DESDE TIEMPOS ANTIGUOS
Te has fijado tal vez de que desde tiempos muy antiguos, prácticamente en todas las civilizaciones han existido los refranes y los proverbios. En el Antiguo Egipto y Mesopotamia, en la China ancestral, los famosos dichos de Confucio.
Pero incluso, en el Antiguo Testamento tenemos un libro entero dedicado a los proverbios que se llama así, libro de los Proverbios. Pero en muchos libros de la literatura sapiencial de Israel y también literatura sapiencial ahora nuestra, en el Antiguo Testamento, contamos con esa sabiduría popular en frases muy cortas que llegan directamente al mensaje, al núcleo del mensaje.
Esto por una parte, porque la sabiduría popular se transmite más fácilmente, se puede decir, por pedazos. Es decir, a través de enseñanzas cortas pero muy concretas. Eso sí, suelen encerrar una gran sabiduría: El árbol que nace torcido… Más vale pájaro en mano… Dime con quien andas.. etcétera, etcétera.
COMPLETAR LAS PIEZAS
Y un segundo motivo es que estos proverbios o refranes, suelen dejar tarea para la casa. Es decir que el aprendizaje depende también de quien lo escucha que tiene que completar las piezas de ese rompecabezas, tiene que tiene que poner a funcionar sus dos neuronas en la cabeza para completar el acertijo y quedarse con una idea clara de lo que se le quiere transmitir.
¿Y tú Señor, que asumes nuestra condición humana en todo menos en el pecado, también asumes este modo nuestro de hablar? Es verdad que en ocasiones los discípulos y también nosotros, estamos un poco espesos de mente y sobre todo espesos del corazón, nos cuesta también comprender y no entendemos entonces a la primera.
Pero quién no se acuerda, por ejemplo, de esas parábolas del hijo pródigo o la del buen samaritano. Quién puede olvidarse del famoso 70 veces 7. Eso es así porque resulta que son imágenes sencillas pero con una profunda enseñanza que también nos dejan tarea para la casa.
“Los discípulos, como nosotros tantas veces en la oración, tenemos que pedirte ayuda Señor. Maestro, explícanos la parábola ¿Qué quieres decirme con lo que acabo de escuchar? ¿Qué quieres que cambie de mi vida con lo que acabo de leer?.
¿QUÉ QUIERES QUE CAMBIE? ¿QUÉ ME QUIERES DECIR?
Este es un consejo buenísimo para quienes tienen la práctica de leer todos los días un rato del Evangelio, sentirme interpelado por el Evangelio ¿Señor, quieres que cambie? ¿Señor, qué me quieres decir?.
Y en el Evangelio de hoy Señor, tú haces lo mismo. Hoy vemos que se agolpan las multitudes para verte y escucharte y son tantas que uno no se puede ni mover. Eso es el caos máximo. Y tú, para poder seguir atendiendo a todos pero con más orden, pides ir a la otra orilla del lago.
Y allí continúa el trabajo de enseñar y de curar. Y en esas estamos cuando se acerca uno de los escribas y te dice:
“Maestro, te seguiré a donde vayas”
(Mt 8, 19).
Claro, la intención al menos con estas palabras me parece que es buenísima. Pero como sucede en el otro episodio muy parecido, el episodio del joven rico. Tú Señor, verdadero hombre y verdadero Dios, puedes alcanzar lo más profundo de nuestras almas muchísimo mejor que nosotros mismos.
Y así puedes ayudarnos a ver lo que nos hace falta para seguir esa buena intención, para que no quede solamente en palabras. Y ante esta declaración de valentía de este escriba, que se parece al: vayamos y muramos con él,que dijo Thomas; o ese, aunque todos los demás te abandonen yo nunca lo haré, de Pedro.
SIN QUEDARME ATRÁS
Tú Señor, que conoces nuestra condición humana y también por aquello de que todos somos valientes hasta que la cucaracha vuela, respondes a ese escriba con un dicho:
“Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”
(Mt 8, 20).
Señor, nuevamente diste en el clavo porque este pobre hombre le ayudaría muchísimo este deseo de seguirte si viviese el desprendimiento de las cosas materiales, si viviese el abandono en las manos de Dios. Y solo así podrá cumplir ese deseo bueno de seguirte, Señor, en todas las circunstancias.
En el Evangelio de hoy Señor, tu respuesta es indirecta. Pero el escriba, seguramente se sintió interpelado, es que sabía que la cosa era con él. No puede pretender una entrega a medias. Y esto lo hemos escuchado también nosotros miles de veces, que a ti Señor o se te sigue o se te pierde.
Que esa llamada a seguirte Señor, es una llamada siguiendo el ritmo de tu paso sin quedarnos atrás. Y esa misma idea se repite en lo que sucede a continuación. Porque esta vez no es un escriba el que te pregunta si no uno de tus discípulos Señor, que también viene con las mejores intenciones de entrega.
UN CHEQUE EN BLANCO
Pero el contrato que quiere hacer contigo no es un cheque en blanco. Y contigo Señor, lo más inteligente que podemos hacer es eso, entregarte un cheque en blanco. Sino que este discípulo viene con un contrato con letra pequeña. Quiere seguirte a donde vayas pero te dice:
“Permíteme ir primero a enterrar a mi padre”
(Mt 8, 21).
Y tu respuesta es dura Señor pero seguramente nos parece así porque desconocemos lo que habrás visto tú en el corazón de ese discípulo tuyo. Seguramente esta es la respuesta que él necesitaba:
“Deja a los muertos enterrar a sus muertos, tú sígueme”
(Mt 8, 22).
Es decir, no pongas más excusas.
Este seguir a Cristo es perfectamente compatible con ese cuarto mandamiento el dulcísimo precepto de honrar a padre y madre. Pero este mandamiento no puede ser un obstáculo para seguir a Dios, todo lo contrario debería ser perfectamente compatible.
Y éste es un Dios que nos exige también a través del lenguaje poético. Es un Dios, que tantas veces nos exige y no por crueldad sino porque sabe que podemos dar más.
Amigo mío que me escuchas y que intentas también tener tu diálogo personal con Jesús, en estos 10 minutos con Jesús América Latina, te invito a meterte en el Evangelio como un personaje más. Hoy eres este escriba de Cafarnaúm; hoy eres este discípulo de Jesús.
TÚ NOS RESPONDES
Te has preguntado alguna vez ¿Con qué refrán te respondería Jesús si le preguntaras por lo que te hace falta para crecer en santidad, por lo que te falta para seguirlo? Yo me atrevo a ponerte unos ejemplos, a ver si es por casualidad la pego.
Tal vez el Señor te respondería: cada quien sabe dónde le aprieta el zapato; porque capaz lo que quiere es que hagas con sinceridad con mayor diligencia tu exámen de conciencia.
O desde que se inventaron las excusas, nadie queda mal; si lo que pretende Dios es que mejores en la sinceridad contigo mismo y con los demás. O el ocio es la madre de todos los vicios; ese dicho popular que nos sirve mucho si pasamos demasiado tiempo en internet en lugar de aprovechar el tiempo en las cosas que tenemos pendientes.
O a Dios rogando y con el mazo dando; si es que tienes en tu lucha por la santidad una tendencia al voluntarismo y no confías tanto en los medios sobrenaturales o si por el contrario pides ayuda a Dios pero no te decides a poner los medios que él mismo te pone a tu disposición.
SEGUIRTE SIN RETRASOS
En fin, que yo creo que seguro Dios acertara con ese consejo que te hará ver en tu oración personal. Lo importante es que no endurezcamos el corazón. Oír el Evangelio de hoy no nos dice la respuesta del escriba o del discípulo pero en todo caso, sabemos que para poder seguirte, hace falta hacerte caso Señor.
Que no nos pase como el joven rico, que creía vivir una vida ejemplar pero no aceptó la recomendación de Jesús. A este joven rico se podría aplicar aquello mismo del consejo: vendo que para mí no tengo. Y en todo caso una vez contando con ese consejo tuyo Señor, vienen necesariamente siempre la paz y la alegría.
Yo creo que en esto tenemos todos algo de experiencia. Pero te dejo con unas palabras, que me parece a mí que son de las más bonitas que jamás alguien haya escrito para reflejar esto de decidirse a seguirte Señor, decidirse a seguirte definitivamente sin retrasos”.
TARDE TE AMÉ
Y yo creo que, al hacer propias estas palabras, le agradecemos a Dios ese respeto delicadísimo por nuestra libertad. Mientras que al mismo tiempo pedimos la fuerza y la valentía para poner esa misma libertad nuestra a sus pies.
Me refiero a estas palabras del famoso “Sero te amavi” Tarde te amé de las Confesiones de San Agustín:
“¡Tarde te amé
belleza tan antigua y tan suave,
tarde te amé!
El caso es que tú estabas dentro de mí y yo fuera.
Y fuera te andaba buscando.
Y deforme como era yo,
me echaba sobre la belleza de tus criaturas.
Tú estabas conmigo pero yo no estaba contigo.
Me tenían prisionero lejos de ti aquellas cosas,
que, si no existieran en ti, serían inexistentes.
Me llamaste, me gritaste y rompiste mi sordera;
brillaste y tu resplandor hizo desaparecer mi ceguera.
Exhalaste tus perfumes y respiré hondo
y suspiro por ti.
Te he saboreado y me muero de hambre y de sed.
Me has tocado y ardo en deseos de tu paz”.