Cuenta el Evangelio que salió Jesús de la sinagoga y los fariseos planeaban el modo de acabar con Él. El Señor se entera y se marcha de allí.
Nos podemos imaginar qué fea noticia, enterarse de que te quieren matar. Ni si quiera hoy en día es fácil mantenerse a salvo si alguien se propone seriamente matarte.
Imaginate en esa época y siendo los fariseos los que lo estaban planeando…
Jesús, entonces, se aleja, pero la gente lo seguía. Muchos lo siguieron y el Señor los curaba a todos y les mandaba, a la vez, que no lo descubrieran. Quería mantenerse en ese bajo perfil.
Cuenta san Mateo que así se cumplió una profecía de Isaías que decía:
“Miren al siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él puse mi Espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No gritará, no porfiará, no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará hasta implantar el derecho: en su nombre esperarán las naciones”
(Mt 12, 18-21).
Fijate el contraste entre Jesús, con quien ahora queremos hablar. “Vos Jesús, aun cuando la gente te sigue y los curás a todos y están con Vos, sin embargo, no vas al choque, no vas gritando, no se escuchará tu voz en las calles, sino que les pedís que no te descubran”.
MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN
Qué distinto el Señor que es manso y humilde de corazón con una actitud atropelladora y soberbia que tantas veces podemos ver o, incluso, sentir un poco en nuestro corazón.
Jesús cura, es aclamado, pero prefiere como desaparecer. Hacer el bien de manera un poco más oculta, en vez de hacerse notar.
Tampoco va gritando ni quiere aplastar, ni siquiera a los fariseos, sino más bien se ve que quiere hacer el bien y quizás recuperar a aquellos que están lejos del bien y así acordar todo esto al comienzo.
Quizás viste la película “El árbol de la vida”. Empieza con una reflexión de una de las protagonistas -de la madre de la familia- que recuerda cómo, en su infancia, las hermanas le enseñaban que había dos caminos en la vida que se pueden seguir: el de la naturaleza o el de la gracia y que hay que elegir.
“La gracia no busca agradarse a sí misma, acepta ser desairada, olvidada; no agrada, acepta los insultos y las heridas.
La naturaleza solo busca agradarse a sí misma y conseguir agradar a otros. Le gusta dárselas de gran señora, salirse con la suya. Encuentra razones para ser infeliz cuando todo el mundo que la rodea resplandece y el amor sonríe a través de todas las cosas.
Nos enseñaron que nadie que amara el camino de la gracia acabaría mal…”
Así empieza esta película y lo recordaba por esta actitud del Señor que actúa para el bien de los demás, no para sí mismo.
CONFIANZA EN DIOS
“Pensaba Jesús, ante este Evangelio que hoy nos presenta la misa en estos diez minutos que hablamos con Vos, pensar en primer lugar en cuánto confiamos en que Vos estás actuando, quizás de manera más escondida que otras cosas que notamos que agreden, que tiran para abajo, problemas, el mal que muchas veces es bullicioso; que es todo lo contrario, busca hacerse notar”.
Cuántas veces se hace gala del mal, del pecado, incluso se exagera como si todo el mundo estuviera de acuerdo en eso y nos podría venir un poco la sensación de que acá no hay nada que hacer, acá no hay quien se salve, que todo es muy difícil.
Sin embargo, fijate cómo Dios sigue siendo Dios y está actuando en el mundo, quizás de manera más silenciosa, pero está en los corazones. “Estás Señor y te podemos buscar ahora al hacer un rato de oración”.
En este momento es buscar esa acción divina que alimenta nuestra alma, que alimenta el bien…
Seguir la vida del espíritu sin dejarse abrumar por el mal, confiando con la seguridad, además, de que el bien triunfará.
También aprender de Jesús -manso y humilde de corazón- a hacer el bien de una manera discreta, porque Jesús curaba, no quería hacerse notar y estaba buscando el bien de aquellos que lo rodeaban, que lo necesitaban, que le daba pena que estuvieran así y Él podía ayudarlos y los ayudaba.
¿POR QUÉ HACEMOS EL BIEN?
Nosotros ¿por qué hacemos el bien? ¿Para que nos aplaudan? ¿Para que nos reconozcan? ¿Para que nos agradezcan? ¿O para darle gloria a Dios? ¿O porque en el fondo es una gracia poder hacer el bien?
¡Qué bueno que lo hagamos! Y en gran medida, para que el Espíritu Santo siga actuando.
Dice en esa profecía que cita san Mateo, que el Espíritu estaba sobre él y el Espíritu está actuando y está también en nuestros corazones, tiene esa eficacia.
Qué bueno que le demos cauce, que pueda actuar, que estemos procurando hacer el bien y, a veces, de manera escondida.
Quizás en cosas que ni siquiera me corresponden o que nadie me pidió, que no tengo obligación, pero para la gloria de Dios, por amor al bien, para servir, para ser discípulo de Jesús. “Para imitarte a Señor a Vos tenemos esta posibilidad: hacer el bien”.
Así, aunque en ocasiones parezca que el mal triunfa en este mundo, porque hay muchas situaciones que son lamentables -hay mucha ignorancia- sin embargo, la verdadera batalla será en cada corazón, ahí es donde se juega la pelea entre el bien y el mal.
QUE TRIUNFE EL BIEN
Lo primero que el Señor nos encomienda es nuestro corazón, que ahí triunfe el bien, aunque sea de manera escondida, siempre podemos elegir el bien en vez del mal, con tu ayuda Señor.
Siempre podemos amar en vez de odiar; perdonar en vez de guardar rencor; ayudar, en vez de quedarnos en nuestras cosas y ahí está actuando el Espíritu.
Además, esa semilla de bien dará fruto también en otros corazones, quizás de manera también discreta, sin que se note mucho, pero a la vuelta del tiempo, tantas veces se ve esa eficacia de una acción que se hizo desinteresadamente, correspondiendo a una gracia de Dios y que después da su fruto en los demás, también en este mundo.
Vamos a llenarnos de optimismo y “hoy Señor, danos la fuerza para que seamos continuadores de tu acción buena en este mundo”.
Se lo pedimos a la Virgen, ella cuya vida es la más luminosa, la que más ayudó a este mundo después de la de Jesús y que fue una vida escondida; que ella nos ayude: Madre nuestra a querer -hoy y todos nuestros días- a hacer el bien discretamente, dando gloria a Dios.