¿Cómo será el ‘olfato’ de mi primer director espiritual que la primera virtud cardinal sugerida, sutilmente a trabajar, fue la prudencia? Recuerdo claramente haberme acercado varias veces continuas al confesionario… una, dos, tres, cuatro y, a decir verdad, ¡ya no sé cuántas!, y me seguía recomendando hacer énfasis en profundizar esta virtud. ¡Me pareció eterno! Pero a pesar de esto, hoy que les escribo estas líneas nunca parece suficiente. De hecho, entre mis propósitos espirituales de este 2023 están contempladas las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza… ¡Quién diría! Y es que siempre viene bien esforzarnos más en ellas.
La palabra prudencia proviene del latín ‘prudentia’, pro- (antes) y videntia (visión, contemplación). Así, la prudencia consiste en la capacidad de contemplar de manera anticipada las posibles consecuencias de las propias acciones.
De Aristóteles leemos que el hombre bueno juzga cada cosa con rectitud y percibe en cada cosa la verdad. Para llegar a esto dependerá del grado en que ejercitemos las virtudes.
Husmeando el Catecismo de la Iglesia Católica, ¿qué nos dice sobre la prudencia? Es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. “El hombre cauto medita sus pasos” ( Pr 14, 15).
Es llamada auriga virtutum: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar (punto 1806).
Virgen Prudentísima, ruega por nosotros
Pronunciamos en una de las letanías que rezamos en el Rosario. En la vida privada y pública de Jesús, María aparece silenciosamente. En la Pasión aparece acompañando en todo momento a su Hijo, pasa inadvertida ante los demás. María es luz, es su ‘comunión’ con Dios la que le permitía ver claramente todas las cosas, dando a cada una su peso y medida.
En la Anunciación, María oye al ángel, pide explicaciones y, una vez que conoce la voluntad del Señor, acepta con humildad, decisión; entregándose a Dios como esclava suya. ¡Ya quisiera yo lograrlo siempre!
En las bodas de Caná María nos enseña a actuar prudentemente: “Hagan lo que Él les diga”, ¡vaya!… la verdadera prudencia es dejar que Dios actúe en nuestras vidas.
Después de la Ascensión, solemnidad recién celebrada, mantiene unidos a los apóstoles, los anima y así se disponen para la venida del Espíritu Santo en sus vidas. Ella es la verdadera Madre de la Iglesia, ejemplo de amor, consejo, oración, pureza, humildad y virtud.
María nos da ejemplo de prudencia cuando se le confía el Misterio de la Encarnación, es Dios quien se encarga de revelarlo a santa Isabel, Simeón, a la profetiza Ana; a José es un ángel quien se lo comunica durante un sueño. Nuestra Madre guarda silencio, deja en manos de Dios el desarrollo de los acontecimientos como Él quiere. Es oportuna al hablar y al hacer, busca el bien del prójimo y la gloria de Dios.
María es considerada «prudentísima» debido a su conocimiento profundo y penetrante de los misterios divinos. Como la Madre de Dios, tuvo una comprensión única de la persona y la misión de Jesús. Su conocimiento íntimo y cercano de Dios la capacitó para ser una guía espiritual y una intercesora poderosa para todos los creyentes.
Te propongo un plan en 3 pasos
Cuando pensamos en esta virtud a muchos se nos viene a la cabeza prudencia al hablar; es decir, ser discretos, pero en realidad si ahondamos en ella vemos que su esencia no es solamente verbal, sino que está en la raíz de nuestras acciones. En concreto: tomar buenas decisiones.
¿Cómo tomar buenas decisiones?
1. Deliberación
La prudencia implica perspicacia, visión de la realidad tal como se presenta antes de la acción, y previsión, visión tal de la realidad como será después de la acción.
Puede ser fácil prever las consecuencias de nuestros actos cuando se tiene una experiencia personal adecuada, formación moral y la rectitud proveniente del ejercicio de las virtudes.
Todos estamos en proceso de llegar a ser esa persona, por lo que realmente necesitamos tener apertura a recibir el consejo de quienes nos conocen bien y nos quieren.
Ante eso, santo Tomás de Aquino nos dice: «Las personas que necesitan dirección y consejo ajenos saben aconsejarse a sí mismas cuando están en estado de gracia, por lo menos en cuanto que piden consejo a otras personas y, lo que es más importante, son capaces de distinguir el consejo bueno del malo». ¡Cuando están en gracia!
2. Juicio y decisión
Con juzgar quiero decir evaluar los pros y los contra, decidir entre diversas soluciones, considerando cómo éstas influyen en mi bien y en el de los demás. Es que además de la perspicacia y la previsión, entra en juego la percepción: nuestra capacidad de captar la realidad. Desarrollando nuestras virtudes, mejoraremos nuestra capacidad de percibir e interpretar las situaciones y a las personas a la luz de la Verdad, como las percibe la Virgen María.
3. Acción sostenida
Los dos pasos mencionados son la antesala a la acción. Una vez que se ha tomado una decisión a la luz de la Verdad, hay que proceder a la acción sin cambiar de rumbo.
El actuar prudentemente no implica tener la certeza total de que todo saldrá bien, pues siempre habrá factores impredecibles. Pero no por eso será una mala decisión.
“El hombre prudente no espera certeza allí donde no la pueda haber, ni por otro lado, se engaña a sí mismo con falsas certezas”, Josef Pieper en su libro Las Virtudes Fundamentales.
De la mano de un santo
San Josemaría Escrivá de Balaguer vivía esta virtud y en varios de sus libros la profundiza, escribe sobre cómo ha de ser la vida del cristiano en la que lo humano y lo divino se entrecruzan.
San Josemaría recoge en una de sus homilías: “la prudencia juega un papel fundamental en el obrar cristiano, ya que iluminada por la fe y animada por la caridad, orienta a buscar y realizar el bien de forma concreta… es decisiva porque es la virtud que sitúa en el hoy y el ahora y en lo que esa coyuntura reclama”.
Sobre la verdadera prudencia nos dice que “es la que permanece atenta a las insinuaciones de Dios y, en esa vigilante escucha, recibe en el alma promesas y realidades de salvación” (Amigos de Dios, 87).
Cuán importante es orar constantemente, además de vivir en gracia de Dios, para deliberar, juzgar, decidir y actuar.
De la mano de la Virgen
Llamamos a la Madre de Dios «Virgen Prudentísima» para reconocer y honrar su sabiduría, su conocimiento profundo, su discernimiento sobrenatural y sus virtudes ejemplares. Este título nos invita a confiar en su intercesión y a seguir su ejemplo de vivir con sabiduría y prudencia según la voluntad de Dios.
Pidámosle a María, como nuestra Madre del Cielo y Virgen Prudentísima, conocerla más para poderla imitar en esta virtud. ¡Nadie mejor que Ella para ayudarnos en nuestro plan!
¡María, Virgen Prudente, que siempre actuaste con discernimiento, sabiduría, cordura, justa medida, moderación, discreción y cautela, ayúdame también a tener memoria de los acontecimientos pasados y ponerlos con el corazón abierto en mi oración para aprender de ellos y mejorar!