Un carácter que se identifique con Cristo
En Un carácter que se identifique con Cristo podemos resolver algunas de estas inquietudes. ¿Cómo influye la personalidad en la vida diaria? ¿puede cambiar una persona?, ¿qué papel desarrolla la gracia? ¿Por qué reacciono de ese modo? ¿Por qué soy así? ¿Podré cambiar?
Son algunas de las preguntas que alguna vez pueden asaltarnos. A veces, nos las planteamos respecto a los demás: ¿por qué tiene ese modo de ser?… Vamos a profundizar sobre estas cuestiones, mirando a nuestra meta: parecernos cada vez más a Jesucristo, dejándolo obrar en nuestra existencia.
Este proceso abarca todas las dimensiones de la persona, que al divinizarse conserva los rasgos de lo auténticamente humano, elevándolos según la vocación cristiana.
Dios cuenta con nuestra personalidad para llevarnos por caminos de santidad. El modo de ser de cada uno es como una tierra fértil que se ha de cultivar: basta quitar con paciencia y alegría las piedras y malas hierbas que impiden la acción de la gracia, y comenzará a dar fruto, una parte el ciento, otra el sesenta y otra el treinta.
Aunque es posible señalar que en cierto momento una persona ha llegado a una etapa de madurez en su vida, la tarea de trabajar sobre el modo de ser de cada uno se proyecta a lo largo de todo nuestro andar terreno.
El autoconocimiento y la aceptación del propio carácter darán paz para no desanimarse en este empeño. Esto no implica ceder al conformismo. Quiere decir, más bien, reconocer que el heroísmo de la santidad no exige poseer ya una personalidad perfecta ni aspirar a un modo de ser idealizado, y que la santidad requiere la lucha paciente de cada día, sabiendo reconocer los errores y pedir perdón.