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P. Federico

6 min

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METEOROLOGÍA

Hoy todos somos expertos en cuestiones meteorológicas. Pero, ¿cómo andas de temperatura espiritual?, ¿cómo anda tu clima interior? Sepamos tener respuesta por estar cerca de Dios, “un poco más arriba” de cualquier turbulencia. O también buscar consejo en quien nos puede guiar.

Hoy todos somos expertos en cuestiones meteorológicas. Aparece el clima y el pronóstico del tiempo en tu teléfono. Hasta los carros te dicen la temperatura interior y exterior.

Y resulta que viene “Julia” azotando nuestros países (aprovechamos para rezar por las víctimas y por los damnificados de Julia).

Pues primero Julia es huracán, después tormenta tropical, después depresión tropical y después es historia; y venga el siguiente…

Y el pronóstico del tiempo para hoy en la tarde o para la próxima semana o para el viaje que vamos a hacer…

SOMOS EXPERTOS EN EL CLIMA

Tengo un hermano que compró en internet una estación meteorológica con pantalla gigante y reloj atómico para tener en su propia habitación.

¡Somos expertos en meteorología!

Entonces surge la pregunta: ¿cómo andas de temperatura espiritual…? ¿Cómo anda tu clima interior…?

Tú, Jesús, decías a las multitudes:

«Cuando ven que sale una nube por el poniente, enseguida dicen: —Va a llover. Y así sucede.

Y cuando sopla el sur, dicen: —Viene bochorno, y también sucede.

¡Hipócritas! Saben interpretar el aspecto del cielo y de la tierra.

Entonces, ¿cómo es que no saben interpretar este tiempo? ¿Por qué no saben descubrir por ustedes mismos lo que es justo?»

(Lc 12, 54-57).

Por supuesto que no está mal saber el estado del tiempo y el pronóstico del clima o de las tormentas.

Y, es cierto, a nadie le gusta que le llueva en su boda.

Es más, en algunas profesiones esto es importantísimo; por la cosecha, por el transporte marítimo o aéreo, o por otras razones.

meteorologia

APLIQUEMOS LAS PALABRAS DEL SEÑOR

En la práctica de algunos hobbies también resulta muy importante; porque no es lo mismo salir a correr en un día soleado que cuando está nevando. No es lo mismo surfear en unas condiciones que en otras.

Yo recuerdo que, entre surfistas, los viernes por la noche todos ya tenían los datos para la surfeada del sábado por la mañana: «Las olas están de seis pies en tal playa”, “acordate que es luna llena” (porque la luna influye en las mareas).

O te dicen que hay viento off-shore” (o sea: de la costa hacia el mar; que hace que las olas se eleven, se levanten más, y pueden llegar a tirar tubo)…

Por no decir que las olas marcianas (o sea, del mes de marzo) tienen especial fuerza, o la conciencia de cuándo había marejada para esperar un mar violento y olas más grandes de lo habitual. ¡Es cierto! ¡No da lo mismo!

Pero apliquémonos las palabras del Señor. Ojalá supiéramos tanto de nuestro clima interior, de los ambientes que nos convienen y de aquellos que no, como de estas cuestiones climáticas…

A mí me recordaba a aquello que se cuenta de cómo en una ocasión:

“Un famoso científico alemán quiso realizar una expedición por el Amazonas. Era una eminencia en los diversos ramos del saber. Llegado al Brasil, le pidió a uno de los naturales del lugar que lo llevara en su barca, río adentro. El joven aceptó con gusto.

Durante la travesía, el sabio preguntó al joven: ¿Sabes astronomía? No. ¿Y matemáticas? Tampoco. ¿Y biología o botánica? —No, yo no sé nada de esas cosas, señor —le respondió el muchacho, muy confundido—. Yo solo sé remar y nadar.

¡Qué pena! —le dijo el científico—, has perdido la mitad de tu vida. Y guardaron silencio.

Al cabo de una media hora se precipitó una tormenta tropical y la barca amenazaba naufragar.

Entonces el barquero preguntó al científico:—¿Sabe usted nadar, señor? —No —contestó el sabio—.

Y el muchacho, con tono apenado, le dijo: —¡Pues usted ha perdido toda su vida!” (Octubre 2019, con Él, Javier Mira).

SABER LO QUE VALE LA PENA SABER

Es un poco así el relato, pero el muchacho era más sabio que el sabio en aquellas circunstancias. Sabía lo que valía la pena saber.

Tú y yo, ¿sabemos interpretar el tiempo? Porque puede suceder que pases por un desierto del alma, o por un invierno en el que tus afectos ni se inmutan en lo que se refiere a Dios… ¿Qué haces? ¿Sabes qué despierta el fuego en tu interior…?

O resulta que pasas por tempestades, la tormenta se desata y te debates entre mil dudas o congojas. ¿Dónde haces puerto? ¿Cómo estabilizas tu nave cuando sientes que vas a la deriva?

Cuando el mal tiempo se abalanza sobre la embarcación a veces hace falta tirar por la borda todo aquello que sobra, peso inútil, por muy valiosa que se piense que es la carga que se arroja al mar. ¿Qué vas a arrojar, de qué conviene desprenderte?

Hace poco leía el siguiente relato contado por un sacerdote, él decía:

“Un amigo piloto que hacía vuelos transatlánticos solía pedirme la bendición de viaje antes de iniciar estos largos recorridos.

Un día, en el que el tiempo andaba muy revuelto por las tormentas y él se disponía a realizar uno de estos desplazamientos, le manifesté mi preocupación por las condiciones meteorológicas. No te preocupes, me dijo, es cuestión de subir un poco más. Arriba no hay turbulencias.”

UNA BUENA ENSEÑANZA

Me pareció también una buena enseñanza ascética, porque en la vida del alma sucede a veces algo similar.

Cuando andamos preocupados en exceso por lo que ocurre a nuestro alrededor (verdaderas tormentas que pueden surgir en torno a la propia familia, al trabajo… o en nuestra propia alma), debemos subir un poco más, aumentar la fe, orar más y mejor, ahondar en el sentido de nuestra filiación divina, en ese sabernos hijos de Dios.

Allí, arriba, cerca de nuestro Padre Dios, no hay turbulencias. Por el contrario, hay paz y serenidad, y podemos conocer la verdadera dimensión de las cosas y de los acontecimientos.

Todo entra en calma cerca de Dios. ¡Allí sí que hay estabilidad! Es cuestión de subir un poco…” (El día que cambié mi vida, Francisco Fernández-Carvajal).

Meteorología

¡Allí está: es cuestión de subir un poco más! ¡Es cuestión de acercarnos a Dios! O, lo que es lo mismo, es cuestión de saber pedir consejo de algún piloto (o maestro) en la dirección de las almas para que nos ayude a ir por donde conviene.

Es aleccionador como en los Hechos de los Apóstoles, narra san Lucas aquel viaje en que llevan preso a san Pablo en dirección a Roma:

«En Mira de Licia suben en una nave alejandrina que se dirige a Italia. El viaje no tiene buena pinta. Transcurrido bastante tiempo, como la navegación se hacía peligrosa (…)

Pablo les advirtió: —Veo, amigos, que la navegación va a traer peligros y serios daños no sólo para la carga y la nave, sino también para nuestras vidas.

Pero el centurión hizo más caso al piloto y al patrón que a las palabras de Pablo. (…) no mucho tiempo después se desató contra ella un viento huracanado llamado Euroaquilón.

Arrastrada la nave e incapaz de resistir el viento, quedó al capricho de las olas, y comenzó a ir a la deriva. (…) Como el temporal nos sacudía violentamente, al día siguiente aligeraron la nave, y al tercer día, con sus propias manos, arrojaron los aparejos al mar.

Durante varios días no aparecieron el sol ni las estrellas, y dado que nos venía encima una tempestad no pequeña, habíamos perdido ya toda esperanza de salvarnos.

Llevábamos largo tiempo sin comer, y entonces Pablo se alzó en medio de ellos y dijo: —Mejor hubiera sido, amigos, escucharme y no habernos hecho a la mar desde Creta, porque habríamos evitado estos peligros y estos daños.

Pero ahora los invito a tener buen ánimo, porque ninguno de ustedes morirá; sólo se perderá la nave»

(Hch 27,1-22).

SUBIR UN POCO MÁS

Hubiera sido mejor escuchar a san Pablo desde el principio; pero todo tiene arreglo todavía.

Que sepamos interpretar los tiempos, el clima, los ambientes, para nuestra alma. Y si nos hemos equivocado, que sepamos acudir a quien sabe.

Es cierto, hubiera sido mejor acudir antes, desde el principio. Pero todo tiene arreglo todavía. A veces lo que se necesita es “subir un poco más.”

Acudimos a Santa María, Estrella del mar, para que nos guíe a puerto seguro.


Citas Utilizadas

Efe 4, 1-6

Sal 23

Lc 12, 54-59

Hch 27,1-22

Octubre 2019, con Él, Javier Mira

El día que cambié mi vida, Francisco Fernández-Carvajal

Reflexiones

Señor, que sepamos subir un poco más, que sepamos aumentar la fe, orar más y orar mejor. Que sepamos ahondar en el sentido de nuestra filiación divina, en ese sabernos hijos de Dios.

Predicado por:

P. Federico

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