Sean como sean tus circunstancias conozco a alguien a quien le interesa todo lo tuyo, que le importa lo que te sucede y lo que no te ocurre, alguien que ya pensaba en ti desde toda la eternidad. Te lo presento: es el Señor.
Dos mil años atrás
Observa la siguiente escena: Jesús mira en dirección a la caleta de pescadores de Cafarnaúm y reconoce a dos de sus nuevos amigos -uno de ellos sabemos que es Andrés hermano de Pedro- se acerca a los botes y sin rodeos les invita a seguirle. En un instante – ¡Qué importantes son los instantes cuando se sigue a Dios!- se deciden y parten: Pedro, Andrés, Santiago y Juan comienzan la aventura de su vida.
Jesús se introduce en su vida corriente, en su labor diaria. Lo mismo sucede con los demás: a uno lo encuentra debajo de un árbol, a otro en su trabajo de cobrador de impuesto y a José de Arimatea se le presenta en la Sinagoga seguramente. Todo su círculo cercano está formado por hombres y mujeres corrientes que se ganaban su sustento, cumplían sus deberes de estado (¡seguro que unos mejor que otros!) y creían en el Mesías tan esperado.
Jesús busco mas amigos
Jesús no se conformó con estos amigos. Salió a buscar más: enfermos, pecadores, muertos, esclavos…ninguna circunstancia se convirtió en un límite para acercarse a las criaturas.
Hoy sucede igual. Para poder hablar con Jesús hay que abrir el corazón y comprender que le interesas. Tú, tienes toda la atención del Señor cuando te decides a charlar con Él. La vida de la gracia está en ti desde tu bautismo, momento crucial en la vida de todo cristiano pues habilita tu alma para que la Santísima Trinidad habite en ella. ¡Puedes hablar con Dios todo el tiempo! En un diálogo riquísimo que se da en tu voz interior, que no es monólogo sino diálogo, porque Jesús te responde. Poco a poco irás reconociendo la voz del Señor: en la respuesta de un amigo, en el párrafo de un libro que lees y te ilumina una circunstancia concreta, un hecho que ocurre del cual sacar alguna enseñanza o propósito incluso una situación adversa puede ser la voz de Dios para ti.
Y ¿Dónde sucede esto? Igual que hace dos mil años atrás, en tu vida corriente. En medio de la vida de familia, del trabajo o de la vida social puede ser el lugar de encuentro con el Señor.
¡Pero cómo lo haces!
Existen 2 tentaciones para hablar con Jesús en medio del día a día y que pueden frustrar tu intento. La primera es creer que sólo se puede hablar con Dios cuando se está al interior de un recinto santo y la segunda consiste en pensar que sólo al repetir oraciones como el Padrenuestro y Avemaría uno está hablando con Jesús. Orar en una Iglesia o rezar vocalmente las oraciones aprendidas en la niñez o incluso orar con el Rosario son acciones altamente recomendables, pero difíciles de practicar en una jornada intensa de trabajo, familia y amigos.
Entonces ¿Cómo se habla con Jesús en la vida cotidiana? y la respuesta es… ¡No hay recetas! No sonrías, porque es cierto. Hay tantas maneras de hablar con Jesús como personas hay en esta Tierra porque cada uno es único, porque así ha sido el deseo de nuestro Padre que está en los cielos.
Sin embargo hay algunos principios que ayudan a hablar con Dios en la vida cotidiana.
Conciencia de Filiación Divina
Concepto medular en la predicación de San Josemaría Escrivá, afirmando que Dios es un Padre que nos ama “más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos”. Y añade, conmovido, en otro momento: “Las palabras no pueden seguir al corazón, que se emociona ante la bondad de Dios. Nos dice: tú eres mi hijo. No un extraño, no un siervo benévolamente tratado, no un amigo, que ya sería mucho. ¡Hijo! Nos concede vía libre para que vivamos con Él la piedad del hijo y, me atrevería a afirmar, también la desvergüenza del hijo de un Padre, que es incapaz de negarle nada”.
Con esa naturalidad debemos tratarle
Y para lograrlo algunas acciones que pueden ayudar al alma que desee hablar con Jesús en la vida cotidiana son las siguientes ( Son sólo sugerencias):
- Considerar al levantarnos, al ir conduciendo, al ir sentado en el transporte público o en los tiempos de espera que tenemos en la jornada todas las cosas buenas que nos rodean y que Dios como buen Padre ha permitido. Cada una de las situaciones para agradecer son personales y pueden ser tan sencillas como “dar gracias por no haber discutido con el hijo adolescente ese día o que el bebé haya pasado la noche de largo. Mover el pensamiento hacia Dios en la vida corriente es un paso enorme para hablar con Dios en la vida cotidiana.
- Si debes trabajar en algo manual o rutinario puedes escuchar un podcast o un video de un tema espiritual. Esta práctica nos permitirá profundizar en el conocimiento de Dios y formará nuestro entendimiento para comprender mejor las diversas situaciones por las que pasamos para mirarlas de forma más sobrenatural.
- En las mismas circunstancias anteriores, puedes escuchar música católica que hay mucha. Mucha música católica tiene como base los salmos, por lo que al escucharla también das mucha gloria a Dios.
- Otra acción que puede ser útil es tener a la vista alguna imagen de la Virgen, de la Sagrada Familia, de San José o del Sagrado Corazón donde uno pasa más tiempo para inspirarse a mirar las realidades que nos rodean según Dios quiere y ordenarlas para contentarlo a Él.
Confianza en Dios
consiste en considerar que nadie es un verso suelto sino que “Todos formamos parte de un poema divino (San Josemaría, Es Cristo Que Pasa, 111).
Al igual que se metió en la vida de los Apóstoles, sus amigos, Dios quiere meterse en la nuestra. También nuestra relación de amistad con Él puede seguir entonces esa línea ascendente, de modo que se dilate cada vez más nuestra capacidad de amar. Con un profundo respeto a nuestra libertad, Jesús nos ofrece su amistad, en la que se manifiesta una confianza que nos descubre quiénes somos para Él. Jesús (y ¿quién como Dios?) apuesta por nosotros…cuando no nos vemos capaces de superarnos, la confianza de Dios en nosotros fortalece la nuestra. La confianza sincera descubre las potencialidades que se esconden en el interior de cada uno, sepultadas con frecuencia por una baja autoestima o por el miedo al fracaso, e impulsa a desarrollarlas en servicio de los demás: nos hace crecer de modo natural, armonioso; nos hace capaces de más.
Jesús sabe a quienes ha elegido, los conoce mejor que nadie. Sabe hasta dónde pueden llegar, pero pide correspondencia a modo de Confianza. Él quiere darnos la vida que nos permitirá ir al Cielo, pero no quiere esclavos. Pregunta: ¿Confías en mí en esta circunstancia concreta? Sobre todo cuando hay nubarrones y tormentas, seguir actuando en “modo cristiano” es nuestra respuesta afirmativa a la pregunta del Señor.
Este modo de querer, tan divino y tan humano, forja una verdadera amistad entre el maestro y los discípulos, que los compromete y saca de ellos lo mejor.
Dejando entrar a Dios
Al Señor «le interesan tus alegrías, tus éxitos, tu amor, y también tus apuros, tu dolor, tus fracasos» así lo explicaba San Josemaría. Por eso es necesario hablarle con confianza, abrirle de par en par el corazón, compartir con Él todo lo nuestro. Cuando confiamos de verdad en alguien, nos quitamos las caretas con las que otras veces nos protegemos: en ese momento nos parecen inútiles; sentimos que podemos ser nosotros mismos sin temor. Esta confianza desvela la verdad de nuestro ser y nos da una gran libertad interior. Sabiendo que no hay amistad más sincera que la suya, podemos dejarle entrar hasta el fondo de la casa de nuestra alma. ¿Lo dejaremos acaso en la sala de estar que es para los invitados?.
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