“El amor es un acto de fe y quien tenga poca fe tendrá poco amor”
El matrimonio es una vocación, un llamado que Jesús hace a las personas que están destinadas a compartir una vida, un mismo camino para llegar a Cristo.
Invitación a Jesús
Cuando pensé en construir una vida con mi pareja, primero pensé en Jesús; para construir los cimientos, escogí un ingeniero; hacer el camino, debía ser un especialista en vías; pero para que haya vida, solo puedo elegir a Cristo; porque bien sé que es Jesús la vida del ama mía; por eso invité al Señor a que no solo estuviese presente en ese momento, sino que viva dentro de este sentimiento hasta que nos quedemos sin aliento.
“El matrimonio es un proyecto de construcción de la cultura del encuentro”Papa Francisco
La vida necesita ceremonias, ritos, formas colectivas de darle significado a la superposición de los días. El matrimonio es una invitación a celebrar en el amor, a celebrar un encuentro de familias y amigos, es una invitación a sentirse privilegiado, a mostrarse compasivo, efusivo y amoroso.
Una invitación a guardar el momento, a cultivar recuerdos, ya que son los recuerdos lo que va quedando de la vida, del paso del tiempo. Acaso no será siempre el amor un refugio, ese dejar de vivir para algo y empezar a vivir para alguien, evidentemente una dependencia que convierte a la vida en algo significativo y el amor es lo que le da significado a la vida.
Múltiples facetas
Creo que nadie ha dicho que empezar sea fácil. Por eso, tomar la decisión puede tener múltiples facetas: casarse es como abrazar un niño con los ojos, es ver a través de ellos, una fuente inagotable de nobleza, paciencia y amor; pilares para construir un hogar. Casarse es también encontrar en las cotidianidades las delicias de lo habitual. Es, como dice el Papa Francisco “montarse en un barco seguro pero incierto”.
Pero querer a alguien cuando va todo bien es muy fácil, por eso dicen que una de las claves para salir de los momentos difíciles es saber con quién compartirlos, porque no todo el mundo es una buena compañía o una buena voz de aliento y menos ahora en tiempos donde se prolifera la incertidumbre.
A pesar del desprendimiento y de lo que puede traer el amor de doloroso, el amor vale la pena, el amor vale la pena como sentido, como el único sentido para justificar nuestro tránsito efímero por este planeta.
El matrimonio es una invitación a buscar historias que justifiquen lo que hacemos, lo que somos y nuestras trayectorias. Es construir una narrativa para vivir, a gastar la vida contemplando a Jesús y a la pareja. El matrimonio es la forma más grandiosa de querer la vida que he podido encontrar.