Hoy comienza todo. Comienza con ramos pero, no lo olvides, los ramos de hoy son la ceniza de mañana… Así, tal cual. Se procura agarrar todos los ramos de este Domingo de Ramos y quemarlos, de manera que de la ceniza que queda, se saca la del Miércoles de Ceniza del próximo año…: los ramos de hoy son la ceniza de mañana…
Hace poco me volvían a hacer la pregunta ¿cómo se decide cuándo es la Semana Santa?
A ver, lo decisivo es la Pascua, el Domingo de Resurrección. Es un criterio “estelar” el que se usa: la Pascua se celebra todos los años, el domingo siguiente a la primera luna llena posterior al equinoccio de marzo. Parece trabalenguas, pero es simple.
El equinoccio es ese día del año en el que la noche y el día tienen la misma duración (suele ser entre el 19 y el 21 de marzo). Si por las noches de estos días de marzo miras al cielo, como lo haría un buen vikingo y ves que aparece una luna llena, sabrás que el domingo siguiente es Pascua.
Este año la luna llena es mañana 25 de marzo, así que el próximo domingo es Pascua, es domingo de Resurrección.
Ahora,
“la preparación de la Pascua está precedida de la Semana Santa, a la que damos inicio hoy, Domingo de Ramos, en el que la liturgia refleja la incoherencia humana.
Primero se hace una procesión conmemorando a las gentes de Jerusalén que batían sus ramos honrando a Jesús en su entrada triunfal montado en un burrito y luego, se proclama el Evangelio de la Pasión:
traición de Judas, juicio injusto, flagelación, coronación de espinas, crucifixión, muerte y sepultura… a petición de aquellos mismos que lo recibieron con ramos. Por tanto, los ritos recuerdan a quienes recibieron a Jesús batiendo ramos y cantando ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! y que poco después gritarían: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!”
(En presencia de Dios, Marzo, Pedro José María Chiesa).
JESÚS SE QUEDA SOLO
Ya te lo decía: los ramos de hoy son la ceniza de mañana… Hoy aplausos, mañana abucheos. Parece que todo empieza bien, pero se te vienen encima Señor una avalancha de acontecimientos nefastos, de traiciones, negaciones, golpes, insultos…
No quiero ver las escenas a distancia, intentaré vivirlas en primera fila, en carne propia. No te quiero dejar solo Jesús. Quiero acompañarte muy de cerca esta semana.
Cuando los discípulos vieron a Jesús preso, le dejaron y huyeron dice san Mateo (Mt 26, 56). Desaparecieron uno tras otro. ¡Qué noche más triste les esperaba! ¿Dónde irían…? Para huir estuvieron bien despiertos, esos mismos que poco antes se caían del sueño. Pero ya se ve que la Pasión era para Jesús solo.
“Jesús se queda solo. «El Señor fue flagelado y nadie le ayudó; fue afeado con salivas y nadie le amparó; fue coronado de espinas y nadie le protegió; fue crucificado y nadie le desclavó; clama diciendo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? y nadie le socorre» [San Agustín, Comentario al salmo 21,2,8].
Se encuentra solo ante todos los pecados y bajezas de todos los hombres de todos los tiempos.
Solo Pedro le sigue a lo lejos. Y de lejos, como comprendería enseguida, no se puede seguir a Jesús, pues de una forma u otra se le acaba negando. O se le sigue de cerca o se le abandona. Es la experiencia de todos los días”
(Como quieras Tú, Francisco Fernández-Carvajal).
Tú y yo se lo repetimos: no te quiero dejar solo Jesús. Quiero acompañarte muy de cerca esta semana.
Le dejaron y huyeron.
ACOMPAÑAR A JESÚS
“Soledad de Jesús. También ahora en nuestros días, en nuestras ciudades. No le dejemos abandonado (…).
¡Qué solo estás a veces, Señor!
¡Qué pocos te visitan y te agradecen que te hayas quedado en nuestras iglesias!
¡Qué prisas tenemos a veces para tantas cosas de tan poco valor!
¡Qué prisas para nada!”
(Como quieras Tú, Francisco Fernández-Carvajal).
Estos días incluso: qué prisas tenemos por descansar, por pasarla bien, por juntarnos con los amigos o la familia y Jesús: solo…
Lo tenemos enfrente y no nos damos cuenta.
En cambio,
“Anás [cuando lo tuvo delante] pudo darse cuenta enseguida de que se trataba de un hombre sereno y sin miedo. No sería nada fácil condenarle en un juicio improvisado. Le interrogó brevemente acerca de su doctrina y de sus discípulos. ¿Qué enseñaba? ¿Qué pretendía?
Yo he hablado abiertamente al mundo… ¿Por qué me preguntas? Interroga a los que me oyeron…, contestó Jesús.
Entonces un celoso servidor le dio una bofetada, mientras le advertía: ¿Así respondes al pontífice? No era el pontífice, pero como lo había sido, lo llamaban aún así. Era la primera vez que la mano de un hombre golpeaba el rostro de Jesús. Los presentes no lo vieron, pero el Cielo entero se conmovió.
El Señor recibió con paz esa violencia física inesperada. Era realmente algo bajo e indigno pegar a un hombre maniatado.
En la sábana santa ha quedado el testimonio de un golpe grande en el pómulo derecho, como el producido por una estaca o un puñetazo muy fuerte; la mejilla se halla tan inflamada que el ojo casi desaparece bajo la hinchazón.
Pudo ser el recibido en casa de Anás [M. Corsini, Historia del sudario de Cristo]. Este hombre inició las interminables ofensas físicas, que no acabarían ya sino con la muerte. (…) Entonces respondió Jesús: Si he hablado mal, declara ese mal; pero si bien, ¿por qué me pegas?”
EL SEÑOR NOS LLAMA A LA SANTIDAD
Ahí queda esa pregunta: ¿Por qué me pegas…?
“No olvidemos que nuestras faltas y pecados fueron como los instrumentos de la Pasión (…). Quienes pecan, afirma san Pablo, crucifican de nuevo al Hijo de Dios y lo escarnecen [Heb 6,6].
¿Cuántas veces nos habrá dicho Jesús?: ¿por qué me pegas?…
Ya no más, Jesús. Nunca más.
El Señor nos llama a la santidad, a una amistad profunda con Él; no nos pide solo el no ofenderle, sino un amor con obras creciente. Este camino del amor comienza por el rechazo firme de todo pecado, también el venial. Y con el deseo de desagraviar por todas nuestras faltas (…). Mucho debemos reparar y desagraviar…”
(Como quieras Tú, Francisco Fernández-Carvajal).
REMIGIO Y CLODOVEO
Se cuenta que
“Hace mil quinientos años el fraile Remigio catequizó al rey de los francos, Clodoveo, preparándolo para el Bautismo. La historia dice que Remigio era hombre de poca estatura, pacífico y asustadizo y Clodoveo, además de ser robusto, iracundo con quienes le comunicaban malas noticias, pues se encolerizaba tornándose extremadamente violento, llegando a emprenderla a golpes con el mensajero y sus seres queridos.
En una de sus lecciones, Remigio le explicó a Clodoveo la Pasión de Jesucristo; y avanzando la narración: traición de Judas, bofetada ante el sumo sacerdote, condena injusta de Poncio Pilato… Remigio comenzó́ a sentir miedo al notar que el rostro del monarca franco se descomponía de furor ante la injusticia de los hechos.
Y llegado el momento en que, muerto Jesús, un soldado le traspasó el costado con su lanza, Clodoveo no pudo refrenar su cólera interior y, abalanzándose sobre Remigio, para descargar su furia, lo sujetó en su hábito religioso, lo alzó por los aires, y le colocó su puño gigantesco a centímetros de los ojos, tras lo cual le dijo con tono amenazante: ¡Si en el Calvario hubiesen estado Clodoveo y sus hombres, Cristo no habría muerto! tras lo cual devolvió al pobre y aterrorizado frailecillo a su asiento, para continuar con la lección”
(En presencia de Dios, Marzo, Pedro José María Chiesa).
No sé, no sé… Si tú y yo hubiéramos estado en el Calvario ¿habría muerto Cristo…?
Que nuestros ramos no acaben en cenizas. Que ese acompañar a Cristo con ramos no se transforme en traiciones y golpes… muestra evidente de nuestra incoherencia y debilidad.
Acompañemos a Jesús esta Semana Santa en serio. No te quiero dejar solo Jesús. Quiero acompañarte muy de cerca esta semana. Lo haré junto a tu Madre, ya que Ella sí supo acompañarte al pie de la Cruz.
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