AMOR ARTESANAL
Hoy es sábado y es mayo. Entonces vamos a centrar nuestra oración en nuestra Madre Santa María. Lo que queremos es honrarla, quererla… y demostrarle ese cariño de manera personal. ¿Cómo le hacemos? ¿Qué hacemos?
No sé si te ha llamado la atención el auge que han tenido en los últimos años los productos artesanales. A mí sí. Esos productos hechos totalmente a mano o con la ayuda de herramientas manuales, o incluso medios mecánicos, siempre que la contribución manual directa del artesano siga siendo el componente más importante del producto acabado.
No sé. Hay algo en ese “hacerlo con las manos”, dejar la propia huella, el toque único, personal. Tienen siempre algo original, distinto, propio.
Cada día veo sobre mi escritorio unas artesanías de mi tierra natal, bastante creativas, bonitas. Que dicen: “Nuestros productos son fabricados a base del fruto del árbol de morro, los cuales son elaborados totalmente a mano con el esfuerzo y dedicación de mujeres cabeza de hogar de la comunidad Miraflores en San Luis Talpa, La Paz, El Salvador”. (https://manosamigas.com/productos/)
Bueno, a la gente le gustan; a mi me gustan. Y pueden ser productos muy parecidos porque hay un modelo, pero siempre son distintos, siempre está ese algo.
¿A qué viene todo esto? A que, al menos yo, estoy convencido que las prácticas de devoción marianas son artesanales.
Un Avemaría es la misma aquí y en la China, pero cuando la rezamos tú o yo tiene ese algo personal. Nos sale del interior del alma y la decimos a nuestra manera, con nuestras intenciones; también a veces con nuestras distracciones… Pero es mía, y nadie la puede rezar por mí si yo no la rezo.
Y cuando la recibe Santa María, “cuando la recibes Tú, Madre mía, la recibes de mis labios; es una caricia mía”.
Y así sucede con toda práctica de devoción mariana. Todo Rosario es Rosario, pero no es el mismo Rosario. Todo Angelus (o Regina Coeli ahora en Pascua) es el mismo y no es el mismo a la vez.
Las tres Avemarías salen artesanalmente cada noche de la habitación de un hijo que no puede dormirse sin decirle buenas noches a su Madre del Cielo.
Por eso te pregunto: ¿te animas a ser artesano; a ser buen artesano? ¿a tener para María un amor artesanal? Ahí están los modelos o el molde, pero falta hacerlo personalmente, con nuestras manos.
¿Cuáles? tal vez me preguntas, o ¿cómo?
Bueno, la costumbre de rezar las tres Avemarías por la noche. Ya terminó el día y comienza a avanzar la noche. ¿En qué pensamos? ¿En qué hemos pensado? Los hombres somos los únicos seres que podemos pensar. Es más, podemos pensar que pensamos.
Ahora, piensa tú. ¿Cuál suele ser mi último pensamiento del día? Muchos pensamientos yendo y viniendo (mil cosas, ojalá todas buenas…) Es más, ojalá que nuestro último pensamiento de cada día fuera para Dios a través de las manos de su Madre, que es Madre nuestra.
UNA TIERNA NECESIDAD
Se me venía a la cabeza aquella frase de lógica aplastante que escuché en una ocasión: “Para no tener malos pensamientos hay que tener buenos pensamientos”.
Bueno, ¿y qué mejor que terminar bien el día, ya cuando nos vamos a dormir? Un minuto de rodillas. Algunos lo hacen con los brazos en cruz, extendidos, y pidiendo por la virtud de la Santa Pureza. Así rezan las tres Avemarías algunos. A la Virgen le gusta y para nosotros se vuelve una tierna necesidad.
Hace poco llevaron de emergencia a una joven que conozco al hospital: apendicitis. Todo bien, un éxito en la operación. Pero los médicos se acercaron a su mamá. Habían quedado edificados: “Nunca he visto a una persona luchar tanto contra la anestesia” le decían.
Iba camino a la sala de operaciones rezando sus tres Avemarías. Y cuando la estaban preparando en sala de operaciones, antes de ponerle la mascarilla para terminar de dormirla, les dijo: “Espérenme”, se persignó y les dijo: “Ya pueden seguir”. Su mamá, un poco extrañada, le preguntó a ella qué había pasado. Y con toda naturalidad le respondió: “Es que no podía dejar de rezar mis tres Avemarías antes de dormirme y aprovechar para ofrecer mi operación”. ¡Vaya lección!
Santa Teresita del Niño Jesús decía que las mamás quieren a sus hijos también cuando se quedan dormidos en sus brazos. ¡Ojalá termináramos nuestros días justo así! “Madre mía, yo quiero terminar mis días en tus brazos”.
Otra artesanía. Piensa: ¿a quién no le gusta recordar cosas buenas que ha hecho con los amigos o con la familia? Y si es en una reunión familiar y con los amigos y los recordamos entre todos, uno se la pasa todavía mejor. Y uno se ríe, y cada uno comenta.
Pues existe una práctica de piedad que nos invita a hacer eso con la Virgen para recordar, con Ella, los momentos más importantes de su vida, sus alegrías más grandes: cuando supo que iba a ser la Madre del Mesías y cuando supo que Jesús resucitó…
Se llaman así por las primeras palabras que se dicen cuando se rezan en latín: Angelus Domini nuntiavit Mariae (El ángel del Señor anunció a María) o Regina Coeli laetare alleluia (Alégrate Reina del Cielo aleluya).
¿Cómo empezó esta costumbre? Pues el Ángelus es muy antiguo. Es el tiempo de las Cruzadas, por allá por los años 1000 y 1100, cuando los cristianos marchaban a reconquistar la Tierra Santa.
Ellos se encomendaban a la Santísima Virgen rezando tres Avemarías por la mañana, al mediodía y al atardecer. O sea, si rezaban tres Avemarías a las 06:00, a las 12:00 del mediodía y a las 18:00 de la tarde.
También lo hacían los que se quedaban en sus casas, pidiendo por sus familiares o amigos que se habían ido a reconquistar las tierras donde habían vivido Jesús y su Madre.
TERMINAR EN BRAZOS DE MARÍA
Pasaron los años y la gente fue metiendo antes de cada Avemaría unas jaculatorias -unas frases cortas- que recordaban el momento más increíble de la historia, la Encarnación del Hijo de Dios en el seno purísimo de Santa María.
Y así llegó hasta lo que rezamos ahora. Nos hemos quedado con el que se reza a mediodía. Pero nos podemos imaginar que si cada uno lo hace a las 12:00 del mediodía, mientras va girando la tierra, el Ángelus va dando la vuelta al mundo, como esa antorcha que se pasan los atletas uno a otro.
Una artesanía más. Todos intentamos tratar bien a las personas a las que les tenemos cariño. ¿Cómo? Pues haciendo lo que a esas personas le gusta. Y, si el cariño es auténtico, si es verdadero, soy feliz haciéndolas felices.
Pues resulta que a Santa María le gusta el Rosario. Y creo que todos le tenemos cariño a Ella. Pues ¡a demostrárselo!
El Rosario empezó porque la gente cuando iba a las iglesias y no era la hora de la misa, se encontraban a los sacerdotes rezando los salmos. Pero los rezaban en latín y no toda la gente sabía latín. Entonces, para mientras se ponían a rezar Avemarías.
Decían que cada Avemaría era como una rosa que le daban a la Virgen. ¿A qué mujer no le gustan las flores, las rosas?
Y empezaron a rezarlas en grupitos de diez Avemarías y aprovechaban para pensar en alguna escena de la vida de Jesús y de María en cada grupito. Y así salieron los misterios. Entonces era como llevarle un ramo de rosas por cada misterio y por cada Rosario.
Es más, en esa época los enamorados regalaban a sus enamoradas una corona de flores o de rosas. En alemán se llamaba Rosencrantz -justo de ahí viene la palabra Rosario. Y resultó que a la Virgen le gustó muchísimo.
Pues mira, todo a raíz de un Avemaría. Y ahí tienes tres artesanías de amor que tú mismo puedes regalarle a tu Madre Santa María. Hay más, pero se nos acaba el tiempo…
“Madre mía, nos hemos dirigido poco a ti, pero la intención de este rato de oración eres precisamente Tú. Madre mía te quiero, te queremos. Y hago el propósito, en este mes de mayo, de demostrártelo artesanalmente, con sello propio, con mis manos, con mi alma, con mi corazón”.