Esta meditación se titula tres demonios. ¿Cuál es el nombre de estos tres demonios? Es qué… Pensé qué… Creí qué… Y no lo digo yo esto lo decía san Josemaría.
San Josemaría solía hablar de tres demonios, tres modos de decir que debíamos aborrecer: Es qué… Creí qué… Pensé qué… Esto es, no teníamos que buscar excusas para justificar o disimular nuestros errores. Por su parte jamás eludía el peso ni las consecuencias de sus responsabilidades.
Esto lo cuenta su primer sucesor, don Álvaro del Portillo, en un libro que se titula “Entrevista sobre el fundador del Opus Dei” (que es maravilloso porque cuenta anécdota tras anécdota de la vida de este santo de lo ordinario). Por qué te cuento esto, porque lo de hoy tiene justo tres disculpas, tres justificaciones. Dice san Lucas:
ES QUÉ… CREÍ QUÉ… PENSÉ QUÉ…
“En aquel tiempo uno de los comensales dijo a Jesús: bienaventurado el que coma en el Reino de Dios. Jesús le contestó: un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente, a la hora del banquete mandó a sus criados avisar a los convidados: venid que ya está preparado. Pero todos a una empezaron a excusarse.
El primero le dijo: he comprado un campo y necesito ir a verlo, dispénsame por favor. Otro dijo: he comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas, dispénsame por favor. Otro dijo: me acabo de casar y por ello no puedo ir”
(Lc 14, 15-24)
Es que… Pensé que… Creí que… El campo Señor es que el Campo, o señor es que las juntas de los bueyes o es que me acabo de casar… Las disculpas, siempre vamos a tener disculpas y siempre vamos a buscar justificación.
Y metiéndome en en este pasaje Señor, por lo menos he pensado eso no sé si está bien pero por lo menos estos compadres no aceptaron desde el inicio, por lo menos tomaron una decisión desde el inicio y dijeron no no quiero ir ya.
Pero qué tal Jesús yo decirte esto a media fiesta, a los años, pocos o muchos de la entrega. Sabemos que después de muchos años de entrega, de vivir las virtudes, de tomarse en serio el camino de la santidad puede entrar el cansancio, el acostumbramiento, una crisis, incluso algunos hablan de la crisis de los 30 o de los 40 y así podemos seguir.
HAY UNA OPORTUNIDAD
En Japón no existe el concepto de crisis, existe el concepto o el símbolo el kanji que habla de que hay un problema y hay una oportunidad. Señor, pensaba en dos pasajes de la escritura aparte de este, en el que tú pones este este ejemplo de los convidados y es Nicodemo y los discípulos de Emaús. Ojalá que vivamos una experiencia parecida a la de Nicodemo y no a la de los discípulos de Emaús.
Los discípulos de Emaús termina bien la historia porque tú Señor haces de las tuyas. Te les apareces, los animas, comes con ellos, los bendices, les enciendes el corazón de nuevo. Nicodemo tiene la experiencia de viejo, volver a hacerse como niño. Por eso te digo tener más la experiencia de Nicodemos que de los discípulos de Emaús, que le dan la espalda y huyen.
Esta última semana contaba una señora que su mamá tiene cáncer y ha estado en quimioterapias pero ya le está volviendo a nacer el pelo, el cabello y entonces le dice con mucha ternura: mamá es que estás volviendo a florecer. Qué maravilla Señor tener ese deseo interior de volver a florecer, de no desencantarme.
Escuché la semana pasada un chiste y el que lo contaba decía que era malo y no es malo. Una señora que le pregunta a otra señora: oye, tu esposo se casó contigo por amor o por interés. Entonces piensa la señora y responde por amor porque interés no pone nunca (Bueno, puede pasar).
SIN DESENCANTARNOS
Señor, que pongamos interés, que no nos desencantemos. Y es fácil imaginarnos: cansancio, rutina, acostumbramiento. Siempre buscar la manera de florecer, de renacer, de volvernos niños, de no sacar disculpas para la entrega para ser más generosos.
En la parábola de hoy hay una invitación y el dueño de la fiesta insiste pero no quieren, qué pesar, se lamenta, llora, cómo no va a echar de menos a los invitados.
Jesús ¿Tú lloraste más por el joven rico o por Judas o por los discípulos de Emaús? ¿Por qué se echan para atrás? Ninguno de los apóstoles, esto lo he pensado, después de que tú te entregas, entregas tu vida dicen: “reunámonos, vamos para adelante, vamos a perseverar, tengamos fe, vamos a ser leales… No, ninguno lo dice y por lo menos en el evangelio no nos cuentan nada de esto. Todos se escondieron, fueron cobardes, tuvieron miedo, todos huyeron.
Esto es una experiencia humana, Jesús. Yo no quiero darte la espalda, yo no quiero huir, yo no te quiero dejar y solo seré fiel si tengo tu gracia. Señor no me dejes, no me abandones.
PERSEVERAR HASTA EL FINAL
El cardenal Robert Sarah cuenta la siguiente historia en El Mundo: “Dios o nada”. Un Monje se encuentra con otro y le pregunta ¿por qué son tantos los que dejan la vida monástica? Y el otro contesta: En la vida monástica sucede como con un perro que persigue a una liebre y corre detrás de ella ladrando. Otros perros al oírle ladran, se le unen y corren todos juntos detrás de la liebre. Sin embargo al cabo de un rato los perros que corren sin ver la liebre se dicen: ¿pero a dónde vamos? ¿por qué corremos? Se cansan, se desaniman y uno tras otro van dejando de correr.
Únicamente los perros que ven a la liebre continúan persiguiéndola hasta el final y la acaban casando. Conclusión, solo quienes tienen los ojos puestos en la persona de Cristo en la Cruz, perseveran hasta el final.
Jesús, no me abandones. Dios mío, no te quedes lejos. Ven a prisas a socorrerme. Señor mío, mi salvación. No me quiero marchar, no quiero darte la espalda. Que yo te descubra, Jesús, en la oración. Que cuando esté cansado, que tenga el peso de la rutina sobre mis hombros, que vuelva una vez más la mirada hacia ti.
SOLO ES POSIBLE CON TU GRACIA
Tú no te cansas, siempre nos estás esperando. Señor, que no busque disculpas, que no esté esperando buscar una disculpa. (Eso he pensado también de los discípulos de Emaús, quizá ellos estaban esperando una disculpa para irse, para volver a sus afanes y preciso llega, muere Jesús y se van y dan la espalda).
Señor, que yo mire tu Cruz, que mide tu caminar decidido hacia la Cruz y cuento con tu gracia. Sin la gracia no puedo seguir tus pasos. Ayúdame a ser fiel, a perseverar, a no sacar disculpas. Ayúdame a tener atención contra esos demonios: Es qué… Pensé qué… Creí qué…
Ante las llamadas de Dios, la docilidad y la generosidad no se equivocan nunca. El egoísmo, el cálculo, la tacañería, se equivocan siempre.
Señor ayúdame a entregarme, enséñame a entregarme cada día, un poquito más, un paso a la vez. Se lo pedimos a nuestra Madre Santa María.