Como dos enamorados ansían la hora de verse, de conversar de su día a día, de intercambiar miradas, así debería prepararse el corazón para el momento de la cita de la oración con Jesús.
¿Cómo proceder para poder entrar desde nuestro interior en la presencia de Dios?
Toda nuestra vida cristiana, al igual que nuestra vida humana recibe su primera orientación desde los sentidos físicos. Por esto un buen punto de partida es trabajar los silencios. “Dios habla con voz suave” y para escucharlo es conveniente hacer el ejercicio de ir silenciando nuestro exterior (silenciar los celulares, encontrar un lugar sosegado, desprenderse por unos momentos de las ocupaciones propias).
La vista, es un sentido muy potente de nuestro cuerpo. Es la puerta de entrada a lo que después se posa en nuestro corazón. Por eso, ¿Qué mejor que usarla para aumentar la presencia de Dios en nuestra alma? Así podremos, usar nuestra inteligencia, imaginación y voluntad para pensar en el cómo vivir ahora, en mis circunstancias personales a luz que nos entregan los evangelios.
La lectura de estos santos libros, siempre nos van a enseñar a mirar a Jesús y reflexionar sobre sus pensamientos, acciones, palabras “como un personaje más”, como decía San Josemaría. Esta lectura, propuesta desde hace siglos cómo maestra de vida interior, nos va a ir preparando el corazón para poder comprender, con la gracia del Espíritu Santo, qué quiere Dios desde su misma historia. La lectura, siempre aporta una luz nueva a mis circunstancias personales.
¿Puedo ser yo ese personaje con el que se encuentra Jesús?
¿Me estoy comportando como Pedro?
¿Qué le dice la parábola del hijo pródigo a mi corazón?
¿Seré el padre, el hermano o el mismísimo hijo que vuelve derrotado a su hogar?
Siempre la lectura de Mateo, Marcos, Juan y Lucas será un buen comienzo para comenzar a orar.
Delante del Santísimo
Jesús está esperándote, buscándote en El Santísimo, buscándote porque conoce tu corazón. Por eso otra forma de preparar el alma para encontrarse con el Señor es volar con la imaginación al sagrario más cercano o si las circunstancias lo permiten visitar un Sagrario que nos quede cerca, donde esté el Santísimo Sacramento. Esto nos permite ir hacia Dios y renovar nuestro espíritu de oración. Este espíritu de oración ha de despertarse y desarrollarse, por lo que es conveniente usar lo que tenemos a la mano, como nuestra imaginación, para acudir con nuestro pensamiento hacia Dios y entregarle todas nuestras heridas, problemas, angustias, alegrías proyectos, sacrificios y abandonos.
¿Qué raro que alguien quiera todo eso de mí?
¿A dónde nos conduce desprendernos de las ocupaciones, visitar al Señor en el Sagrario y la lectura de la sagrada Escritura? La respuesta es simple. La repetición de actos de virtud tiene como resultado hábitos, que al igual que la tierra necesita abonarse para sembrar, el corazón necesita de cultivarse para que el espíritu de oración se cultive en él.
El pensar en Dios nos hace recordar que no hay tribulación más grande que no pueda calmar, que no hay desconsuelo más triste que no pueda consolar, que no hay nada en el mundo que Él no pueda reparar. Y tal como explicaba Sor Faustina Kowalka “Dios tiene un océano de misericordia esperando por nosotros”.
Señor anhela enamorarte, abrazarte, sanarte, ahora que seguramente estés sentado frente a Jesús no sabrás quizás qué decir, pero el hecho que estés allí llenándote de Él ya empezaste una oración, ya empezaste a responder aquel llamado de tu alma, llegaste a la casa de tu Padre y le pediste ser un criado más y Él te vistió con su Gracia, te dio un anillo de alianza, te entregó a su Madre e hizo una gran fiesta porque el Hijo que tanto había esperado lo ha vuelto a ver.
Para meditar
En la homilía del Papa Emérito Benedicto XVI en JMJ menciona algo impresionante: “Si permanecéis en el amor de Cristo, arraigados en la fe, encontraréis, aun en medio de contrariedades y sufrimientos, la raíz del gozo y la alegría. La fe no se opone a vuestros ideales más altos, al contrario, los exalta y perfecciona. Queridos jóvenes, no os conforméis con menos que la Verdad y el Amor, no os conforméis con menos que Cristo”.
La vida interior no se improvisa
Requiere ir formando poco a poco un aislamiento interno en que pueda escuchar la voz del Bienamado, que promete en íntimo coloquio “Le llevaré a la soledad y hablaré allí a su corazón” (Os 2,14)
El pensar en Dios, me hace recordar que no hay tribulación más grande que no pueda calmar, que no hay desconsuelo más triste que no pueda consolar, que no hay nada en el mundo que Él no pueda reparar.
Y hoy eso es lo que Dios pide, tener FE, abandono en Él, porque nada perecerá si tu FE esta puesta en ÉL, que tu tormenta sea calmada por la presencia de Dios en tu vida y, aun así, si no es calmada que sea llevada como aquellos primeros cristianos que dieron su vida por el Amor al Evangelio, por el deseo ardiente de predicar y enseñar que “SU FUERZA SE MANIFIESTA EN NUESTRA DEBILIDAD”.
Ninguna creatura de Dios ha sido creada sin ser amada, siéntete realmente amado por el Señor, siéntete totalmente correspondido; un amor sin miedo, un amor sin preocupación, un amor de entrega y sacrificio, un amor verdadero porque es así, Él tan chiquito como una bolita blanca de amor se esconde Dios para revelarle a tu alma que no hay nada que no pueda hacer, que su Amor y Misericordia son mil veces más grandes que tus pecados.
Ahora empieza ya a planificar tu segunda cita con el enamorado de tu alma ¿cuánto tiempo vas a dejar para visitarlo nuevamente? ¿Cuánto más tiempo lo vas a dejar esperar por ti?
Es hora de promesas firmes, de alianzas eternas es hora de mirar un futuro libre de pasado.
Siempre habrá un pequeño rebaño deseoso de conocerle y amarle.
¿Quieres pertenecer a ese dulce rebaño?