En estos días de la Cuaresma me ayudó mucho una meditación que dio el Padre José María comentando las tentaciones a las que fuiste sometido vos, Jesús en el desierto.
Y él las formulaba sobre todo una de ellas de una manera distinta o con un acento distinto al que yo las conocía, porque además de esa tentación de lo sensible, que era comer pan, la tentación de tener muchos bienes, la avaricia que el diablo te propuso tener todos los reinos de la tierra, esa otra de que te tirarás desde la altura del templo, porque tus Ángeles te sostendrán, él hablaba ahí de la búsqueda de admiración.
Pensando en eso, porque me llamó la atención justamente escucharlo así, la tentación de admiración, me he dado cuenta que es una tentación bastante amplia, que puede tener como distintas manifestaciones, por ahí la más directa sería buscar que me que digan halagos, que me admiren, que hagan buenos comentarios de mí, o qué dicen de mí en las redes sociales, pero también pensaba que podría ser: el estar más pendiente en lo que hago, en cómo quedo, que en buscar la gloria de Dios.
BUSCAR LA GLORIA DE DIOS
Buscar la gloria de Dios que es algo que podría y querríamos Señor que fuera el fin de todo lo que hacemos, porque es lo que haces Vos, buscar la Gloria de Tu Padre y sin embargo, qué fácil es que incluso cuando uno se propone hacer cosas buenas.
Por ejemplo si uno se propone un horario de trabajo, y tiene personas a las que ayuda en su casa o tareas de las que se ocupa en su casa, tantas cosas buenas y qué pena si al final aunque supuestamente hago las cosas porque es lo que Dios quiere, lo que me corresponde, como puedo darle gloria, después en el momento se termina buscando como esa admiración, se termina buscando por ahí quizá no directamente la admiración, pero sí el no quedar mal, hago esto porque no me queda otra, que va a decir la gente si yo no hago.
O un poco el cumplir, hago esto porque así bueno estoy haciendo lo que tengo que hacer y nadie me puede decir nada, en vez de buscar la gloria de Tu Padre, Señor.
Qué buen punto para examinarse:
¿Por qué hago las cosas? o más bien ¿Para qué?
Lo que estoy buscando es quedarme tranquilo, que nadie me reproche nada o directamente que me halaguen.
ESTAR A TU LADO SEÑOR ES UN BUEN DESEO
Y sacaba este tema para nuestra oración, porque en el Evangelio de la misa de hoy, se te acercó Jesús, la madre de Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, para pedirte una cosa:
“¿Qué quieres pedir? quiero que en tu Reino estén mis hijos, uno a tu derecha y uno a tu izquierda”.
(Mt 20, 21-22)
Claro y se ve que ahí se podía meter una intención poco recta también, uno podría decir bueno, qué mejor que estar Señor a tu lado, lo más cerca posible, qué buen deseo tiene esta mujer, tantas madres que quieren que sus hijos estén muy cerca Tuyo, Jesús.
Pero acá por tu respuesta, nos damos cuenta y también por la reacción de los demás apóstoles, que en realidad se puede meter una intención un poco torcida, de que tengan un puesto importante, que brillen, quizá que estén como al mando tomando decisiones, más todavía hablando de un Reino, uno podría imaginarse, algún ministerio, algún puesto.
Y aprovechas Vos Señor, esa petición para dejarnos una enseñanza que nos quedará en la Iglesia para siempre, porque quedó en el Evangelio.
Haces una comparación de quienes gobiernan en esta tierra, que tiranizan, que hacen sentir su autoridad y les decís a los apóstoles que entre ellos no debe ser así,
“el que quiera ser el mayor que se haga el servidor de todos”.
(Mt 20, 26)
RECTIFICAR LA INTENCIÓN
Eso también nos puede ayudar a rectificar la intención cuando nos venga ese deseo de: que me escuchen a mí, que se haga como yo quiero, que me reconozcan, que me agradezcan, que se den cuenta que yo hago las cosas bien, todo eso que nos pone como en el centro.
Que nos ayudes Vos Señor a dar vuelta y querer hacer las cosas realmente para la gloria de Tu Padre.
Qué bueno poder regalarle a Dios lo que hacemos gratuitamente, por así decirlo, por puro agradecimiento y también para servir a los demás.
Esa es una pregunta que nos podemos hacer muchas veces:
¿Yo para que hago esto? porque busco un beneficio o porque puedo servir o por qué quiero hacer la voluntad de Dios y esto es lo que mi padre Dios espera de mí. Y por si nos costará, que muchas veces ciertamente nos puede costar, esto de vivir para los demás, tener como fin el bien del otro, incluso a buscar la gloria de Dios.
JESÚS NO VINO A SER SERVIDO, SINO A SERVIR
Para que nos quedara claro el modelo, para que no nos pareciera que hacemos demasiado, ¿Cómo voy a ponerme yo a servir? pues Vos mismo, Jesús, nos decís que viniste, estás entre los hombres como quien sirve, que viniste al mundo no para que te sirvan sino para servir y cuánto nos ayuda a considerar eso, Señor, sí Jesús siendo el Hijo de Dios, por quien se hicieron todas las cosas, que conoces en profundidad toda la creación, el corazón del hombre, tenés toda la sabiduría, todo el poder y quieres poner tu vida, esa vida humana que tomaste de nuestra naturaleza, recibida de la Virgen, la quieres poner al servicio de los demás.
Cómo entonces nos vamos a resistir a servir, a buscar realmente hacerle la vida más amable a los demás y como lo haces Vos, Señor, para la Gloria del Padre.
Ayúdanos a examinarnos y esto pienso que se puede hacer varias veces, incluso en el día: Bueno ¿Por qué hago este trabajo? ¿Por qué busco a este amigo?.
QUE TODO ADQUIERA EL VALOR SOBRENATURAL
Qué bueno es que podamos, Señor, reconducir hasta las cosas más pequeñas a la Gloria de Tu Padre, porque resulta que Tu Padre nos quiere y puede recibir eso. Y Dios es el fin de todo y cuando lo que somos y lo que hacemos va dirigido hacia Él, entonces adquiere ese valor eterno, sobrenatural.
Qué alegría Señor, que no nos dejemos llevar por esa tentación, sino que cuando venga, que rectifiquemos, rectificar, no para mi tranquilidad, no para mi reconocimiento, no para mi superioridad, no, para Dios.
Vamos a pedirle a Nuestra Madre que sabía encauzar hacia su verdadero fin toda su actividad, hasta sus pensamientos, sus decisiones, que Ella nos ayude a no caer en esa tentación de buscar la admiración, sino la Gloria de Dios que será también nuestro tesoro en el Cielo.
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