Solemos sentir pereza cuando alguien nos invita a rezar o a ir a la iglesia, y lo sentimos porque muchas veces no nos gusta que nos digan qué hacer o qué decir, la generación millennials ha demostrado que no le gusta seguir patrones, es por eso que este artículo es una invitación para todos aquellos que no se sienten identificados con las prédicas que les han enseñado; pero eso no quiere decir que vayamos a dejar de un lado las oraciones que el mismo Jesús instauró en la Iglesia.
Las relaciones son el medio por el cual aprendemos a conocernos y a conocer a otros. Las relaciones son las asignaturas de la vida, y a través de ellas aprendemos, crecemos y maduramos. Por medio de las relaciones, las personas nos muestran lo que necesitamos llenar, mejorar y/o cambiar, pero es importante tener en cuenta que las personas no nos llenan, pero Dios sí.
Sucede que muchas veces hablamos de las personas en lugar de hablar con las personas, en lugar de hablar con Dios. Se habla de un Jesús, de lo que dicen de Él, pero realmente no nos tomamos el tiempo de reunirnos con Él, de entrar en oración, de leer un apartado de la Biblia, de asistir a la Eucaristía sin importar que no sea domingo.
¿Y tú qué tan frecuente te relacionas con Dios?
He descubierto que aquello que mantiene a las personas en el camino con Dios, es el encuentro con Él, la relación con Dios no se transfiere, la experiencia con Dios es personal, debemos tener nuestra propia historia con Dios.
Te invito entonces, a que allí donde estés eleves una oración que te nazca, no una programada, es más no tienes que ponerle nombre, puedes iniciar con una charla sencilla, como si le hablaras a un amigo; anda, cuéntale qué tal estuvo tu día, cuéntale los buenos momentos y los malos, dale gracias, pide perdón y coméntale lo que te preocupa; ¿no es tan difícil, verdad?
Recuerda que Dios no es algo que se pueda encapsular, hay que vivir la experiencia, la palabra conocer no es acumular información es experimentar, es por ello que Jesús nos convida a un diálogo con Él, no a recitar un monólogo, como bien lo dijo el Papa Francisco.
Para conocer mejor a Jesús, es menester acercarse a la Biblia, el libro más vendido en el mundo, aquel que relata historias inimaginables. Nadie va a sacrificar nada por alguien que no conoce, tienes que conocer a Dios para amarlo, y se conoce a través de la Biblia, su palabra.
Dios no tiene favoritos, pero sí íntimos
Para familiarizarnos con nuestro Padre del cielo, es necesario incluir en nuestra rutina hábitos que nos acerquen a Él, que nos relacionen, como toda amistad, debemos nutrirla, compartir cosas que de pronto no nos gustan tanto, hacer cosas por Él para agradarle, ¿quién no ha hecho algo para encajar en un grupo o para gustarle a alguien?
Expresémosle cercanía, que Jesús sea el amigo íntimo, que lo tengamos como contacto favorito que esté en la lista de mejores amigos.
La vocación a la oración es una llamada a seguir el camino de Cristo, una llamada a ser paciente, a esperar en Él, y con Él, porque ¿qué sentido tiene hacer cosas por Jesús, pero sin Él?
Reconozcámonos vulnerables y frágiles, aceptemos que necesitamos estar en comunicación con Dios, sembremos la semilla de la relación con Cristo, y veremos como los frutos responden a muchas de las cuestiones que como humanos nos planteamos.
La pandemia trajo consigo la oportunidad de relacionarnos con Jesús en nuestro hogar
A pesar de las dificultades, la pandemia abrió una nueva forma de orar, la iglesia ya no es el único lugar donde podemos encontrar a Jesús. El encierro aumentó el tiempo de compartir en familia y con ello, una nueva oportunidad para cultivar el diálogo con Jesús en familia.
Este año los invito a no limitar la relación con Jesús únicamente en la Iglesia o en la Eucaristía. Veamos al Señor en los ojos de nuestra pareja, de nuestros seres queridos, veámoslo también en todo lo creado, en una ida al río o al mar, en un paseo en el bosque, en una salida con amigos; y allí invitémoslo a Él y a quienes nos acompañan a cultivar esa relación, ese encuentro con Dios.
Les dejo una reflexión del Papa Francisco: “existe el riesgo de no querer dialogar, el riesgo de que la complejidad de la crisis induzca a elegir atajos, en vez de los caminos más lentos del diálogo; pero son estos, en realidad, los únicos que conducen a la solución de los conflictos y a beneficios compartidos y duraderos”.
Participó en un grupo de oración. Y ayer compartía exactamente lo mismo de este bello, profundo y sabio artículo y de esta hermosa meditación. Gracias.
Sencillamente maravilloso, Dios los bendiga