La ciudad repleta
Y es que, imagínense esto, estaban en Belén durante el censo, un evento multitudinario. En esa época no había Kayak ni hotels.com como para reservar a priori. No, uno debía llegar a la ciudad y buscar dónde dormir, una posada, un techito.
Como los grandes eventos
Yo lo comparo ahora con lo grandes eventos que llenan ciudades, como un concierto de Taylor Swift, o una final del mundial de fútbol. ¿Cuánta gente quiere encontrar sitio? Muchos reservan con tiempo, otros duermen en sus carros, o hasta acampan en la calle. Imaginen que trabajan en uno de estos hoteles, en la noche más abarrotada de todas (en verdad, cierren los ojos un segundo y pónganse en esa posición). Y, de repente, llega una señora, ¡embarazadísima!
A punto de dar a luz
Tan embarazada que parece que cualquier rato da a luz, viene con su marido, se los ve humildes, y preguntan si hay sitio en el hotel… ¿qué si hay sitio? Pues obviamente que no hay, no hay sitio en ningún lado señora. ¡Qué locura!, ¿de dónde me saco un sitio hoy?
¿Y nosotros?
Esto es exactamente lo que vivieron algunas personas esa noche de Navidad. Y de alguna manera es también lo que vivimos todos nosotros, cuando Dios viene golpeando a darnos esa oportunidad para ayudar, ese momento para dar una mano… ese tiempito que podemos regalarle a alguien; pero, no lo vemos así, ¿o no?
Es Jesús quien toca la puerta
Tal vez, igual que los dueños de las posadas cuando Jesús iba a nacer, cuando nos encontramos en una situación similar y viene el prójimo a tocarnos la puerta pensamos: “¡pero qué inoportuno este familiar llamando ahora!, no puedo contestar estoy ocupado;” o, “¿pero y este hombre no ve que no tengo tiempo para esperar que me limpie el parabrisas del auto?”, o inclusive “¡ay no!, recibir a mi familia otra vez a comer, y son tan tragones, que horror hacer tanta comida, que vayan a otro sitio”… o algo similar.
Nos pasa a todos
Y claro, a mí me pasa, que muchas veces, muchísimas veces, no reconozco en el prójimo a Jesús. No logro verlo a Él, sino que veo a esa persona necesitada y fastidiosa que quiere importunarme. Pero es que, si pensamos que Jesús vino al mundo para importunar, “desde la panza”, porque quiere que cambiemos nuestras formas, que nos encontremos con Dios y que descubramos la Verdad.
Navidad
¿Qué es la Navidad sino un momento apropiado para acercarnos al Señor? Porque, como todas esas personas que cerraron la puerta a la Sagrada Familia en Belén, nosotros podemos ser quienes están constantemente abriendo puertas para nuestro Señor. ¿Por qué no aprovechamos para invitar a la familia y rezar la novena de Navidad? ¿O quedar con esa tía lejana para ir a misa y después a cenar? O… tantas cosas que podemos hacer por vivir con la Sagrada Familia en estos momentos. Simplemente haciendo un “stop” a nuestras rutina y abriéndonos a la convocatoria que nos hace Dios.
Una invitación
Entonces, los invito a que en este bello tiempo de Navidad y Adviento, busquemos reconocernos en esas personas que le cerraron la puerta en la cara a la Virgen, en cinta con el Niño Dios, y a san José. Porque sí que lo hacemos en el día a día. Tratemos de rectificar nuestras acciones: busquemos que las personas inoportunas se sientan bienvenidas, que las personas tristes se alegren con nuestras palabras, que quienes buscan aguinaldo lo reciban, aunque sea poco lo que podamos dar.
Me llegó en un momento que estaba fuera de lo que dice el artículo. Entonces te pones a leer y te hace refleccionar. Un análisis adaptado a la realidad que vivimos. Que arrepentida me siento saber que a veces han tocado mi puerta. Gracias.
Es muy bueno, es cierto que aveces nos distraemos con el afán de tener ocupaciones nos olvidamos que afuera hay personas que realmente necesitan un poquito de atención y corazon