 MINUTOS DE ORACIÓN
En estos 10 minutos con Jesús estamos intentando profundizar en nuestra oración, pero concretamente en un tema muy específico de nuestra oración, que es acudir a la misericordia de Dios, descansar en ella: que nuestro corazón encuentre descanso en la Misericordia de Dios.
El hijo pródigo
Jesús nos ha mostrado, -con la parábola del hijo pródigo– cómo es el corazón de Dios, un corazón que está siempre dispuesto a perdonar, que está siempre dispuesto a dar nuevas oportunidades. Un corazón que no se enoja ante el pecado de sus hijos.
Ese padre que sale todos los días a ver si el hijo vuelve, se asoma al balcón con la esperanza de volver, sabiendo que su hijo ha sido una mala persona, que le ha sacado la mitad de la herencia, la ha dilapidado en cosas inútiles, en vicios, en cosas malas. Esa plata que el padre ganó con tanto esfuerzo y trabajo, y el hijo la dilapida en cosas malas.
DONES DE DIOS
Esos dones que Dios nos ha dado los hemos usado, no para evangelizar, no para ayudar a otros, sino para hacernos más egoístas nosotros. El don de nuestra inteligencia, de nuestros afectos, el don de nuestra sexualidad…
LA JUSTICIA DIVINA
Es la parábola que se cumple en nosotros: el Padre -Dios- que nos da un montón de cosas y nosotros la dilapidamos, la perdemos, la dejamos, la malgastamos… Y sin embargo, Dios no se enoja, no se enfada con nosotros, no entra en cólera, no se llena de ira, no dice: —¡Qué mal hijo mío, qué mal!… ¡No te quiero volver a ver!… ¡Qué mal has hecho las cosas!… ¡No hay más oportunidades para vos, porque lo has desperdiciado!…
Eso es lo que a veces nosotros tendemos a hacer en un razonamiento de justicia, que es decir: —Bueno, si no hay justicia, castigamos. O sea, cuando alguien comete un delito, lo ‘penamos’ en la justicia humana…
JUSTICIA MISERICORDIOSA
Pero para Dios, la justicia es misericordia, es una cosa completamente distinta a la justicia humana que Dios no la comprende… Dios no entiende el castigo, porque Dios no castiga nunca, Dios da siempre más oportunidades, más oportunidades y más oportunidades…
Y todas las que sean necesarias, para que nuestro corazón vuelva a latir, para que vuelvan a revivir en nosotros esas cosas que se nos mueren, como consecuencia del pecado.
RELIQUIAS DEL PECADO
Porque todo pecado deja una reliquia, deja un daño, produce un daño en el corazón. Perdemos sensibilidad y ternura, perdemos capacidad de comprensión… Perdemos paciencia, alegría y optimismo. El pecado es un gran ladrón que roba, despoja, y vacía el corazón.
Y el Señor, en su infinita misericordia, -como el padre de aquel hijo pródigo-, sale todos los días a nuestro encuentro para ver de qué manera nos puede ayudar. Y en cuánto ve que nosotros tenemos un poquitito de deseo de volver, -porque no olvidemos que aquel chico no vuelve pensando: —¡Uy, mi padre me extraña!…
UN POCO DE BUENA VOLUNTAD
Él vuelve pensando en qué quiere comer, y que quizás su padre lo reciba de vuelta al trabajo. Él sigue siendo un egoísta… Ese chico que vuelve por comida y por plata, no vuelve por amor al padre. Sin embargo, vuelve con un poquito de buena voluntad y Dios puede hacer el milagro de ayudarnos, de devolvernos la vida.
Por eso, es tan importante mostrarle a Dios nuestro arrepentimiento. Y cuando hemos pecado decirle: “Señor, pequé, tened piedad, ten misericordia de mí. Me gustaría haber hecho esto mejor, ayer no te tuve en cuenta… Ayer no te recé, y traté mal a esta persona… Ayer fui impaciente y no estuve pendiente de los demás… Me crucé con un montón de gente y no la ayudé… No estuve pendiente de sus necesidades… Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí”.
ESAS INDULGENCIAS
Y Jesús acude pronto, acude enseguida a curarnos, a devolvernos la vida, a resucitar eso que se ha muerto en nosotros.
Pensemos, por ejemplo, en las indulgencias que Dios ha creado, esas herramientas y medios que Dios ha creado para borrar de nosotros, -de nuestro corazón-, las reliquias del pecado, lo que ha quedado del pecado en nosotros, como una mala hierba.
LOS CLAVELES DEL AIRE
Todos los que tenemos jardines hemos experimentado alguna vez esas plagas, -y es que hay muchas plagas en un jardín-, pero hay una concretamente que, a mí me alcanzaba siempre, y que es los ‘claveles del aire’, -le decimos así en Argentina-. Son unos parásitos aéreos, que van creciendo, creciendo y creciendo y poco a poco van debilitando, se comen toda la energía del árbol en sus ramas hasta que el árbol muere.
Y a mí, me agarraban los cítricos, los jazmines, los laureles. Y hay que estar a veces desde dos o tres horas para sacar todos los claveles del aire en un árbol o en un arbusto que hayan atacado.
EL PECADO EN EL CORAZÓN
Pues lo mismo tenemos que hacer con el corazón humano, ir sacando esas reliquias del pecado, esas malas hierbas que crecen en el corazón, que van quedando como reliquias del pecado.
Y lo hacemos con la confesión, con la comunión, con la contrición y con la penitencia que tiene como fin la conversión del corazón.
BORRAR LAS RELIQUIAS DEL PECADO
Pero también, con esa herramienta que Jesús ha querido que tengamos, que son las indulgencias, que borran justamente las reliquias del pecado. Y eso que deberíamos purgar justamente en el Purgatorio, como que Jesús hace con una trampa, y nos dice: —Bueno, mira, si haces esto, yo estoy dispuesto a hacer que tengas que padecer menos para curar el corazón; que tengas que estar menos tiempo en el hospital curando el corazón de esta enfermedad que debías curar. Te voy a dar un remedio mágico… Voy a hacer un poquito de trampa.
LA TRAMPA DE DIOS
Eso es una indulgencia, una trampa que hace Dios para curarnos más rápido el corazón, nos mete en un hospital de urgencia y nos cura mucho más rápido… Incluso puede curar muchas reliquias del pecado con la indulgencia.
Hay indulgencias que realmente son muy valiosas, porque borran toda la pena debida por nuestros pecados. Todo ese daño, todas esas heridas que ha causado el pecado.
LAS MISAS GREGORIANAS
Pienso ahora, en la indulgencia que se da cuando rezamos treinta Misas seguidas por una persona que ha partido, que se ha ido al Cielo; si tenía algo para purificar en el Purgatorio, con esa indulgencia, con estas treinta Misas Gregorianas, su corazón queda plenamente purificado, y ésto algo que ha sido tan precioso a lo largo de los siglos.
La gente, dejaba herencias enteras para que se rezara en estas treinta Misas Gregorianas, para que pudiese ser su corazón completamente purificado. Obviamente, las indulgencias no tienen precio, y sería una locura volver a esa barbaridad. Los dones de Dios no tienen precio. No se les puede poner un precio. Son gratuitos, ¡tienen que ser gratuitos! Y lo bonito de esas indulgencias, es la lógica de Dios que está detrás, que es: —Estoy dispuesto a borrar todas las reliquias del pecado que hay en nuestro corazón, gratuitamente.
INFINITA MISERICORDIA
Pensemos en ese Padre Misericordioso, que todos los días se asoma al balcón de nuestro corazón, para ver si estamos mínimamente arrepentidos… Y a partir de ese arrepentimiento, de ese pequeño gesto de arrepentimiento, decirle: “Jesús, límpiame el corazón. Jesús, dame un corazón nuevo. Jesús, pequé, ten piedad y misericordia de mí”… Y a partir de ese pequeño gesto, Jesús obre el milagro nos cure el corazón.
Pidámosle al Señor, que siempre lo miremos confiándonos y descansando nuestro corazón en sus brazos misericordiosos. Que así sea.
Señor, que en este tiempo haga un momento de introspección en mi vida, en mi alma, que vea mis pecados… Y que, así como el hijo pródigo, acuda a Ti en la confesión, realmente arrepentido, para que sanes mi alma.
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