¿Tú, cómo eres Señor?
¿Enséñame cómo es tu corazón?, ¿Tu sonrisa?, ¿Tus miradas, tus lágrimas?
¿Cómo son tus gestos tan humanos y tan divinos?
Una pregunta trascendente
“¿Quién dicen los hombres que soy yo?” (Marcos 8,27)
Jesucristo, hace un poco más de dos mil años atrás, le hizo esta pregunta a sus amigos cercanos, sus apóstoles. Y, como indica José Luis Martín Descalzo en su libro Vida y misterio de Jesús de Nazaret,
“Y es una pregunta que urge contestar porque, si Él es lo que dijo de sí mismo, si Él es lo que dicen de Él sus discípulos, ser hombre es algo muy distinto de lo que nos imaginamos, mucho más importante de lo que creemos. Porque si Dios ha sido hombre, se ha hecho hombre, gira toda la condición humana. Este hombre se presenta como el camino, la verdad y la vida”.
“Yo soy el camino, la verdad y la vida”.(Juan 14,6)
Por tanto – si esto es verdad- nuestro camino, nuestra vida, cambian según sea nuestra respuesta a la pregunta sobre su persona.
¿Y cómo responder sin conocerle, sin haberse acercado a su historia, sin contemplar los entresijos de su alma, sin haber leído y releído sus palabras?”
Buscando la respuesta
Disponemos de todo lo que los testigos de su vida y de su muerte nos han transmitido: tradiciones orales y escritas, entre las que destacan los cuatro Evangelios. En ellos, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, inspirados por el Espíritu Santo, nos presentan la persona y obra de Jesucristo.
La palabra Evangelio quiere decir “buena nueva”, noticia gozosa, en este caso, el mensaje redentor que anuncia y realiza Jesucristo con su muerte en la cruz. Conocer las escrituras es conocer a Cristo, según decía San Jerónimo.
¿Cómo no entusiasmarse por abrir los Evangelios para buscarlo y conocer su humanidad Santísima?
¿Tú, cómo eres Señor?
¿Enséñame cómo es tu corazón?, ¿Tu sonrisa?, ¿Tus miradas, tus lágrimas? ¿Cómo son tus gestos tan humanos y tan divinos?
¡Quiero conocerte más Señor! Ayúdame a encontrarme personalmente contigo en la lectura de los Evangelios.
Ilusión en la lectura
La madre Teresa de Calcuta en su libro Donde hay amor, está Dios afirma,
“Él vino para darnos la buena nueva de la ternura y el amor de un Padre para quien somos preciosos, porque nos ha creado a imagen y semejanza de Sí mismo para cosas más grandes: amar y ser amados.”
Leemos en las escrituras que:
“Dios amó tanto al mundo que pronunció la Palabra, y la Palabra se hizo carne, y Él viene y habita en y entre nosotros” (Juan 1, 14).
¿Por qué? Por amor a nosotros, con confianza incondicional en el Padre.
¿No te ilusiona leer los Evangelios y constatar que Jesucristo fue niño como tú, que creció y jugó con otros niños, que se durmió en los brazos de su madre, la Santísima Virgen María, que aprendió a trabajar en el taller de San José y que recorrió los caminos de Jerusalén y Galilea?
Un encuentro personal
San Josemaría Escrivá era un enamorado de Jesús, y por eso, encontramos en un texto sobre el mismo santo, la siguiente cita que ilustra su aprecio por la biblia:
“La Sagrada Biblia, especialmente los Evangelios, no fue sólo en sus manos un buen libro de lectura donde encontrar abundante instrucción provechosa, sino un lugar de encuentro con Cristo”.
El santo recomendaba buscar y aprender a conocer y amar a Cristo, leyendo y meditando mucho el Santo Evangelio:
*“Como si hicieras un teatro leído, te metes en las escenas como un personaje más, con María Magdalena, con María, madre de Dios y madre nuestra, con Lázaro, con Marta y reaccionas como hubieses reaccionado si hubieras vivido entonces, y te irás haciendo amigo/a de cada uno de los personajes del Evangelio y le dirás a Jesús cosas entrañables y serás amigo/a de Él, te purificarás, serás mejor”.
Pedir ayuda a Dios para leer el Evangelio
Ayúdame Señor a dejarme cautivar por tu personalidad, a contemplar los detalles en los Evangelios para sacar de ahí luz, fuerza, serenidad y paz, porque tus palabras son viejas pero siempre nuevas.
¡Que yo vea con tus ojos Jesús! Quiero ir dibujando tu rostro en mi corazón, mueve mi imaginación y mi entendimiento para buscarte, conocerte y amarte cada día más y mejor. Así sea.
* Javier Echeverría, memoria del Beato Josemaría Escrivá, Madrid Ed. Rialp SA 3ª ed. 2000, pág 251
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