CONTEMPLAR A JESÚS NIÑO
María, José… ¡Buenos días! ¿Ya se despertó el niño? ¿Puedo entrar? Quería estar solo diez minutos con Jesús. Tú, María, me das el ok; me invitas a entrar. Y José – ¡qué bueno es José! – me trata como un padre a su hijo. Hasta me perdona si cojo en mis brazos al Niño y me quedo horas y horas diciéndole cosas dulces y encendidas… Y le beso -bésale tú-, y le bailo, y le canto. Y le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Único, mi Todo… “¡Qué hermoso es el Niño… y qué corta la decena!”. Esto último lo escribió san Josemaría en la consideración del tercer misterio gozoso del Santo Rosario, el Nacimiento del Hijo de Dios.
Con qué confianza nos enseñan los santos a tratar a la Sagrada Familia de Nazaret, a la que hemos estado muy unidos estos últimos días, contemplando a la Virgen, a San José y desde ayer, sin parar, al Niño. ¡Qué primor! ¡Qué belleza!
Jesús, ¿por qué te hiciste Niño? No hubiese sido más fácil que llegaras ya como hombre, no sé, de unos 20 años, 25 años… ya mayor, adulto. ¡Niño! Te quisiste hacer un pequeñín.
Y pensando en los pequeños, en los niños, un niño siempre quiere la atención, siempre llama la atención, siempre, siempre. ¿Y por qué? ¿Porque son orgullosos? ¡No! Un niño llama la atención porque necesita sentirse protegido. Y si es del caso, llora. Pero para llamar la atención, para que le pongan cuidado, para que lo protejan.
Es necesario también para nosotros poner en el centro de nuestra vida a Jesús, y saber que, aunque pueda parecer paradójico, tenemos la responsabilidad de protegerlo, de cuidarlo. Para eso te haces Niño, Jesús, para que nosotros te cuidemos en nuestra alma, nuestro corazón. Y también para que te hagamos reír. Qué bueno es hacer reír a un niño y qué fácil es hacerlo reír. Y cuando hacemos reír a los niños, les demostramos el amor con nuestra alegría. Así queremos hacerlo contigo, Jesús. Estás entre nosotros. ¡Qué alegría! ¡Qué alegría, qué felicidad! Gracias.
JESÚS ¿QUÉ QUIERES?
Pensaba también en los juegos. A los niños les encanta jugar, pero jugar como niños no. No podemos jugar nunca con un niño con la lógica de un adulto. No. Hay que abajarnos. Hay que abandonar la lógica de adulto para entrar en la lógica del niño.
Me acuerdo hace unos días, mi pequeño sobrino Lucas, que le dio, no sé, por pedirle a una de mis hermanas -una de sus tías- que se quitara el calcetín. Entonces se inventó un juego con el calcetín de mi hermana que consistía en tirarlo y eso daba unos puntos, y el que lo cogía lo tenía que volver a tirar y el que no… y en algún momento, cambió las reglas y dijo: -Bueno, ahora hay que cerrar los ojos. Entonces, en algún momento uno de mis hermanos dijo: -No, Lucas, pero entonces mejor hagámoslo así. Y se iba poniendo un poquito bravo porque no, él no permitía que nadie le pusiera reglas. Él se había inventado ese juego y él ponía las reglas. Muy simpático, muy simpático.
Pues si queremos que se diviertan los niños, tenemos que saber qué es lo que les gusta y no ser egoístas y hacer las cosas que a nosotros nos gustan o a nuestra manera. ¡No! A su manera.
Por eso, ¡qué bueno es mirar mucho al Niño Jesús recostado en esa cuna! Y desde pequeñín intentar entender: Señor, ¿qué es lo que te gusta? ¿qué quieres, qué quieres? Pídeme lo que quieras. ¿Cuál es tu voluntad? ¿Qué quieres jugar? ¿Jugamos con un calcetín? Porque así pagamos al Señor lo que ha hecho por nosotros. Señor, ¿cómo pago? ¿Cómo pagaré yo lo que has hecho por mí? Esa puede ser una pregunta para rumiar en la oración personal en estos 10 minutos, pero a lo largo de todo este tiempo de Navidad.
SAN ESTEBAN MÁRTIR
Una pista del mismo san Josemaría que decía: amor con amor se paga. ¿Y cómo pagó san Esteban? Hoy es san Esteban -san Esteban Protomártir. ¿Cómo pagó san Esteban? Con el martirio. El acta de su martirio está en las Sagradas Escrituras. Hoy aparece en la primera lectura. Lo cuenta magistralmente los Hechos de los Apóstoles. Parece una crónica.
“En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba”. (Hch 6, 8-10). “Oyendo sus palabras, se recomían en sus corazones y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijando la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios y dijo: Veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la derecha de Dios. Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él. Lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo; los testigos dejaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo. Y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: Señor Jesús, recibe mi espíritu”. (Hch 7, 54-59).
¡Qué contraste!
“Ayer Cristo fue envuelto en pañales por nosotros; hoy, cubres [Tú, Jesús], a Esteban con la vestidura de la inmortalidad. Ayer, la estrechez de un pesebre sostuvo a Cristo niño; hoy, la inmensidad del Cielo recibe a Esteban triunfante”. (San Fulgencio, Sermón 3).
Días de Navidad, días de paz, de felicidad. Pero no podemos olvidarnos de los cristianos perseguidos. Jesús, que también tengan paz. Paz en Tierra Santa. Paz en tu tierra, en Rusia, en Ucrania. ¡Qué tristeza celebrar los días de Navidad en guerra!
La sangre de Esteban, derramada por Cristo, será la primera y ya no ha cesado hasta nuestros días. De hecho, cuando san Pablo llegó a Roma, los cristianos ya eran conocidos por el signo inconfundible de la cruz y de las contradicciones. Se cuenta en los Hechos de los Apóstoles:
Lo único que sabemos es que por todas partes se sufren contradicciones” (Hch 28, 22).
Pues que si en estos días de Navidad tenemos alguna dificultad, pequeña o no tan pequeña, que tengamos presente a todos los cristianos que están dando testimonio de Cristo con sus vidas, como lo hizo san Esteban.
Señor, hay que ser muy valiente para ser mártir, pero sobre todo estar muy enamorado. Los mártires murieron por amor, no porque les tocaba o porque no tenían otra posibilidad. No. Por amor, por amor. Descubrían así el amor. Ofrecer sus vidas por amor. Vamos a pedir a san Esteban pagar con amor a Dios. Y si nos piden la vida como a él -que no creo-, pues Señor, que nos des esa fuerza también.
Jesús, gracias por hacerte Niño. Te cuidaré, te protegeré y jugaré contigo como Tú quieras jugar. Gracias, Señor, por venir en forma humana, por venir en forma de Niño a sacarme de la oscuridad, a darme tu luz. Y gracias a María y a José por dejarme estar estos diez minutos con Jesús.
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