Le preguntaron una vez a san Josemaría ¿Cree que los actos de piedad se deben vivir en familia? ¿Considera importante enseñar a los niños a practicar su Fe desde los primeros años? Y respondió:
“Creo que es precisamente la mejor manera de dar a los niños una educación verdaderamente cristiana. La Escritura nos habla de aquellas familias cristianas primitivas que sacaron nueva fuerza y nueva vida de la luz del Evangelio. San Pablo los llama «la Iglesia en el hogar».
Siguiendo el ejemplo de sus padres los niños aprenden a poner a Dios ante todo en sus afectos, consiguen ver a Dios como su Padre y a María como Madre. De esta manera se puede ver fácilmente el maravilloso apostolado que tienen los padres y cómo es su deber vivir una vida de oración plenamente cristiana, para que puedan comunicar a sus hijos el amor de Dios, que es algo más que simplemente enseñarles.
Es lo que vivió san Josemaría en su hogar. Los Escrivá eran una familia cristiana, en la que se vivían en común algunas prácticas de piedad, como la asistencia a Misa los domingos, el rezo del Santo Rosario, la Misa de Gallo en Navidad.
Desde muy niño aprendió de sus padres las primeras oraciones infantiles. Su madre, doña Dolores preparó personalmente a su hijo para la primera confesión, y el día señalado le acompañó hasta el confesionario.
También fue gran amigo de su padre: le esperaba con impaciencia a la vuelta de su trabajo, y le abría la puerta; o salía a su encuentro, y metía la mano en el bolsillo de su abrigo buscando algún dulce. Don José le llevaba a las ferias de Barbastro o paseaba con él por la ciudad; eran paseos de intimidad paterno-filial, de pequeñas confidencias y preguntas de niño. Seguramente así también le transmitió la fe.
La oración familiar
La iglesia anima a los creyentes a tener tiempos de espiritualidad en familia, porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos. Cómo nos explica esta meditación, la oración y la familia son dos grandes tesoros que tenemos en la tierra.
Este pequeño vídeo ofrece algunos consejos sacados de las entrevistas de Secretos de la oración para lograr el propio estilo de oración familiar.
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Plegaria y unidad familiar
Tener la oportunidad de crecer en un hogar donde la oración es parte del día a día es una hermosa bendición. Su importancia radica en el ejemplo de padres a hijos. Aprender a orar en todas las estaciones de la vida junto con la familia fortalece la unión y los vínculos de parentesco.
La oración en familia brota de la escucha de Jesús, de la lectura y familiaridad con la Palabra de Dios. Nos lo confirma el Catecismo: “La fe alcanza su mayor fecundidad cuando se vive en interacción con los demás, y en primer lugar con nuestro cónyuge y nuestros hijos, quienes, de hecho, forman nuestra primera comunidad de vida, nuestra Iglesia doméstica” (CIC, 1655).
Vivir la fe de forma concreta en el hogar implica que existan momentos de oración familiar, momentos de vivir los sacramentos juntos, sobre todo en la misa del domingo, que se pueden convertir en un auténtico ritual para disfrutar unidos.
El valor del ejemplo
Los padres cristianos procuran dar a sus hijos, también, lo mejor que poseen: la fe. Han de acompañarlos en el camino del conocimiento y del trato con Dios, aprender juntos las verdades del Evangelio y el ejercicio de las virtudes humanas y cristianas. De manera semejante, en este punto, san Josemaría recomendaba optar por el ejemplo y por la libertad. Así lo explicaba: «no les obliguéis a nada, pero que os vean rezar: es lo que yo he visto hacer a mis padres, y se me ha quedado en el corazón. De modo que cuando tus hijos lleguen a mi edad, se acordarán con cariño de su madre y de su padre, que les obligaron solo con el ejemplo, con la sonrisa, y dándoles la doctrina cuando era conveniente, sin darles la lata».
Poner interés en hacerles entender las oraciones que se les enseña, siempre que sean pocas mientras son pequeños, y cuidando que lleguen bien preparados para recibir los sacramentos. Resulta indispensable ayudarles a tomar conciencia de su dignidad de hijos de Dios, ya que sepan responder generosamente a los dones que reciben de su Padre del cielo.
En gran medida, san Josemaría aprendió de sus padres a tratar a Dios. Sigamos el ejemplo de esta familia cristiana.