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Oración con María
¿Por dónde empezar? Creo que pidiéndote disculpas, Señor, porque hoy nos vamos a tomar el atrevimiento de cambiar el título de este rato de oración.
Pero estoy seguro de que no te molestarás. Es más, te alegrarás con esta iniciativa porque se trata de dedicarle más tiempo a tu santísima Madre en este mes de mayo, porque hoy haremos 10minconMaria.
La hermosa madre de Dios
¿Qué no podremos decirle a la hermosa Virgen Madre? ¿Qué no se ha dicho ya con mejores palabras que las nuestras? Grandes santos le han dedicado sus mejores oraciones y me parece que iríamos por seguro si procurásemos hacerlas nuestras. Pero hoy no vamos a utilizar lo dicho por un santo oficialmente canonizado, sino por un poeta.
Es más, se le conoce universalmente como “el Poeta Supremo”. Me refiero a Dante, quien en su Divina Comedia abre el último canto de El Paraíso con una plegaria que san Bernardo dirige a la Santísima Virgen.
La Divina Comedia
Te pongo un poco en contexto, por si aún no has tenido la fortuna de leer la Divina Comedia. En ella, Dante recorre primero los nueve círculos del infierno y luego los siete círculos del Purgatorio.
Sus guías son Virgilio -autor de La Eneida- y Beatriz -la mujer amada por Dante-. Ahora se le concede a Dante el llegar al Paraíso, pero su guía será San Bernardo, uno de los santos más devotos de la Virgen.
Y es precisamente él quien se encarga de orar a María para que se le conceda a Dante el privilegio de contemplar a Dios.
La oración de San Bernardo
Te voy a leer la primera parte de esta oración de san Bernardo. Se trata de un elogio a la Virgen y se nota que proviene de un corazón inflamado de amor. Por eso te recomiendo que hagas tuyas estas palabras:
Virgen Madre, Hija de tu Hijo,
humilde y gloriosa más que ninguna otra criatura,
objeto inmutable de los designios del Eterno;
tú eres la que de tal manera
ennobleces la humana naturaleza,
que no se desdeñó su Hacedor
de convertirse en hechura suya.En tu seno se encendió aquel amor
cuya llama hizo florecer así
esta rosa en la paz perpetua del Paraíso.Aquí (en el paraíso) eres para nosotros sol de
caridad en su mediodía, y para los mortales en la tierra
inagotable fuente de esperanza.Tan grande eres, Señora, y tan poderosa,
que el que pretende una gracia y no acude a ti,
desea el imposible de volar sin alas.Y tu bondad no sólo viene en auxilio
del que la demanda, sino que muchas veces
se anticipa generosamente a todo ruego.
En ti la misericordia, la piedad,
la magnificencia, en ti se junta
cuanto de bueno hay en las criaturas.
(Paraíso, canto XXXIII)
Maravillas de María
Lee detenidamente la oración y maravíllate ante lo que sólo puede cumplirse en María: sólo en ella se produce el milagro de ser virgen y madre al mismo tiempo; “Hija de su Hijo”, que parece un juego de palabras, pero nosotros confesamos que ella es Hija, Madre y Esposa de Dios.
Y sólo ella es capaz de ser simultáneamente humilde y gloriosa como ninguna otra criatura. ¿No te alegra tener una madre así? ¿No se te hincha el pecho de orgullo cuando alguien habla cosas tan sublimes de tu madre? Pues te recomiendo que se las digas tú mismo, con estas u otras palabras.
Acudamos a la Virgen
Personalmente, de entre todas las cosas que aquí le dice San Bernardo, me quedo con una imagen muy cierta: que quien pretende conseguir un favor del cielo y no se acuerda de acudir a la Virgen, está perdiendo el tiempo, porque “desea el imposible de volar sin alas”.
Incluso ensalzando la bondad de María, san Bernardo dice algo muy de su corazón de madre: que su bondad se anticipa muchas veces a la petición de sus hijos.
María se adelanta a nuestra petición
De entre todos los favores que le podemos pedir a nuestra Madre, hay uno que ella desea entregarnos especialmente. Como dice san Bernardo, ella se adelanta a nuestra petición, pero se encuentra con una barrera que sólo nosotros podemos derribar: la de nuestra libertad.
El regalo de la Virgen
Tenemos que ver ese regalo de la Virgen como algo que necesitamos absolutamente en nuestras vidas y, por lo tanto, como algo por lo que vale la pena “dejarse el pellejo” acá abajo. ¿Qué regalo podría ser este? Pues el mismo que san Bernardo le pide en esta oración a María:
Este (Dante), pues, que desde el más profundo abismo
del Universo ha visto hasta llegar aquí
las existencias de los espíritus una a una,
te pide por gracia la virtud
de poder remontarse con su vista
a la felicidad suprema.
María nos lleva a Dios
Es decir, San Bernardo le está pidiendo a María que le conceda a Dante la posibilidad de contemplar directamente a Dios. ¿Te atreverías a pedirle tú lo mismo para ti? ¿Por qué no aprovechar este mes de mayo en el que nuestra Madre se siente más halagada por tantas muestras de afecto? ¿Por qué no pedirle esa gracia de llevar una vida buscando a Dios en todo lo que hacemos, pensamos y decimos?
De este modo, en la hora final -cuando Dios quiera que llegue- ella nos concederá esa gracia de contemplar a Dios cara a cara, para toda la eternidad.
El regalo que vale la pena
Creo que, de hecho, este es el único regalo que vale absolutamente la pena. Todo lo demás que le pidamos a María debería estar en función de éste. Es que el cielo vale la pena.
Si somos humildes, al contemplar nuestra pobre vida, llegaremos a la conclusión de que si alcanzamos el cielo, será por misericordia de Dios más que por méritos propios.
Pero allí estará María, intercediendo por nosotros desde ahora y en la hora de nuestra muerte.
Pedir con humildad
Este regalo que le queremos pedir en el mes de mayo es un regalo completo. No sólo para el final de nuestra vida, sino desde ahora. Que podamos contemplar a Dios desde ya en todo lo que nos sucede, en lo que nos alegra, en las contradicciones, en lo que nos preocupa.
Que lo veamos en el trabajo, en el estudio, en los deberes familiares y sociales, incluso en el descanso. Queremos ver a Dios cuando tengamos que abandonar esta vida y por toda la eternidad, pero también queremos verlo desde ya en cada día de nuestra existencia.
Este es un don que vale la pena buscar y aprovechamos estos 10 minutos con María para pedírselo con humildad.
Madre nuestra
Madre nuestra, tú te adelantas a nuestras peticiones y sabemos que esta en concreto nos la quieres conceder. Ayúdanos a querer libremente cambiar nuestra vida de modo que no haya más obstáculos entre Dios y nosotros.
Que arrojemos de nuestra vida todo lo que nos aparte de Él, y concédenos la gracia de interceder ante tu hijo en favor nuestro ahora y en la hora de nuestra muerte. Que no se nos olvide que ganarse el cielo vale la pena.