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P. Daniel

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RENACIDOS

Invita a Nicodemo a nacer a la vida de la gracia. Cada vez que nos acercamos a los sacramentos y a la oración se da en nosotros un «renacimiento».

Metidos de lleno en el tiempo Pascual, con la alegría propia de la Resurrección del Señor: ¡Cristo vive!
Cómo no va a ser impresionante que toda nuestra fe cristiana, con toda su complejidad histórica, que podemos decir que comienza con la creación de nuestros primeros padres: Adán y Eva.
Siguiendo con el Pecado Original, la historia de Noé, luego la elección de Abraham y su descendencia, el pueblo de Israel, Moisés, Josué, los profetas, etcétera…
Hasta la llegada de Cristo, y luego la historia del cristianismo a lo largo de estos 20 siglos…

VIDAS SANTAS

Tantas vidas santas y maravillosas en que Cristo ha desplegado toda la fuerza de su amor y de su verdad en hombres y mujeres de toda condición.
Hombres y mujeres, que han hecho de su vida, la mejor elección, la mejor libertad: “poner a Jesús en el centro de su existencia diaria”
Bueno, entonces, qué maravilla pensar que toda esta historia, podríamos decir: compleja, maravillosa, del cristianismo como una gran sinfonía, se puede resumir simplemente con dos palabras:

¡Cristo vive!

Diez letras que sintetizan la verdad fundamental de nuestra fe. El mismo san Pablo nos lo dirá:

“Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe.”

(1Co 15,14)

Seríamos los más desgraciados de los hombres, ¡Cristo vive! Y no vive aletargado, no vive dopado, adormecido, sino con toda la fuerza de su amor.
Y la Resurrección, no es un hecho solamente ocurrido, como decir hace 2000 años, sino que es un hecho completamente reciente.
Porque la liturgia celebra, el “Hoy de Dios”, y en nuestro propio tiempo también, Jesús acaba de resucitar.

¡NO LO PUEDO CREER!

Estamos celebrando con la vibración, con la alegría, con la perplejidad, con el gozo de los Apóstoles, que por la alegría se resistían a creer.
Como cuando uno recibe una noticia muy esperada, incluso sorpresivamente buena, uno dice: – ¡No lo puedo creer! – ¡Es que no lo puedo creer! – ¡No puede ser!
Bueno, mucho de esto y más, tiene que haber en nuestra vida actual, frente al hecho precioso, inefable, verdaderamente nuevo, de que: ¡Cristo vive y está con nosotros!
Cristo no nos abandona, está completamente atento a lo que ocurre en nuestras vidas y en la vida de la Iglesia.
El Evangelio de hoy, tomado de san Juan, en el capítulo tercero, nos trae el diálogo nocturno de Jesús con Nicodemo, un intelectual de la época, miembro del Sanedrín.
Nicodemo es un hombre que piensa, que razona, que indaga, que busca la verdad como una tarea fundamental de su vida.
Y se acerca a Cristo con una profunda curiosidad, con una necesidad de encontrar a este Cristo luz, Cristo verdad.
Tenemos aquí una primera consideración, o una pregunta. Si quieres disponer de tiempo para profundizar en la verdad de tu fe, debes leer cosas que fortalecen tu fe.
¿Cómo nos defendemos frente a la confusión actual? ¿Cómo sabemos buscar argumentos convincentes frente a tantos errores que pululan en el ambiente?
Bueno, qué importante es entonces el estudio, la profundización de nuestra fe. Nicodemo era un hombre que no se conformó con lo que ya sabía.

NOS FALTA LA HUMILDAD

renacidos

El mismo texto que conocemos, y que nos trae el Evangelio de hoy, nos hace ver que no basta con entender algo con la mera razón, no basta la razón, hace falta la humildad y la gracia.
En definitiva, es reconocernos ignorantes ante las cosas de Dios, es verdad que sabemos, Sí, pero es mucho más todavía “lo que no sabemos”.
Es mucho más lo que no conocemos del amor de Dios, de la grandeza de los dones de Dios.
Es por eso que esas palabras de Jesús a la Samaritana, también se nos aplican a cada uno de nosotros.

«Si conocieras el don de Dios.»

(Jn 4, 10)

Pidamos al Señor, que sepamos indagar en la fe, profundizar, fortalecer. Si hay dudas, resolverlas, buscar las maneras para resolver esas dudas.
Así sabremos amar al Señor, con la cabeza y el corazón. Enamorarnos de Cristo con la cabeza y el corazón.

DAN LA CARA POR ÉL

Esta fue toda una conquista para Nicodemo, y es a partir de este encuentro nocturno con el Señor, que comenzó a enamorarse de Cristo con la cabeza…
Jesús le hace ver la necesidad de nacer de nuevo, pero luego se verá, que este hombre no se quedó simplemente a un nivel conceptual o intelectual, sino que se enamoró de Cristo con el corazón.
Y junto con José de Arimatea, serán los que bajan el cuerpo de Cristo de la cruz y dan la cara por Él.
Cuando todos huyen, cuando todos los apóstoles a excepción de san Juan se han acobardado, Nicodemo y José de Arimatea, valientemente pedirán a Pilato, el cuerpo muerto del Señor, para sepultarlo.
Enamorarse de Cristo con la cabeza, exige estudio, profundización, tiempo…
Enamorarse de Cristo con el corazón, exige piedad. Y siempre y en todo: la gracia de Dios.

«Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios como maestro, porque nadie puede hacer los signos que tú haces, si Dios no está con él.»
Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.»

(Jn 3, 2-3)

NACER DE NUEVO

¡Nacer de nuevo! Somos criaturas nuevas a partir de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, el Señor nos ha ganado una nueva realidad, una nueva condición: “la filiación divina”, la libertad propia de los hijos de Dios.

renacidos
Y así como existe el nacimiento natural, que celebramos cada año en el cumpleaños, el propio y el de los demás…
También existe este otro nacimiento, que se verifica en cada acto que realicemos con la gracia de Dios, en cada momento de crecimiento en la vida espiritual.
Que pretenden ser también estos 10 minutos con Jesús, un crecer en la fe, en la piedad, en la gratitud.
¡Hace falta nacer de nuevo! Huir de la rutina en el sentido peyorativo de la expresión, el desgaste de la pérdida del asombro.
Qué triste es encontrarse con cristianos que han perdido la capacidad de asombrarse frente al Don de Dios.
Y en expresiones de mi tierra: -les da lata, les da pereza, les da fiaca -o como se diga-: ir a Misa, rezar…
¡Han perdido la admiración! han perdido el asombro y el misterio grandioso deja de ser un misterio. Porque han puesto filtros en su cabeza y en su corazón, que les impide dejar pasar la luz.
Nacer de nuevo, reencantarse, recomenzar, volver desde la humildad, acercarnos al Señor y decir:
Señor, ayúdame, sana mi ceguera, mejora mi parálisis, limpia mi lepra. Y así voy reconociendo el don de Dios.

CUIDAR LA VIDA DE LA GRACIA

Leo unas palabras de san Agustín que dice:

Existen dos nacimientos, más él, (Nicodemo) solo de uno tiene noticia. Uno es de la tierra y otro es del cielo. Uno de la carne y otro del espíritu. Uno de la mortalidad otro de la eternidad. Uno de hombre y mujer y otro de Cristo y de la iglesia. Los dos son únicos y ni uno ni otro se pueden repetir.

Preciosas palabras de san Agustín, que lo invitan a nacer a esta vida divina, eterna, que Cristo nos ganó en la Cruz y que nos participa ya con su Resurrección.
La vida sobrenatural es una experiencia de la vida del resucitado, del que ya no muere más, vida de la gracia.
Terminemos con este propósito de cuidar la vida de la gracia, buscar los sacramentos, especialmente la Eucaristía, la Confesión, oración.
Vida de la gracia, acción del Espíritu Santo en el alma que nos permite vivir en esta nueva realidad de los hijos de Dios.
Se lo pedimos a María santísima, y ya que es llena de gracia y madre nuestra y que intercede continuamente por nosotros, para que efectivamente sepamos ¡nacer de nuevo!


Citas Utilizadas

Hch 4, 23-31

Sal 2

Jn 3, 1-8

Reflexiones

Padre Celestial, ayúdanos a profundizar en estas grandes verdades de fe, ayúdanos a nacer de nuevo, a vivir contigo como centro de nuestra vida.

Predicado por:

P. Daniel

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