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La Mesa: El Rincón De Encuentro Con Jesús

gracias

La mesa es como una especie de polis, todos quieren tomar la palabra, en la mesa se discuten temas álgidos, de moda, se habla de fútbol y de política. ¿Hablas de Jesús en tu mesa? ¿Le agradeces por el alimento? ¿Le invitas a tomar asiento?

Hagamos una oración antes de comer

Una vez en un retiro aprendí esta canción y se volvió himno en el comedor de mi casa, empecé a enseñársela a todo aquel que iba a comer. Confieso que al inicio me daba cierta pena y después notaba como las personas disfrutaban al hacerla y me pedían repetir la letra para memorizar. Incluso la cantaban amigos que no creen en Dios.

“Rap de la bendición”

Antes de empezar a cantar: dos golpes a la mesa con las palmas y un aplauso (bis)

Una vez que arrancas a cantar sigue con el mismo ritmo de las manos.

“Este es el rap de la bendición

Dios bendiga la alimentación

Bendice el pan, bendice el vino,

Bendice la familia que lo ha producido.

Extiendo el brazo,

Recojo el codo

Y con esto queda bendecido todo (haces la señal de la Cruz)”

La mesa se ensancha para que acomodes a Jesús en ella

La mesa es testigo -a diario- de las quejas, orgullos, pesares, dolores, risas, felicidades, y empatías de una familia; en la mesa se pide perdón, se dan las gracias y se dice te amo, se siente el amor con el que se produjeron los alimentos, en la mesa te sientes acogido, te sientes parte de algo.

Es así como Jesús llama a tu puerta y te dice: “[…] si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). Jesús quiere que hagas de tu mesa un punto de encuentro con tus seres queridos incluyéndolo a Él, Jesús tiene celos porque invitas a todos en la mesa, pero no te acuerdas de convidarlo a Él.

Compartir la mesa con Jesús

Compartir la experiencia con Jesús, es todo un reto literario, a pesar de que puedo escribir para invitarte a orar, la lectura no te permite sentir lo que transmite su presencia o su olor cuando entras en oración, no te deja experimentar el calor que produce tenerlo cerca.

Por eso, recuerda que es menester vivir tu propia experiencia con Cristo, para compartir con Él, te propongo hacerlo antes de desayunar, almorzar o cenar. La mesa es el lugar ideal para dar gracias por el alimento, para darle gracias por la celebración, por tu cumpleaños  ¿ has tenido un pensamiento de agradecimiento cuando ves tu mesa llena de comida? Comparte con Jesús el pastel de tu grado, invítalo a ser parte de todas tus reuniones y verás cómo transforma las fiestas y los homenajes.

“La cena está preparada”

Scott Hahn en su libro “La Cena del Cordero” nos dice: “Jesucristo mismo te dice: «mira, estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré a él y comeré con él y él conmigo» (Apoc 3, 20). La puerta se abre ahora a la cena nupcial del Cordero”.

Continúa explicándonos Hahn: “fuimos hechos como criaturas de la tierra, pero fuimos hechos para el cielo, nada menos. Fuimos hechos en el tiempo, como Adán y Eva, pero no para permanecer en un paraíso terrenal, sino para ser llevados a la vida eterna de Dios mismo. Ahora, el cielo ha sido desvelado para nosotros con la muerte y resurrección de Jesucristo”.

En una  clase del Padre Juan Carlos (@p.juancarlosv), nos habló de la Eucaristía, donde explicó que las cosas están hechas de accidentes y sustancias: los accidentes hacen relación a la cantidad, color y peso; la sustancia tiene que ver con lo que está por dentro; es decir, que los accidentes se mantienen, pero la sustancia cambia, porque pasa de ser pan a ser el Cuerpo de Cristo.

A pesar de que podemos compartir la mesa con Jesús, únicamente en la Eucaristía está el Pan de Vida

Innumerables fueron las veces que asistí a Misa sin saber que Jesús estaba en la comunión, sin entenderlo, sin creerlo.

El Apocalipsis desveló que la Eucaristía es como un banquete de bodas en el que el Hijo eterno de Dios entra en la más íntima unión con su Esposa, la Iglesia. Es esta «comunión» la que nos hace uno con Cristo, hijos en el Hijo. Para prepararnos para esta comunión nuestra nueva Alianza, nuestro matrimonio místico, como todos los esposos, tenemos que dejar atrás nuestra antigua vida (Scott Hahn).

Confieso que a veces me da mucha pereza ir a Misa, parece que el rito es monótono y no todos los sacerdotes aprovechan de la mejor forma el poder de la Palabra en la explicación del Evangelio. Pero cuando entendí que Cristo está presente en el recinto y en la hostia consagrada, empecé asistir con más frecuencia, ya no era tan importante lo que decía el celebrante,  lo que decía el padre porque me la pasaba buscándolo a Él. Fue cuando comprendí que se asiste a Misa porque ahí encuentras a Cristo más vivo que nunca, presente en la comunión.  No dejemos de asistir porque no nos guste el padre fulanito, asiste con la convicción de que Jesús está presente en el “acto supremo de culto: la cena del Cordero, la Misa” (Scott Hahn).

Este mismo libro lo dice muy lindo “cuando estamos en la liturgia de la Misa, Cristo está allí y, misteriosamente, estamos por un momento en la Cena Eterna del Cordero”. Continúa…

Ir a Misa es renovar nuestra alianza con Dios, como en un banquete de bodas… porque la Misa es la cena nupcial del Cordero. Como en una boda, hacemos unas promesas, nos comprometemos a nosotros mismos, asumimos una nueva identidad. Somos cambiados para siempre.

Ser misionero y mártir quiere decir restaurar todas las cosas en Cristo. Significa hacer la cena para Cristo, y por Él para el Padre y para sus hijos, que son los tuyos. Significa ir a trabajar y hacer las tareas con amistad hacia tus compañeros, y no solamente para que te suban el sueldo el próximo año o para conseguir una promoción, sino para ganar una herencia eterna.

¿Hermoso verdad?

 

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