Hoy la Iglesia nos propone un evangelio de san Juan, que tiene que ver mucho con Pedro:
“Le dice Jesús a Pedro: «Simón hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» El respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.» Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón hijo de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta a mis ovejas.» Y por tercera vez le preguntó: «Simón hijo de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.”
(Jn 21, 15-17)
“Y aquí viene la frase que me gustaría conversar contigo, Señor, que le dices a Pedro con fuerza:”
«Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te atará y te llevará adonde tú no quieras.»
Con esto indicaba la clase de muerte con que Pedro iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme.»(Jn 21, 18-19)
NO ENCOTRAMOS EL SENTIDO
Sabemos, Señor, que Tú nos vas pidiendo cosas a lo largo de nuestra vida, que veces no le encontramos sentido.
Como lo que le has dicho a Pedro, que cuando es joven o más pequeño, las cosas le salen de una forma y después las cosas no salen bien o son dolorosísimas.
Me escribía una señora que había perdido a su esposo en un atraco la semana pasada, y la verdad es que eran una familia que tenían una unidad impresionante, eso me consta.
Para mí fue realmente una noticia muy dolorosa, y lo único que puedes hacer es acompañarlos en el dolor.
“Señor, ¿cómo permites esos pecados tan graves, como el asesinato? Como privarle a toda una familia de su sustento, y a veces estas cosas son así, esto es terrible.
Lo cierto es que nuestra vida a veces la planificamos de una forma y sale completamente de otra.
Y tenemos que aprender a encontrar a Dios también ahí, en eso que tal vez no era para nosotros, ni era lo que nos gustaba, ni era lo planificado…
“Señor, ayúdanos a encontrarte también ahí, porque tenemos que encontrarte en las buenas y en las malas, porque tenemos que darnos cuenta que Tú estás ahí, Señor.”
Cuando uno lee el evangelio de san Lucas a profundidad, te encuentras dos veces en que María se encuentra en situaciones donde; o pasa muy bien, o pasa mal; dice el evangelio:
“María, guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.”
(Lc 2, 19)
Esta primera se trata del relato del nacimiento de Jesús, después de que los pastores llegan a Belén y adoran al niño.
MEDITARLAS EN EL CORAZÓN
Lucas menciona que María guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.
Aquí, el término: “todas estas cosas”, se refiere a esos eventos asombrosos, de esas cosas súper bonitas:
“El anuncio del Ángel a María, el Nacimiento del Salvador, la visita de los pastores, la visita de los de los reyes magos…
En este sentido, la frase resalta esa actitud de María de reflexionar, de sopesar profundamente el significado de esos eventos de su vida.
Pero más adelante, el mismo san Lucas, en el capítulo 2, pero en el versículo 51, habla más bien de otra ocasión y es cuando Jesús tenía 12 años y se pierde en Jerusalén.
Pasan tres días, ¡tres días!, y no le encuentran sus padres. Al final le encuentran en el templo, y Él está discutiendo con los maestros de la ley.
María se acerca y le dice:
«Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.»
Jesús les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»(Lc 2, 48-49)
Y la Virgen no entiende, ¡No entiende!, y sin embargo, guarda todas estas cosas meditándolas en su corazón. El pasaje completo dice:
Jesucristo bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.
(Lc 2, 51)
“Vivía sujeto a ellos”, o sea que les hacía caso, y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
Estos pasajes nos revelan la actitud reflexiva y contemplativa de María, en relación con los eventos que entiende, y los eventos que no entiende.
Con los eventos bonitos y gloriosos, como el nacimiento de Cristo, y con los que no entiende y que le hacen sufrir, como esa pérdida del Niño.
CAMBIAR LA DINÁMICA DEL ENTENDIMIENTO
Nosotros tenemos que aprender también a cambiar la dinámica del entendimiento, porque algunas veces no entenderemos por qué nos pasan las cosas.
Querer saber las razones del por qué… y lo único que podemos hacer es: guardar estas cosas meditándolas en nuestro corazón, ¡porque no encontraremos respuesta!
Dios quiere que sepamos abandonarnos en sus manos, la diferencia entre conocer y no conocer, en quién vas a poner tu confianza.
Porque cuando uno sabe que está tu padre detrás, y confías en él, entonces por supuesto, entregas todas las cosas… Pero si es alguien que no conoces, entonces ya no es tan fácil confiar.
¡Nosotros tenemos que confiar en Dios! Que Él lleve definitivamente las cosas de nuestra vida.
Y los eventos que nos sucedan, cuando uno tiene esta confianza, tenemos que hacer igual que María.
Igual que Jesús le pide a Pedro que se deje llevar, ¡que se deje llevar!, porque sabemos que Dios es el que deja que las cosas pasen, y todas las cosas son para el bien de los que aman a Dios.
Si nosotros estamos metidos en esta misma onda, vamos a sacar también de nuestras vidas, esa capacidad de seguir adelante, aunque las cosas sean feas.
Seguir adelante, aunque las cosas no las entendamos, porque sabemos que, si Dios es el que está detrás, ¡porque Dios está detrás de todo!, todas las cosas suceden por el bien de los que aman a Dios.
Entonces, aunque parezcan a nuestros ojos demasiado malas, se arreglarán, y se harán cada vez mejores.
“Señor, Jesús, te pedimos que nos ayudes a tener cada vez más fuerza, más fe para creer en estas cosas, para aceptar, para seguir el ejemplo de tu madre, que fue dócil al Espíritu Santo.”
Porque es el Espíritu Santo el que trabaja dentro de nosotros, y nos va haciendo que reaccionemos, que saquemos las cosas que tal vez no van tan bien.
Nos enseña a que aceptemos las cosas que tal vez no entendemos, para ofrecérselas a Dios, para hacernos más fuertes, más resilientes.
TRANSFORMACIÓN PROFUNDA DEL CORAZÓN
En la encíclica deus caritas est, El Papa Benedicto XVI, nos recuerda:
“Que la santidad no es simplemente una cuestión de cumplir reglas o realizar buenas acciones externas, sino que implica una transformación profunda del corazón, y esta transformación solo es posible mediante la acción del Espíritu Santo en nosotros.”
Es el Espíritu Santo, quien nos ilumina, quien nos guía, quien nos capacita a amar verdaderamente, como Dios nos ama.
Muchas veces, en estos problemas, en estas cosas que no entendemos, el Espíritu Santo trabaja en nuestro interior.
“Señor, que tengamos esa disponibilidad y esa docilidad de escuchar al Espíritu Santo, de dejarle trabajar dentro de nosotros, como hizo tu madre la Virgen María.”
Mirando a María, la madre de Jesús y madre nuestra, encontraremos siempre ese modelo perfecto de docilidad al Espíritu Santo.
Ella siempre, toda su vida, desde el momento de la anunciación, María estuvo dispuesta a acoger la voluntad divina en su vida, confiando plenamente en el Espíritu Santo.
Su “Fiat”, su Sí, fue un acto de total entrega, de apertura, de disponibilidad a la acción de Dios en ella.
María permitió que el Espíritu Santo obrara en su interior, entendiendo las cosas o no entendiendo las cosas, sufriendo o agradeciendo, guardaba estas cosas meditándolas en su corazón, para que el Espíritu Santo la vaya transformando.
Al seguir el ejemplo de María, aprenderemos a abrirnos a la acción del Espíritu Santo en nuestra vida.
Le permitimos que renueve nuestras mentes, que transforme nuestros corazones, que fortalezca nuestra voluntad.
CRECER EN LAS VIRTUDES
Y a través de su gracia, el Espíritu nos capacita para superar justamente nuestras debilidades, para vencer las tentaciones, para crecer en las virtudes como: el amor, la paciencia, la humildad y la generosidad.
Es importante recordar, que el camino hacia la santidad no es una tarea que podemos lograr nosotros solos, ¡necesitamos ayuda!
Necesitamos el poder del Espíritu Santo, para alcanzar la plenitud de la vida, según el Plan de Dios en nosotros.
Así que acudamos a Él, siguiendo también esa enseñanza de Jesús a Pedro:
«Cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te atará y te llevará adonde tú no quieras.» (Jn 21, 18)
“Señor, que cuando las cosas no funcionen según lo que estaba previsto, que cuando suframos, nos acordemos de nuestra madre la Virgen y de tus enseñanzas a Pedro, que sepamos dejar llevarnos, porque Tú estarás al final del camino esperándonos.”