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Padre Juan Carlos Vásconez

Dr. en Teología, Sacerdote. Ing. Sistemas. Maneja proyectos: Educatec, 10 Minutos con Jesús América Latina y proyecto Kana.

4 min

«Ocultarme y Desaparecer Es Lo Mío, Que Solo Jesús se luzca»

La vida habitual de un cristiano que tiene fe, cuando trabaja o descansa, cuando reza o cuando duerme, en todo momento, es una vida en la que Dios siempre está presente

9 de enero cumpleaños de San Josemaría Escrivá de Balaguer

Hoy es el cumpleaños de San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei (www.opusdei.org.ec). Dios quiso que dejara una marca profunda en la espiritualidad de nuestro tiempo a través de la difusión de la búsqueda de la santidad en medio del trabajo profesional y del cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano. 

Aprovechó todas las oportunidades para llevar ese mensaje, así lo encontramos al final de su vida en un aeropuerto donde hay muchos reporteros intentando sacarle fotos. Uno, más avezado, le dice con descaro: «¡Déjese usted hacer unas fotos…! Josemaría, sin parar le contesta: –Oye… ¡que yo no soy la Concha Piquer! (una actriz famosa del momento) ¡Yo soy un pobre hombre! Contrariado por la evasiva, el reportero replica con cierto desdén: -A mí, en el fondo, me da igual, pero yo tengo que hacer mi trabajo. Esto es el pan de mis hijos. En ese momento, Josemaría se para en seco. Se vuelve hacia el reportero, clava en él una mirada intensa y le sonríe, como si hubiera encontrado a un viejo amigo: -Si tú tienes que hacer tu trabajo para ganar el pan de tus hijos, aquí me quedo, posando… ¡hasta que tú me digas basta! El pequeño detalle de facilitar el trabajo de las demás personas».

          Solía afirmar San Josemaría: la vida habitual de un cristiano que tiene fe, cuando trabaja o descansa, cuando reza o cuando duerme, en todo momento, es una vida en la que Dios siempre está presente. En definitiva, que se puede alcanzar la contemplación en medio del mundo. San Juan Pablo II, en la homilía de la canonización de San Josemaría animaba a sus devotos diciendo: “sigan sus huellas, difundan en la sociedad, sin distinción de raza, clase, cultura o edad, la conciencia de que todos estamos llamados a la santidad. Esforzándose por ser santos ustedes mismos en primer lugar”.

 

San Josemaría Escrivá nació el 9 de enero de 1902 en Barbastro, España. Es el segundo de seis hermanos. De sus padres y en la escuela aprendió los fundamentos de la fe y tempranamente incorporó a su vida costumbres cristianas como la confesión y la comunión frecuentes, el rezo del rosario y la limosna. La muerte de tres hermanas pequeñas y la ruina económica familiar lo hacen conocer muy pronto la desgracia y el dolor.  Esta experiencia templa su carácter, de un natural alegre y expansivo, y le hace madurar. 

A los 16 años San Josemaría intuye que Dios quiere algo de él, aunque no sabe qué es. Decide entregarse por entero a Dios y hacerse sacerdote. Piensa que de ese modo estará más disponible para cumplir la voluntad divina. Comienza los estudios eclesiásticos, y en 1920 se incorpora al seminario diocesano de Zaragoza, en cuya Universidad Pontificia completa su formación previa al sacerdocio. Simultáneamente, por recomendación de su padre, hace los estudios universitarios de Derecho. En 1925 recibe el sacramento del Orden Sacerdotal y comienza a desarrollar su ministerio pastoral, con el que, a partir de entonces, se identifica su existencia. Ya sacerdote, sigue a la espera de la luz definitiva sobre lo que Dios quiere de él. Aquí un resumen de su vida 

En Madrid, el 2 de octubre de 1928, durante un retiro espiritual, Dios le hace ver la misión a la que lo ha destinado: la fundación del Opus Dei para promover entre hombres y mujeres, de todos los ámbitos de la sociedad, un compromiso personal de seguimiento de Cristo, amor a Dios y al prójimo y búsqueda de la santidad en la vida cotidiana

En 1934 publica -con el título provisional de «Consideraciones espirituales»- la primera edición de «Camino», su obra más difundida, ya que con el paso de los años se han editado más de cuatro millones de ejemplares. En la literatura espiritual, San Josemaría Escrivá también es conocido por otros títulos como «Santo Rosario», «Es Cristo que pasa», «Amigos de Dios», «Via Crucis», «Surco» o «Forja». La guerra civil española (1936-1939) supondrá un serio obstáculo para la naciente fundación. 

En la década de los 50, San Josemaría Escrivá alienta la puesta en marcha de proyectos muy variados: escuelas de formación profesional, centros de capacitación para campesinos, universidades, colegios, hospitales y dispensarios médicos, etc. Estas actividades, fruto de la iniciativa de fieles cristianos corrientes que desean atender, con mentalidad laical y sentido profesional, las concretas necesidades de un determinado lugar, están abiertas a personas de todas las razas, religiones y condiciones sociales. Animaba por todas partes a hacer cosas grandes.

Durante el Concilio Vaticano II (1962-1965), San Josemaría mantiene una relación con numerosos Padres Conciliares. Objeto de sus frecuentes conversaciones son algunos de los temas que constituyen el núcleo del magisterio conciliar, como por ejemplo la doctrina sobre la llamada universal a la santidad o sobre la función de los laicos en la misión de la Iglesia. 

Entre 1970 y 1975, su empeño evangelizador lo mueve a emprender viajes de catequesis por Europa y América. Mantiene numerosas reuniones formativas, sencillas y familiares -aun cuando a veces asisten miles de personas-, en las que habla sobre Dios, los sacramentos, las devociones cristianas, la santificación del trabajo, con el mismo vigor espiritual y capacidad comunicativa de sus primeros años de sacerdocio. 

Fallece en Roma el 26 de junio de 1975. Lloran su muerte miles de personas que se han acercado a Cristo y a la Iglesia gracias a su labor sacerdotal, a su ejemplo y a sus escritos. Un gran número de fieles se encomiendan desde ese día a su intercesión y piden su elevación a los altares.

El 6 de octubre de 2002, más de 400.000 personas asisten en la plaza de San Pedro a la canonización de San Josemaría Escrivá. En la homilía, San Juan Pablo II señaló que “el santo comprendió más claramente que la misión de los bautizados consiste en elevar la Cruz de Cristo sobre toda realidad humana”, y sintió surgir de su interior la apasionante llamada a evangelizar todos los ambientes.

 


Escrito por

Padre Juan Carlos Vásconez

Dr. en Teología, Sacerdote. Ing. Sistemas. Maneja proyectos: Educatec, 10 Minutos con Jesús América Latina y proyecto Kana.

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