;Cuando Jesús terminó de decir estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaún.
Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor. Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: «El merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga».
(Lc, 7, 1-10)
Comienza así el evangelio que nos propone la liturgia del día de hoy.
Y este fin de semana me pasó algo similar en el sentido de que me escribió una persona por instagram, preguntándome si podía ir a dar la unción de enfermos a una amiga suya; porque efectivamente había hecho muchas cosas buenas a lo largo de su vida y ahora tenía un cáncer que le tenía postrada en cama.
Y la verdad es que después de organizarme fui el fin de semana a atenderla, cuando entre vi a esta señora que no conozco la historia pero quería recibir el perdón de Dios, y se me hizo similar la historia.
Señor Jesús, ahora que estoy haciendo este rato de oración me doy cuenta que utilizas muchas veces a personas para mostrarte misericordioso con todos tus hijos.
A veces no nos damos cuenta pero somos instrumentos de misericordia, para llevar adelante esta misión clarísima de que estamos hechos no para esta vida sino para la vida eterna; para ese Reino de lo Cielos que tiene que ir creciendo poco a poco en nuestros corazones.
Que sepamos ser realmente personas que difundan el Reino De Dios para conmover los corazones, para no dejar a nadie sin ese último servicio de reconciliación con Dios antes de encontrarle cara a cara.
¿SE PUEDE AFRONTAR CON SERENIDAD LA MUERTE?
Todos nosotros tenemos que pensar, ¿Cómo se puede afrontar con serenidad la muerte?
Decía el Papa Francisco hace unas semanas:
«La resurrección de Jesús no da solamente la certeza de la vida más allá de la muerte, sino que ilumina también el misterio mismo de la muerte de cada uno de nosotros.
Si vivimos unidos a Jesús, fieles a Él, seremos capaces de afrontar con esperanza y serenidad incluso el paso de la muerte.»
( Papa Francisco,Audiencia general 27 de noviembre de 2013.)
Esto claro nos remueven el corazón, la semana pasada venía una señora que había abortado; me platicó y su preocupación era que su hija iba a sufrir mucho si nacía, seguramente venía con enfermedades.
Pero cuando yo le hablé del cielo y de que todos estábamos hechos para el más allá, se le abrieron los ojos de lo que había hecho, se conmovió y me conmoví yo.
Es que Dios nos crea para gozar eternamente de su misericordia en el cielo y todas esas almas de los chicos que han sido abortados no han pasado por el mérito de ir ganando cosas para tener un cielo más grande, se les coarta de alguna forma.
Antes se pensaba que iban al Limbo, ahora la teología ha evolucionado y sabemos que se quedan en el cielo, pero es distinto el cielo en el que no han tenido ningún mérito para tener un cielo más grande.
Independientemente de la gran injusticia que el aborto comete y que lastimosamente muchas personas están equivocadas porque no saben esta dimensión infinita del alma.
CADA DÍA QUE PASA TE APROXIMA A LA VIDA
Debemos estar preparados nosotros siempre para la muerte, cada día que pasa te aproxima a la vida.
¿Has visto, en una tarde triste de otoño, caer las hojas muertas? Así caen cada día las almas en la eternidad: un día, la hoja caída serás tú.
(Camino, 736)
Cuando estaba viviendo en Roma uno de mis encargos era barrer las hojas que caían en plazas y calles, un encargo famoso que hay ahí; y caían miles de hojas, podía uno barrer toda la tarde y seguían cayendo más, en otoño especialmente.
Y eso pasa también, son miles de personas las que mueren diariamente y un día los que se van a ir somos tú y yo.
Dice también en “Camino”:
No has oído con qué tono de tristeza se lamentan los mundanos de que «cada día que pasa es morir un poco»? Pues, yo te digo: alégrate, alma de apóstol, porque cada día que pasa te aproxima a la Vida.
(Camino, 737)
La muerte llegará inexorable. Por lo tanto, tengamos ese convencimiento de que tenemos que ganarnos el cielo a base de buenas obras, de intentar ser mejores nosotros mismos.
Cuenta que lo importante no es las cosas que tienes en este mundo sino los méritos que haces para ganarte el más allá.
Sabemos que el cielo definitivamente es un don de Dios; nosotros no podemos hacer nada, es imposible al hombre ganarse el cielo, pero para Dios nada es imposible, nos dice Jesucristo.
Por esa misma convicción tenemos que esforzarnos por hacer obras buenas cada día, y tener ese espíritu de arrepentimiento para recomenzar la lucha cuando caemos o nos desviamos.
Que importante es tener esa sensibilidad, centrar la existencia en la vida eterna y no en esta vida.
Como padecen tantas y tantos, unos porque se les acaba la vida, les duele dejarla, otros porque es dura, les parece terrible, a otros les aburre. No cabe, en ningún caso: el errado sentido de justificar nuestro paso por la tierra como si fuera un fin.
LÓGICA DE LA VIDA ETERNA
Hay que salirse de esa lógica, y anclarse en la otra: en la lógica de la vida eterna.
Se necesita un cambio total: un vaciarse de sí mismo, de los motivos egocéntricos, que son caducos, para renacer en Cristo, que es eterno.
Hay que seguir adelante con alegría, con esfuerzo, sabiéndonos nada, volviéndonos a levantar una y otra vez para ir a Jesucristo.
A veces la vida de las personas sobre la tierra es bastante dura.
EPOPEYA DE LAS CRUZADAS
Acabo de leer la novela de la “Epopeya de las Cruzadas” de René Grousset que habla de un rey que se llama Balduino IV que fue rey de Jerusalen, y tuvo unas acciones heroícas y salvó a la cristiandad y mantuvo el imperio.
Hay mucha novela negra sobre las Cruzadas, pero realmente el reino franco se instaló en Jerusalen después de muchas dificultades y estuvieron durante bastante siglos ahí; y este es uno de los últimos reyes que se llama Balduino IV,
“El príncipe heroíco cuyo reinado no había sido más que una lenta agonía rindió su alma a Dios el 16 de marzo de 1185, si se piensa que no tenía más que 24 años y todo lo que había podido realizar en esos breves años.
A pesar de su lepra, de su incapacidad y de su ceguera finales, queda uno sobrecogido de respeto y admiración habiendo sabido mantener hasta su último suspiro la autoridad monárquica y la integridad del reino”.
Supo también morir como un rey y este niño leproso supo hacer respetar su autoridad y luchar por la fe en Jesucristo. Un hombre de una valía impresionante.
Y Dios le da la lepra, una enfermedad terrible, a él, un rey que estaba llamado a defender Tierra Santa. Es que a veces no se comprenden las cosas de Dios. Pero hay que vivir así, y tú y yo tenemos que vivir así, sin miedo a la muerte.
“Si eres apóstol, la muerte será para tí una buena amiga que te facilita el camino”.
(Camino 735)
“CUANDO PIENSES EN LA MUERTE, A PESAR DE TUS PECADOS, NO TENGAS MIEDO… PORQUE EL YA SABE QUE LE AMAS
A los «otros», la muerte les para y sobrecoge. —A nosotros, la muerte —la Vida— nos anima y nos impulsa.
Para ellos es el fin: para nosotros, el principio”
(Camino, 738)
“Tú —si eres apóstol— no has de morir. —Cambiarás de casa, y nada más”.
(Camino, 744)
Vamos a pedirle al Señor que nos llene de esta fuerza de tener esta visión sobrenatural para aceptar todas las cosas que nos vienen de sus manos, las enfermedades, las cosas que no deseamos.>
Y poder reaccionar siempre con esa visión del cielo haciendo que el Reino de Dios crezca en cada uno de nosotros y que fructifique luego en el cielo con nuestro apostolado y con esos méritos para ganarnos el cielo que es un don de Dios.