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P. Josemaría

7 min

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REALIDAD VS APARIENCIA

Cuando en la consagración el sacerdote pasa a hablar en primera persona y repite las palabras pronunciadas por Jesús, no está hablando en su propia persona, sino en la persona de Jesús; y es por esta razón que esas palabras transforman las especies eucarísticas.

Me quisiera adelantar y platicarte un poquito de la fiesta de mañana. Es la fiesta del gran amor que Dios nos tiene, es la fiesta del Corpus Christi, del cuerpo y de la sangre de Jesús contenidas en las especies sacramentales de pan y de vino consagrados.

Me platicaba un amigo que tiene una hija adolescente y con mucha confianza, su hija, le platicó que le gustaba un niño. Pero que no sabía, si a él le gustaba ella.

Entonces agarró unas margaritas y las empezó a deshojar: me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere… No sé si tú lo has hecho alguna vez en tu vida, seguramente lo habrás hecho. Total, que ambas salieron que no la quería y ella estaba muy triste.

Bueno, más allá de que una Margarita y la casualidad no va a definir si alguien te quiere o no. En cambio, lo que sí podemos estar totalmente seguros es que las margaritas de Dios siempre acaban con un “me quiere”.

¿Y eso cómo lo sé? Bueno, pues ahora que está por comenzar el verano hay momentos de gloria para mucha gente: estar con los primos, con los amigos, salir a la playa o al campo.

Si el fin de semana termina con lágrimas por las despedidas -que son horribles-, pues ya me imagino el fin del verano. Pero bueno, no hablemos del fin del verano, porque apenas está por empezar; vamos a aprovecharlo y a disfrutarlo.

Piensa que Jesús vino a la tierra hace dos mil años, no a una vacación, no vino un verano, no vino un fin de semana, vino una vida. Al final de su vida, Él tampoco se quería ir.

FIESTA DEL CUERPO DE CRISTO

Digamos que hizo como una travesura. Eso, lo que tú y yo, a veces, quisiéramos: detener el tiempo, ¿no? O que no fuera domingo en la tarde, pero no podemos. Nos gustaría quedarnos donde estamos disfrutando con los amigos, con la familia… Pero, hay que volver a clase, a la vida ordinaria.

Jesús tenía que volver al cielo. Hizo esa travesura de irse y quedarse. “Tú, Jesús, te fuiste y te quedaste para siempre en la hostia consagrada.”

Y hoy que estamos en la víspera de esta gran fiesta, tan bonita, del Cuerpo de Cristo. En la que celebramos Tu presencia verdadera, real y sustancialmente presente -como solemos decirlo- de tu cuerpo y sangre, de tu alma y tu divinidad en la hostia consagrada, en el vino consagrado, en el pan y en el vino transustanciados.

Durante la misa se realiza la transubstanciación, que es un milagro muy, muy impactante, ¿no? Que permanecen los accidentes de pan y vino, pero cambia la sustancia.

Vamos a repetir: “Gracias Jesús por haberte quedado en el Sagrario. Gracias Jesús”. Porque a partir de ese momento, de la Última Cena, y después de ese mandato:

“Hagan esto en conmemoración mía…”

(Lc 22, 19),

te tenemos desde entonces y hasta el final de los siglos, tan cerca de nosotros que te podemos comer.

Por eso yo te sugiero que hagamos un propósito: visitarlo todos los días. Así, como sueles saludar al señor de la entrada de tu trabajo o de la entrada de tu colegio: “Hola Jesús, ya llegué, te quiero”.

Sobre todo, si estudias en un colegio, por ejemplo, en el que hay un Sagrario o si, de camino a tu trabajo puedes hacer esa rutina de ir a misa entre semana en las mañanas o al menos ir a hacer una visita al Santísimo.

EL LECHERO

REALIDAD VS APARIENCIA

San Josemaría, recién ordenado sacerdote, fue a una parroquia y le llamaba mucho la atención que, mientras el hacía oración tempranito, en la puerta se escuchaban unos ruidos como de latas. Se abría la puerta y se cerraba, y así un día y otro día, hasta que ya no pudo con la curiosidad y se puso en la banca de hasta atrás para ver qué pasaba.

Era un lechero. Un lechero que, de camino a su trabajo a repartir la leche, pasaba a saludar a Jesús presente en el Sagrario de esa Iglesia. San Josemaría se quedó muy conmovido, porque además era un lechero muy humilde, muy sencillo, que no es que le dijera grandes cosas a Jesús.

Porque le preguntó: ¿Y tú qué le dices? Pues vengo a saludar a Jesús. ¿Y qué le dices? Pues, simplemente le digo: “Jesús, aquí está Juan el lechero.”

Jesús, ¿cómo podemos saber que estás allí en el Sagrario? Porque no te vemos con los ojos de la cara. Lo sabemos, porque las palabras de Dios -Jesús es Dios hecho hombre- causan lo que dicen y Jesús dijo en la Última Cena:

“Esto, tomando un pan, es mi cuerpo… y esto, tomando una copa de vino, es mi sangre…”

(cf. Mt 26, 26).

A partir de ese momento, como ya te dije, permaneciendo los accidentes de pan y de vino, cambia la sustancia en el cuerpo y la sangre del Señor. Es el milagro de la transubstanciación.

EJEMPLOS

Mira, vamos a repasar un poco algunos ejemplos prácticos de cómo sólo Dios pudo haber hecho esto.

En la naturaleza tenemos algunos ejemplos de cosas que vemos y que parecen realidad, pero en verdad son la pura apariencia.

Por ejemplo, una noche estrellada. Tú sales en un día de estrellas y, si tienes la ocasión de ir al campo, te las puedes encontrar muy brillantes. Bueno, pues esas estrellas que estás viendo, parecen que están allí. Pero, ya no están allí, son solo su luz, porque son astros que explotaron y murieron hace, quizá, miles de años. Aquí es un ejemplo claro de cómo la apariencia choca con la realidad.

Luego un ejemplo, quizá, un poquito más cercano, de pronto conoces a alguien que parece mala onda. De primera impresión, te parece mala gente, pero luego la empiezas a tratar y te das cuenta de que no era así y acaba siendo muy amiga tuya.

Pues aquí sucedió de nueva cuenta: “cómo las apariencias engañan”, como dice el dicho.

Luego las palabras que: en la vida ordinaria, pues causan, transforman las cosas. No sé, por ejemplo, si tú vas a una fiesta de disfraces y de pronto, un amigo tuyo se disfrazó de policía y te dice: Arriba las manos. Bueno, pues te ríes, ¿verdad?

En cambio, si vas por la calle y te detiene una patrulla, se baja un policía y te dice: Arriba las manos. Pues estás arrestado. Porque esas palabras de alguien que sí tiene autoridad pueden cambiar la realidad.

Quizá, el ejemplo del fútbol es también muy gráfico. Si el árbitro grita penalti, pues es penalti, ¿no? Por mucho que los aficionados griten penalti, pero si no lo grita el árbitro, no causa lo que significa. Así es Dios.

LA PALABRA DE JESÚS CREA, TRANSFORMA

Piñoncito

Dios que narra el Génesis en los principios del mundo, dijo que se haga la luz y hubo luz.

El mismo Dios que después encarnó en las entrañas purísimas de Santa María y en su vida pública comenzó a hacer milagros y le dijo a Lázaro:

“sal fuera…”

(Jn 11, 43)

y aquel muerto -por las palabras de Cristo- resucitó.

Aquella niña también que había muerto y le dijo:

“Levántate, Talitá kum”

(cf. Mc 5, 41)

y aquella niña se levantó y volvió a la vida.

A la Magdalena:

“Tus pecados te son perdonados…”

(Lc 7, 48).

Bueno, pues ese mismo Dios creador, que crea con su palabra, ese mismo Jesucristo que con su palabra resucita muertos y perdona pecados, en la Última Cena tomó pan y dijo:

“Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes… y este es el cáliz de mi sangre, sangre de la nueva alianza, que es derramada por ustedes y por muchos…”

(cf. Lc 22, 19-20).

La palabra de Jesús crea, transforma. Y por eso podemos estar ciertos de que allí está verdadera, real y sustancialmente presente Jesucristo, con su cuerpo, alma, sangre y su divinidad.

“Gracias Jesús por haberte quedado en la hostia consagrada en todos los Sagrarios donde hay un pequeño copón donde se reservan esas hostias consagradas.”

Voy a hacer el propósito de ir a visitarte más. Y también allá donde esté, ¿no? Probablemente tenga la ocasión de ir a algún lugar lejano; y te puedes encontrar un sagrario hasta en un pueblo de China, como me contaba otro día un amigo.

Tenemos que terminar, no sin antes invitarte a esa misa de Corpus que, al menos en México, es misa de precepto y a esa procesión, que es una maravilla. Es sacar a Jesús a pasear, como para devolverle esa generosidad suya de haberse querido quedar con nosotros.

Vamos a pedirle a la Virgen que ella nos enseñe a querer muchísimo a Jesús, a Jesús Sacramentado. ¿Cómo serían las comuniones de María? ¿Con qué cariño?

Vamos a terminar diciéndole esa oración que tanto le gustaba decir a san Josemaría antes de comulgar, que le enseñó un religioso cuando hizo la Primera Comunión:

“Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad y devoción con que te recibió tu Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos.”

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Citas Utilizadas

Tb 3, 1-11- 16-17

Sal 24

Mc 12, 18-27

Reflexiones

Madre santísima enséñanos a querer mucho a Jesús Sacramentado. Gracias, Señor, por quedarte con nosotros en cuerpo, sangre, alma y divinidad.

Predicado por:

P. Josemaría

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