Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Digan a la hija de Sión:
Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre una asna, sobre la cría de un animal de carga.
Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron la asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó.
Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas. La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba:
«¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!»
Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: «¿Quién es este?» Y la gente respondía: «Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea.» (Mateo 21, 1-11)
Quiero reproducir este relato como yo pienso que ocurrió, nada de esto es literal, y evidentemente no es acertado. Solo quiero darle un tono literario a la imagen para ponernos en contexto.
La escena es la siguiente: eres un discípulo más. Se te acerca Jesús y te dice lo siguiente: “Luego de 33 años predicando que soy un enviado por el Señor, es el momento de cumplir finalmente la voluntad de Dios Padre. Necesito tu ayuda para marchar hacia Jerusalén. Es el momento de revelarme como hijo del Padre”
¿Cómo crees que hubieras reaccionado?
A mí se me acerca Jesús a pedirme ayuda para llegar a Jerusalén y proclamarse como hijo del Padre y yo me imagino una orquesta monumental, cítaras, trompetas, todos los presidentes en fila para arrodillarse, el carruaje más elegante jamás construido, unos 200 escoltas, millones de periodistas alrededor cubriendo la información. Todo el mundo en pausa solo por un acontecimiento: La llegada de Cristo a Jerusalén.
Luego de ello, se acerca Jesús nuevamente: “Ve al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarás un burrito atado, junto con su cría. Desátala y tráemela. Luego pon un manto sobre él, que lo voy a usar para llegar a Jerusalén.”
Si yo hubiese estado ahí, el shock que hubiese experimentado no hubiese sido normal: ¿Un Dios todopoderoso, subiéndose en un burro? ¿Viajando en un burrito? En su entrada triunfal a Jerusalén, ¿sobre un borrico?
Luego me imagino a Jesús efectivamente entrando en un burro, en lo que tendría que haber sido su entrada triunfal y en conmoción: ¿Este Señor es el rey de los judíos? El que cura a los enfermos y paralíticos, ¿y no puede conseguirse un carruaje?
Todo el mundo estaba viendo a Jesús en un burro, y estoy casi convencido de que nadie se lo creía. ¿Cómo una persona tan grande, supuestamente omnipotente, puede caer tan bajo? ¿Un burro, de verdad? ¿No podía ser al menos un caballo o un camello?
El ejemplo histórico de humildad
En realidad, usar un borrico como trono fue una pedagogía que Jesús utilizó para demostrar su humildad. Lo elige como signo en el que Él se sirve de lo más basto a los ojos de los hombres y lo eleva a otra categoría, como el burro elevado a la categoría de trono.
Es injusto decir que Jesús era humilde, pues Jesús era (y es) la humildad en sí misma. Dios no es bueno, Dios es el bien. Por lo que, Dios, siendo la humildad encarnada, nos deja una gran lección a toda la humanidad:
No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud (Mateo 5, 17)
Jesús no vino al mundo a ser alabado. No vino a ser admirado, a ser halagado con trompetas y escoltas. No vino que lo honremos por sus méritos. Jesús vino al mundo a cumplir con la vocación que su Padre le confió.
Y cuando habla de abolir la Ley o dar plenitud, el mensaje considero que se refiere a la siguiente Ley: Amarás a Dios sobre todas las cosas.
No dice: “Me amarás sobre todas las cosas”. No, se refiere a amar al Padre sobre todas las cosas. No quiere ser el centro de atención, no quiere que los periodistas lo fotografíen y ser portada de revista: quiere que amemos al Padre, y que no perdamos de vista al Padre.
Cualquier persona con sed de orgullo, con su omnipotencia, hubiese construido un carruaje lujoso, y le hubiese pagado fortunas a sus discípulos para escoltar. Este acontecimiento nos deja claro el mensaje: Jesús no quiere ser el centro de atención, solo quiere cumplir la voluntad del Padre.
¿Cómo vivimos el domingo de ramos?
Con el domingo de ramos iniciamos la semana santa, donde efectivamente Jesús, con la gracia de Dios Padre, cumple la voluntad y nos salva a todos del pecado. Pero para llegar a ello, primero tenía que pasar por esta entrada a Jerusalén, que yo considero realmente muy humillante: Estaba arriba de un burro. Parece un chiste, pero fue así.
Creo que un aspecto a considerar este domingo de ramos es la virtud de la humildad: Muchos santos hablaron toda su vida de ella, y es muy edificante para la vida cristiana.
Decía san Francisco de Asís, que la humildad es una virtud muy extraña, porque cuando crees que ya la obtuviste, en ese momento la estás perdiendo.
Usemos nuevamente el ejemplo del burrito: La humildad consiste en no creerse más de lo que uno es, pero tampoco menos.
Creerse más de lo que uno es, sería una actitud más o menos así: “Señor: ¿de verdad? ¿Un burro? ¿Después de todos los milagros que hice por ti? Prefiero irme a pie, no puedo creer que me estás pidiendo que caiga tan bajo”.
Y creerse menos, algo parecido a esto: “Soy demasiado miserable, Señor, y lo sé. No me merezco nada. En la vida nadie se merece estar a mi lado, y no le deseo ese mal a nadie. Este pobre burro tendrá la desgracia de cargar al hombre más inútil de todo el mundo”.
La primera actitud le hace mucho daño a los demás, y la segunda actitud le hace daño a uno mismo. Ser humilde, reconocerse como uno es, se ve así: Jesús se montó. Cortito y al pie: El Señor te pide que te subas en un burrito, y te subes en él. Punto y final.
Burrito, trono de Dios
Así como el burrito se convierte en el trono de un Dios todopoderoso, tú y yo pecadores, miserables, con la lepra de nuestros defectos…al lado de Dios nos convertimos…en hijos de Dios ¡qué categoría!
Reconocerse como uno es, consiste en reconocerse como hijo de Dios. Y Él tiene una vocación para cada uno de nosotros, en la que nos pide cosas: algunas parecen que nos superan, y otras parecen que nos humillan.
Creo que para este Domingo de Ramos, hará mucho bien pedirle a Dios que nos recuerde que somos sus hijos, y que es Él quien conoce a la perfección nuestro corazón, y sabe que cuando nos pide algo, siempre será por nuestro bien.
¡Aprovechemos mucho esta fecha!