La devoción a Nuestra Señora de los Dolores viene desde muy antiguo. Esta devoción hace referencia a meditar y acompañar espiritualmente a nuestra Madre, poniendo nuestro corazón junto al de ella en los momentos de dolor que padeció en la Tierra.
¿Cuáles son los Siete Dolores de la Virgen María?
Se habla de los siete dolores que con amor soportó la Virgen María durante su vida.El primer dolor vino por la profecía que le hizo el anciano Simeón cuando, junto a José, acudió al Templo a presentar al Niño y él le anunció:>
«Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma«. (Lc. 2, 33-35)
Casi todos los dolores han sido tomados de los evangelios:
- La huida a Egipto (Mt2,13-15)
- La pérdida del niño Jesús en el Templo (Lc 2, 43-45);
- Su encuentro con Jesús camino al Calvario;
- Con la crucifixión y muerte de Cristo (Jn 19, 17-39);
- Con el descendimiento de Jesús hacia sus brazos (Mc 15,42-46) y <
- Con el entierro de su Hijo querido (Jn 19,40-42).
¿Por qué los dolores de la Virgen María?
Nuestra Madre, fue corredentora con Cristo en la salvación de los hombres. Aun siendo la Madre de Dios, no le fue ahorrado ningún dolor.
Cuántas veces nos preguntamos ¿Qué he hecho yo para merecer este dolor, esta tristeza, este fracaso profesional, esta derrota? Si Dios no le ahorró a su Madre estos dolores, ¿por qué lo debería hacer con nosotros?
Al revés vemos como decía San Josemaría, que “el dolor es la piedra de toque del amor”. Esto es, que Dios permite que suframos precisamente porque nos quiere, porque sabe que en ese momento es lo mejor para nosotros, aunque no lo entendamos, porque con el dolor irá podando nuestra alma para que seamos mejores.
Además, tal como lo hizo la Virgen, podemos ofrecer nuestras penas y dolores por la redención del género humano, o por un amigo o amiga, o por el perdón de nuestros pecados y por el de los demás, y por tantas cosas…
¡¡Tenemos tanto que ofrecer!!
La virtud de la fidelidad
También cabe destacar que la Virgen María, a pesar del dolor, acompañó con fidelidad Jesús hasta el final de su vida. Con gran pena y dolor en su alma vio morir en la cruz a su hijo inocente.
¡¡No hay dolor más grande que su dolor!!
No obstante, siempre se mantuvo fiel, alegre y en paz. Una de las letanías del Rosario, es precisamente “Virgen fiel: ruega por nosotros”. Ella perseveró con fidelidad durante toda su vida y animó a los apóstoles con su serenidad sobre todo durante esos primeros tiempos de la Iglesia.
Nosotros también podemos pedirle a ella que nos ayude a perseverar en la fe, sobre todo cuando por diversas situaciones estemos pasando algún dolor.
Fidelidad y Perseverancia
Hoy 15 de septiembre, celebramos a la Virgen de los Dolores conjuntamente con el aniversario de los 46 años de la elección del Beato Álvaro del Portillo como el primer sucesor de San Josemaría Escrivá Fundador del Opus Dei.
De él podemos decir que fue un hombre fiel. Se entregó de lleno a Dios, su vida fue un continuo decir sí a Su voluntad.
Una de las características de la fidelidad es perseverar siempre a pesar de las dificultades de la vida. Sobrenaturalizó cada día de su existencia, la vida ordinaria, siendo un cristiano valiente y coherente.
Tal como escribió el prelado del Opus Dei actual, Fernando Ocáriz, en su última carta pastoral “en él vemos que la santidad en lo ordinario es un regalo de Dios, para hacernos felices y para hacer felices a las personas que nos rodean”.
Dolor y amor, camino al Cielo
Finalmente, nosotros como la Virgen de los Dolores y como el Beato Álvaro, aunque tengamos muchas dificultades, dolores o fracasos en nuestra vida, no desertemos como un soldado cobarde, sino que sigamos adelante de la mano de la Virgen.
Ofreciendo todo y perseverando en una vida cristiana coherente, llegaremos al Cielo, que es para lo que hemos sido creados. Como dice el poeta José María Gabriel y Galán:
“No se llega hasta el Dios tres veces Santo, no se llega hasta Vos, ¡oh Dios Divino!, por caminos de flores alfombrados. ¡Se llega con los pies ensangrentados por las duras espinas del camino!”
Dios nos ha regalado este tiempo y la vida terrena, para vivir una felicidad eterna con Él, amándolo y glorificándolo. No perdamos el tiempo que Dios nos da, utilicémoslo para hacer el bien, para amar a nuestro prójimo y darle ejemplo de vida cristiana, ya que nuestro deber es irnos al Cielo con mucha gente colgando de nuestras manos.
Tomemos la mano de la Virgen y pidamos todos los días el don de la santidad a nuestro Señor para vivir fielmente, con alegría y con coherencia, sin miedo al dolor procurando seguir el ejemplo de María y Don Álvaro.
- Si deseas conocer más de la vida del Beato Álvaro del Portillo te recomendamos el libro: Álvaro del Portillo, un hombre fiel, de Javier Medina Bayo.