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P. Juan Carlos

7 min

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CREER EN JESÚS

Creer en Jesús implica ver en todas las cosas que nos suceden a Dios, encontrar la presencia de Cristo en nuestro día a día.

En este rato de oración vamos a hablar con el Señor sobre qué es creer en el Hijo de Dios.

Partimos del Evangelio que nos propone la Iglesia.

“Los judíos tomaron piedras para apedrearlo y entonces Jesús les dijo: “Les hice ver muchas obras buenas que vienen de mi Padre, ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?”

Los judíos le respondieron: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que siendo hombre te haces Dios””

(Jn 10, 31-33).

Jesucristo se ha presentado muchas veces como el Hijo del hombre, esa es la etiqueta, el nombre con el que se presenta y los judíos se dan cuenta de que se está haciendo similar a Dios, por eso les parece que comete blasfemia.

Jesucristo nos pide que creamos en Él.  ¿Cuáles son las obras de Dios? Nos dirá.  Las obras de Dios es creer en el que Dios Padre ha enviado: en Jesucristo.

“Jesús, queremos creer cada vez más en Ti, porque nos damos cuenta de que ahí está el centro de todo lo que da sentido a nuestra fe.

En nuestro conocimiento, poco a poco, que hemos hecho a lo largo de nuestras vidas, a través del catecismo, a través de todas las misas que hemos asistido, de estos mismos ratos de oración, todo se concentra, todo se dirige, todo siempre apunta a lo mismo: a creer en Ti Señor Jesús.

Te pedimos que nos ayudes a que nuestra fe sea cada vez más grande”.

SEÑOR, DANOS ESA FE

Decía san Cirilo de Jerusalén (313-350) que vivió en los primeros siglos (él es un padre de la Iglesia):

“Cree en el Hijo de Dios, Él solo y único, nuestro Señor Jesucristo, el engendrado Dios de Dios, el engendrado vida de vida, el engendrado luz de luz, el semejante en todo al que lo ha engendrado. (O sea el Padre).

El que no adquirió el ser en el tiempo, sino que antes de todos los siglos, eternamente y sin falla ha sido engendrado del Padre, sabiduría de Dios, poder y justicia.  Él se sienta a la derecha del Padre, antes de todos los siglos”

(San Cirilo de Jerusalén.  Catequesis bautismal no. 4, 7).

“Señor Jesús, danos esa fe para tener esa claridad de que tenemos que creer en Ti.  Y para creer en Ti, tenemos que aceptar tus mandamientos, tenemos que ver a la Iglesia como esa institución que Tú mismo creaste para que nos lleguen también tus bendiciones”.

Creer en Jesucristo también es acercarnos al sacerdocio para pedir al presbítero sus bendiciones, los sacramentos, para conocer cada vez más a Cristo; el Dios de Dios.

“Señor Jesús, cómo me gustaría hacer que este rato de oración sea realmente viendo tu rostro y sabemos que vemos tu rostro en los que más sufren, en las Sagradas Escrituras, que encontramos tu rostro también en la Eucaristía”.

Hay que volver al “back to the basis”, volver a lo más profundo de nuestra fe.  Creer en nuestro señor Jesucristo.

CREER EN DIOS IMPLICA CREER EN JESUCRISTO

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Uno podría decir, ¿qué es lo que tengo que creer?  Lo primero que tienes que creer es que existió, que es una persona que vivió hace dos mil años, que pisó el territorio de Palestina, que estuvo cerca de nosotros.

Creer en Dios implica creer en Jesucristo, que es su único Hijo, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, que nació de santa María la Virgen, que padeció bajo el poder de Poncio Pilato…

Todas estas cosas que repetimos en el Credo son las cosas en las que tenemos que creer, pero con convicción.

De la misma forma que yo sé que mi familia viene una parte de Ambato y otra de Riobamba, es una convicción que tengo.  Yo no estuve ahí presente, pero me imagino que mis abuelos, mis bisabuelos, venimos de ahí.  Esta es una cosa que yo ya incluyo.

De la misma forma con Cristo: creemos firmemente, aunque no nos conste.

Hay algunos que han tenido la suerte de estar en Tierra Santa y han visto muchas cosas.  Yo personalmente no he estado ahí, pero me fío de todas estas cosas.

Para mí, creer en Cristo implica también creer que Él estuvo presente en la tierra hace dos mil años en ese territorio.

¡CREER! “SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE”

Hay que intentar esforzarse por creer más en Cristo y, para eso, justamente la próxima semana -que viene a ser Semana Santa- tenemos esa oportunidad de meternos más en la historia misma de Cristo para creer más en Él.

Viviremos el Jueves Santo, la Pasión del viernes, el sábado por la noche la Vigilia Pascual.  Ocasiones irrepetibles, por así decir, de vivir cada vez más cerca de Jesús, de creer cada vez más en Él.

Hay una simpática fábula que cuenta de uno que no creía en Jesucristo, un ateo que paseaba por un hermoso bosque y estaba asombrado por tanta belleza y pensó: “¡Qué maravillas han surgido como resultado de la evolución!”

No había transcurrido mucho tiempo cuando escuchó un ruido.  Era un enorme oso que corría hacia él.

Sin perder tiempo, el ateo corrió a todo pulmón en dirección contraria, pero pronto se dio cuenta de que no podría escapar del oso a menos que ocurriera un milagro.

Cuando el ateo sintió las zarpas del oso sobre su espalda gritó: “Ay, Dios mío, ¡ayúdame por favor!”

Al instante el oso quedó como petrificado y una luz muy brillante inundó el bosque.

Entonces se escuchó una voz desde el cielo: “Durante todos estos años has negado mi existencia.  ¿Cómo puedes esperar que te ayude ahora? ¿O es que te has convertido en cristiano?”

Entonces el ateo respondió: “sería muy hipócrita de mi parte convertirme ahora solo por el interés de salvarme del oso”.

EL QUE NO QUIERE CREER TERMINA HUYENDO DE LA REALIDAD

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Reta el ateo a Dios y le dice: “Pero quizás podrías hacer otro milagro más grande: ¿qué tal si conviertes al oso en cristiano?”

Apenas el ateo hizo este pedido, la luz brillante desapareció.

Entonces el oso puso al ateo en el suelo, lo sujetó con su pata derecha, juntó sus dos zarpas e inclinando su cabeza dijo en tono muy piadoso: “Te doy gracias, Dios, por este alimento que vamos a recibir de tus manos.  Gracias por atender mis oraciones”.

Uno podría decir: esta es una tontería del que no quiere creer termina, aunque se le presenten todas las oportunidades, no creyendo y huyendo de la realidad que puede constatar con sus propias manos.

Que no nos pase esto, al contrario, que veamos detrás de todas las cosas que nos suceden a Dios; de todas las cosas buenas, de todas las cosas malas, la presencia de Jesucristo que está cerca de nosotros, animándonos a que sepamos acompañar a los que sufren.

Que vayamos siempre cerca de las personas que más lo necesitan; que tengamos esa convicción profunda que después de esta vida viene el Reino de los Cielos.

“Mi Reino no es de este mundo”

(Jn 18, 36).

Cuando estemos allí, entonces descubriremos realmente el rostro de Cristo.  Será nuestro juez, la persona con la que después de muertos, el primer rostro que vamos a ver será ese, el de Jesús.

Si crees esto, esta es nuestra fe y eso es lo que nos ayuda a soportar todas las cosas, las inclemencias del tiempo, las cosas que tal vez no funcionen tan bien.

ENCONTRAMOS A JESÚS EN LA EUCARISTÍA

Creer en Jesucristo nos lleva a dar una proporción distinta a las cosas que nos pasan.  No son terribles, por más que te duelan, porque nos sirven para seguir en este camino, para prepararnos para ese encuentro definitivo con Cristo.

Esto es lo que le da sentido a la vida y eso es lo que hace la fe que nos da esta esperanza de que después de esta vida encontraremos el rostro de Cristo.

Además, no solo después de esta vida, sino que cuando en esta vida le buscamos también le encontramos y encontramos a Jesús en nuestro corazón cuando hacemos oración.

Encontramos a Jesús en la Eucaristía, en el rostro del que sufre, en las Sagradas Escrituras y le encontramos realmente.

Esta mañana estaba haciendo mi rato de oración y le decía: “Señor, quiero encontrarte en más ocasiones a lo largo del día, no solo en mi rato de oración, sino en más ocasiones.

Cuando estoy trabajando y cuando estoy haciendo mi labor pastoral, quiero realmente tenerte más presente”.

Eso es lo que tenemos que hacer todos: ir encontrando a Jesús, porque crees realmente en Él, irle encontrando en todas las cosas que haces.

La Virgen María es experta en estas cosas, por eso ella dice:

“Haced lo que Él os diga”

(Jn 2, 5).

Y “haced lo que Él os diga”, es creer en Jesucristo.  Vamos a pedirle eso en esta oración.

Madre mía, a ti acudo hoy para pedirte que consigas, de tu Hijo, esa gracia de que creamos más en Él, de que seamos cada vez mejores cristianos.

Porque le llevamos a todas partes, porque le tenemos presente a lo largo del día, porque queremos encontrar su rostro en esta vida y, sobre todo, tener esa alegría infinita de darle un abrazo cuando pasemos a la otra vida.


Citas Utilizadas

Jer 20, 10-13
Sal 17
Jn 2, 5. 10, 31-42. 18, 36
San Cirilo de Jerusalén.  Catequesis bautismal no. 4, 7

Reflexiones

Señor, aumenta mi fe.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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