¡Qué importante es comunicarse con quienes amamos! Una amistad, un noviazgo, una relación de madre e hijo, una relación de cordialidad laboral, todas estas situaciones, para poder funcionar adecuadamente, requieren de la comunicación, del intercambio de ideas, de la confianza, de saber escuchar, de expresar sentimientos, emociones, realidades, visiones y demás.
De la misma manera, qué importante es nuestra relación con Dios. Pensemos detenidamente esto: un Dios que por infinito amor nos ha creado, nosotros sus creaturas, necesitadas de su amor y su Misericordia, es preciso, pues que exista una comunicación, entre el Dios de Amor y nosotros su amada creación. Como la amistad crece en el diálogo, como el amor se afianza en el arte de escuchar y comunicar sentimientos y emociones. De esta misma manera nuestra relación con Dios crecerá en la medida en la que sostengamos un diálogo amoroso con nuestro creador.
El diálogo con Jesús, es a través de la oración.
Un alma necesitada como la nuestra, un alma agradecida, contrita, que busca comunicarse con aquel que es principio y fin de todo, con aquel que es dueño de nuestro corazón, rey de nuestra vida. Algo que quiero que tengamos presente es que el diálogo con Dios es un diálogo amoroso, natural, sincero, un diálogo que no requiere de palabras rebuscadas, de tecnicismos, un diálogo que lo único que exige es el desahogo del corazón.
Puedes creer que es difícil, sostener una conversación con Dios, te digo algo el primer paso, es empezar, quizá no sepas qué decir, dile eso al Señor, y verás que tu corazón al sentirse amado por su Creador se abrirá y el coloquio de amor entre un alma y su Dios será hermoso y de muchísimo provecho para tu alma.
Y a la hora de hablar de amores; es imposible no mencionar a María, ella que es Madre del Amor, ella que es una caricia del Cielo en nuestras vidas, no puede faltar en nuestra intimidad con Dios, quién mejor que esta maestra de vida interior para enseñarnos a amar plenamente, a dialogar plenamente con su Hijo amado, y junto a Dios Padre ser un solo corazón latiendo en el infinito amor.
Hablar con Jesús de María: amar a la Madre como el Hijo la ama
El amor nos mueve, el amor debe mover el diálogo de Dios con nosotros. Qué mejor que introducir en este diálogo a María, a aquella Madre del Amor hermoso, qué hermoso ha de ser que en nuestro momento de intimidad con el Señor le hablemos de esta dulce Madre, y le agradezcamos a Dios por habérnosla dado, tan grande don, pedirle a Dios que en el día a día amemos como Ella ha amado, seamos dóciles como Ella fue.
María es la reunión de todas las virtudes, María es el eco de Dios. No puede faltar esta amorosa madre en nuestra oración. Las súplicas, los agradecimientos adornados con el dulce nombre de María, tocarán el corazón de Jesús. La súplica conmovida, llevada junto a su dulce nombre no será desoída.
Piensa por un momento cuando nos hablan de nuestra madre, nuestro corazón se goza, cuando nos la mencionan, nos alegramos, vemos al cielo y agradecemos a Dios por el don tan hermoso de nuestras madres. Imagina que alegría para el corazón de Jesús que cuando hables con Él la menciones, le des las gracias porque la puedes llamar Mamá a la Virgen María.
Hablar con Jesús y con María; yo digo María …Ella dice Jesús
Un diálogo de amor con la Madre y con el Hijo, que frutos para el alma habrá. Un coloquio lleno de amor, un momento de desahogo, de abrir el corazón, de vaciar el alma, de entregarle cuanto somos y cuánto tenemos a nuestra Mamá del Cielo, y a su Hijo que con tanto amor nos ha amado. No hay conversación más hermosa, que aquella que sostienen quienes se aman, imagina la belleza de esta conversación, imagina cuanto amor, cuanta misericordia, cuanta paz.
Y dado que María todo se lo da a Jesús, no debemos temer en acudir a Ella, no debemos pensar que es incompatible hablar con los dos; más bien que lindo complemento, darle el corazón a Jesús y a nuestra Madre hermosa, Ella como Madre no puede faltar en nuestro diálogo con el Señor, Ella que es maestra nos puede enseñar a abandonarnos más en sus brazos y en el corazón amadísimo de Jesús.
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