Hoy celebramos a San José obrero, trabajador.
Porque, como dice el Papa Francisco:
“San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo”
(Patris corde).
Y se ve que san José trabajaba bien. Es más, el prestigio de José se extendió a Jesús porque era conocido como “el hijo del carpintero”.
“Después vendrán los tres años de vida pública, con el clamor de las muchedumbres. [Y] La gente se sorprende: ¿quién es éste?, ¿dónde ha aprendido tantas cosas? Porque había sido la suya, la vida común del pueblo de su tierra.
Era (…) el carpintero, hijo de María. Y era Dios, y estaba realizando la redención del género humano, y estaba atrayendo a sí todas las cosas”
(Es Cristo que Pasa, n. 14).
IMITAR TU TRABAJO PARA REDIMIR AL MUNDO
Pues esa vida de trabajo de Nazareth es la que tenemos que imitar tú y yo un trabajo bien hecho. Como uno más…, pero redimiendo el mundo porque le ofrecemos a Dios Padre lo que hacemos.
Imagínate: cómo le habrá explicado José las cosas, qué ejemplos le habrá puesto a Jesús cuando estaba en la famosa edad de los ¿y por qué?
A mi me parece que las respuestas de José se dejan ver en la misma predicación de nuestro Señor, especialmente en las que habla de los trabajos de las distintas personas…
Al que se dedica al campo le sabe hablar de los terrenos para la siembra; de las lluvias que el sembrador espera, de la época de la siega… De almacenar la cosecha en los graneros.
Al pescador le sabe hablar de barcas y redes, de la técnica de la red barredera, de la limpieza de las redes…
Conoce el pago de los impuestos, las monedas que circulan (con la imagen del César), el sueldo de un jornalero, la condonación de deudas…y así de muchos trabajos.
Incluso de los trabajos para el cuidado del hogar:
Jesús sabe del cuidado en la limpieza de la casa, y sabe que si se quiere hacer a fondo se “enciende la luz y barre la casa y busca cuidadosamente” hasta encontrar lo que haga falta; un dracma por ejemplo que se ha quedado por ahí perdido… (cfr. Lc. 15, 8)
Jesús sabe cocinar. No le extraña a los apóstoles que después de la última pesca milagrosa,
«Cuando descendieron a tierra vieron unas brasas preparadas, un pez puesto encima y pan»
(Jn 21, 9).
Nuestro Señor sabe hacer cosas y valerse cuando hay escasez de medios… o también de celebrar banquetes, y todos los detalles que se viven en un banquete, incluso hasta los detalles de etiqueta…
Sabe del cuidado de la ropa(y habla de los remiendos nuevos en telas viejas…).
Y Él mismo cuida su túnica, pues es sin costura, al punto que en el Calvario, está tan bien conservada que no la quieren romper, sino que la rifan entre los soldados para ver quién se la queda…Jesús es también experto en telas.
¡Eres experto, lo haces bien y conoces los detalles!.
«DE TAL PALO TAL ASTILLA»
Jesús se vale de todo esto, de la gran variedad del trabajo humano, para tratar a Dios Padre, para enseñarnos a santificar esas ocupaciones y para acercarle a las almas.
Bien podríamos decir: “De tal palo tal astilla”.
Es cierto Jesús, porque te viene “por los cuatro costados”. No podía ser de otra forma: eres Hijo de Dios Padre (y tu Padre trabaja siempre) y eres hijo adoptivo de San José que era un gran trabajador.
Jesús trabaja junto con José. Luego José muere y Él se hace cargo del taller.
“Y te vemos, Señor, trabajar de cara a Dios porque has visto a José trabajar así. No es la recompensa humana la que buscas, sino que buscas la redención de las almas.
No es la fama la que te importa, no se trata de que te vean, que te agradezcan, que se admiren, que cobres caro por tus servicios… Se trata de algo más profundo y más importante…”
SIN HACER RUIDO
Me recordaba de aquel relato de un padre con su hijo que van en un carro en medio del campo, se detienen en una curva, y el papá le pregunta:
—¿Qué escuchas, a parte de los pájaros?
–Una carreta.
–Exacto… que además viene vacía.
—¿Cómo sabes?
–Porque entre más vacía más ruido hace…
Lo importante no es la notoriedad. Lo importante es que lo que hago me acerque a Dios y acerque a los demás también. Mientras más está centrado en mí, más ruido buscaré que haga porque en eso obtengo la recompensa, entre comillas; pero qué pobre recompensa… es puro ruido.
Solo piensa en el siguiente detalle: San José y Jesús se dedicaron al trabajo manual durante muchos años pero no tenemos ningún “producto material” de su trabajo.
No se conserva una mesa, un taburete, un yugo, nada, nada, nada…
¡Sería una auténtica reliquia tener cualquiera de los objetos que se trabajaron en aquel taller!
Pero no conservamos ni uno solo… Y es que eso no era lo importante. ¿Qué es lo verdaderamente importante en tu trabajo y en el mío…?
«RING DEL AMOR»
Te comparto una anécdota un poco larga, pero que me gusta mucho. Contaba uno que había vivido en sus años de juventud en una residencia de estudiantes universitarios del Opus Dei:
“Recuerdo que la mayoría de sus habitantes estudiábamos de día, aunque no faltaban las aves nocturnas (…). De todos modos, en torno a las diez y media de la noche, casi todos soñábamos ya con los angelitos.
Un día comenzó un fenómeno tan extraño como misterioso y sistemático: muy puntualmente, a las once de la noche, sonaba el timbre del teléfono fijo de la residencia. Sonaba por toda la casa, pero sólo una vez, y se callaba antes de que alguien alcanzara a contestar.
En ese momento, la mayoría llevábamos ya media hora intentando conciliar nuestras mentes con la almohada, y, cuando muchos lo habíamos logrado, nos despertábamos sobresaltados.
El fenómeno (…) se extendió por semanas, después a lo largo de meses, y finalmente llegó a ser una realidad tolerada de modo inconsciente y somnoliento.
Pero llegó el momento en que alguien ya no lo pudo soportar y decidió iniciar una investigación para llegar a las fuentes de aquel «ring misterioso».
Las conclusiones a que arribó el departamento de investigaciones de aquella casa fue que Martín, estudiante de la carrera de medicina, estudiaba por las noches, y a las once de la noche su lejana novia (vivía a más de mil kilómetros) lo llamaba por teléfono.
El llamado consistía en hacer sonar el timbre sólo una vez, para inmediatamente cortar (antes de que alguien contestara), evitando, de ese modo, que la compañía telefónica le cobrara la llamada, porque a ella sólo le interesaba, a través de este sistema curioso, decirle a su amado Martín:
«¡En este momento estoy pensando en ti!». Y al escuchar el timbre, Martín le respondía presuroso llamándola, para lo que hacía sonar también el teléfono en la lejana casa de su novia, pero sólo una vez, para inmediatamente cortar.
A él le interesaba exclusivamente cumplir con el afectuoso deber acordado entre ellos.
Esa llamada quería decir: «¡Recibí tu mensaje… y yo también estoy pensando en ti!».
Así transcurrió la historia hasta que se descubrió; y si bien no hace falta que te diga (ya te lo imaginarás) que Romeo y Julieta fueron forzados a modificar sus métodos, sí te diré que cuando hubo que bautizar aquel episodio, se optó por denominarlo el «ring del amor».
Pues bien, este «ring del amor» nos recuerda que la humildad nos lleva a no despreciar nunca lo pequeño, pues todo lo pequeño puede ostentar la magnanimidad del «amor que todo lo engrandece»; ya que así como entre dos novios un «ring» hecho con amor se puede constituir en un detalle demoledoramente conmovedor.
Lo mismo sucede con el trabajo nuestro si nos esforzamos por acabarlo con perfección y cuidando los detalles.
Para un cristiano humilde no hay trabajos de poca importancia, lo que hay son trabajos hechos con mucho o con poco amor.
Es decir, trabajos donde se nos invita a optar entre dos posibilidades: hacer que nuestro ingenio humano haga vibrar muchos «ring de amor» en el Cielo, o que sólo resuenen muchos «ring» en el propio corazón individualista e indiferente«
(cfr. Amor, soberbia y humildad, Pedro José María Chiesa).
El trabajo de Jesús era un “ring de amor” en el Cielo, el de san José también.
Pidámosle al santo Patriarca que nos enseñe a nosotros a trabajar así también.
Que nos dé trabajo. Que nos ayude en el trabajo. Pero, sobre todo, que nos enseñe a santificarnos en el trabajo realizado por amor a Dios.