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ACEPTAR EL SUFRIMIENTO

Aceptar el Sufrimiento

El Evangelio que nos propone la Iglesia el día de hoy, es un texto de San Marcos, del primer capítulo, dice:

“En la ciudad de Cafarnaúm, el sábado entra Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».

Jesús lo increpó: «¡Cállate y sal de él!». El espíritu inmundo lo retorció violentamente, y dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva, expuesta con autoridad! Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen». Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea”

(Mc 1, 21-28).

JESUS ASOMBRA CON SUS ENSEÑANZAS

Nos imaginamos la escena… se ve que en este sitio que se llama Cafarnaúm, qué es la ciudad donde Jesús se ha establecido;   tendría por costumbre ir a la sinagoga, y ese sábado la gente estaba un poco pendiente,  porque estaba llamando cada vez más la atención. (-Recuerda que estamos en el primer capítulo de San Marcos-) ¡Estaban asombrados de su enseñanza!
Jesús, ¡nosotros también estamos asombrados de tu enseñanza!, y te queremos agradecer, por todas las cosas que nos ayudan a darnos cuenta de la vitalidad de tu palabra, de ¡la fuerza que tienen cada uno de tus gestos!

Y debe haber sido terrible en esa sinagoga; ¡Este hombre que tenía un espíritu inmundo!  O sea, estaba poseído por el demonio, y empieza a gritar ¿Qué habrá gritado? No sabemos. ¡Gritó fuerte! No sé, a los demás les habrá  asustado completamente, porque dice:

“¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? ¡Sé quién eres: el Santo de Dios!”

(Mc 1,24).

Leyéndolo así, hasta nos da miedo.

“Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él », y el espíritu inmundo lo retorció violentamente, y dando un grito muy fuerte salió de él, y todos se preguntaron estupefactos «¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva, expuesta con autoridad! Incluso manda a los Espíritus inmundos y le obedecen». Su fama se extendió enseguida por todas partes alcanzando la comarca entera de Galilea”

(Mc 1, 25-28).

JESUS SANA A LOS ENFERMOS

Hace pocos días, celebrábamos la Navidad, ¡Cómo Cristo se ha hecho Hombre! Y ahora… le vemos ya, trabajando directamente con los enfermos. Este hombre que estaba endemoniado,   seguramente tenía esta enfermedad,   una enfermedad que el demonio producía, y muchas veces,   (-posiblemente más en estos tiempos difíciles, también de enfermedad y de dolor que nos está tocando vivir-), a veces no alcanzamos a ver, ¿Por qué Dios permite este sufrimiento?

EL SENTIDO DEL DOLOR

Pero tenemos también, sobrados motivos a lo largo de la historia, empezando por “la Pasión y la Muerte de Cristo”, que nos dicen que en el dolor hay virtud, hay sentido, ¡Hay salvación!

Yo creo que todos recordamos los últimos años de Juan Pablo II, invadido por la enfermedad, roto de dolor, aferrado al báculo de la cruz. No quiso dejar de servir a los hermanos, y su última elección fue dejarse la vida por la Iglesia. Vivió su propio Calvario, del que todos fuimos testigos, -especialmente los que ya tenemos un poco de edad-, en un mundo que rechaza el dolor, que lo intenta ocultar, que menosprecia a la vejez, y no admite todo lo que no sea bello, joven, hermoso. El Papa Juan Pablo II, nos dio un gran ejemplo, de que ¡el sufrimiento no es vano!, y se hizo como Cristo, bebiendo hasta la última gota del Cáliz.

JESUS ES NUESTRA GUIA EN EL SUFRIMIENTO

Jesús aceptó la voluntad del Padre, sufrió, dio su vida por nuestra salvación. ¡Él siempre será nuestro guía en los momentos de sufrimiento! Ofrezcamos también nuestros padecimientos por los demás, pensemos que tenemos un tesoro en nuestras manos, un medio para pedir por el prójimo. Pensemos que Dios sabrá ser generoso con nosotros. En nuestra vida como cristianos todo tiene un sentido, ¡Nada es inútil! No intentemos entenderlo todo, ¡Abandonémonos en brazos de Dios! Al fin y al cabo, Él es Padre y siempre quiere lo mejor para sus hijos.

CRISTO DEMUESTRA SU PODER

Este hombre que tenía el espíritu inmundo, no sabemos qué es lo que exactamente le pasaba, pero sabemos esa situación tan desagradable que estaba sufriendo, ese dolor, o por lo menos esa sensación de estar bajo la influencia del demonio, ¡Una cosa terrible! Pero Dios, sabe hasta dónde va ese dolor, ¡Y se presenta! Y sabía que se iba a encontrar con él, y que iba a servir para que otros se encuentren también con Jesús. Muchas de las personas que estuvieron en esta sinagoga, se dieron cuenta, ¡del poder de Cristo!, gracias a ese milagro que realizó, con esa persona que estaba enferma.

NUESTRO DOLOR PUEDE AYUDAR A LOS DEMAS

A veces, Dios nos utiliza para remover corazones, al igual que hizo con Juan Pablo II, ¡Que le dejó sufrir!, se lo pudo haber llevado antes, pero hizo que pase por ese Calvario, para que otros corazones también se conmuevan, para que otros corazones también se conviertan a Él. Señor Jesús: ¡Que sepamos ver esta dimensión! De que el sufrimiento propio, a veces ayuda a los demás. Nos gustaría siempre saltarnos la etapa del dolor, siempre estar en la parte feliz, pero nuestra vida no es así.

LA DESESPERACIÓN DE UN JOVEN

Hace poco me escribió un chico, me decía:
– Padre Juan Carlos buenas tardes, he seguido sus post en Instagram. Hace poco murió mi mamá, y éste hecho, me ha hecho preguntarme muchas cosas; siento hasta resentimiento con Dios, porque mi mamá fue siempre una mujer devota y entregada a Él. Sus hijos sentimos que su muerte fue injusta y cruel. Cuando murieron mis abuelos, creía en la vida después de la muerte, pero después de que mi madre murió, siento que no hay nada más allá. ¡Este golpe ha puesto a prueba mi fe!.
¡Cuántas personas pasan por las mismas circunstancias! Estos golpes terribles, ponen realmente su fe en juego.
Yo le respondía:
– Dios permite estas cosas para probar justamente la fe, a mí también me ha costado la muerte de mi padre, y de algún amigo… pero la verdad es que, desde hace algún tiempo, estoy plenamente convencido, de que la muerte es el paso a: ¡La vida que realmente vale la pena! Esta vida en la tierra, es algo mínimo, ¡Luego viene lo bueno!

ESTA VIDA  ES NADA

Después de ver morir a tantísimas personas, me doy cuenta de que ¡Esta vida es nada! Está la injusticia del mundo… que, si no hay algo que viene después de la vida, esta no tiene sentido. Y es el mismo Jesucristo Nuestro Señor, el que nos ha dado la clave para entender el más allá.
Si, ir al cielo no es simplemente un trámite, hay que tener como una capacidad en el alma, y mientras más grande sea esa capacidad, más felicidad uno va a llegar a tener en el Cielo. Efectivamente, ¡Todos seremos completamente felices! Pero unos tendrán una capacidad muy amplia y otros tal vez una capacidad más pequeña. No tendremos envidias y esas cosas allá, eso no. Pero sí, que nuestra capacidad de amar será más grande cuando aceptamos todas estas cosas malas que nos suceden y las ponemos en manos de Dios.

EL SUFRIMIENTO, NUESTRA PURIFICACIÓN

“Su fama se extendió enseguida por todas partes alcanzando la comarca entera de Galilea” (Mc 1, 28) Hoy se repite ese milagro, cuando tú y yo volvemos al Señor y pese a que nos encontramos de compañero de viaje al sufrimiento, le decimos a Dios que estamos dispuestos a que ese sufrimiento sea nuestra purificación, a que ese dolor no es algo malo para nosotros, sino que es algo que nos ayuda a acercarnos más a Él, a hacer más grande esta capacidad de amar.

Así, -si es que tenemos esa visión-, de un Padre bueno, que nos hace cada vez mejores, ayudaremos a que esta convicción de que Dios nos prepara para la vida eterna, sea más profunda en muchas personas.

Ponemos esto en manos de san José que es el patrono de la buena muerte.  Él nos ayudará también a prepararnos para ese momento.  Todos vamos hacia allá y la mejor forma de prepararnos es agarrarnos de la mano de san José y de la Virgen, a quien también le pedimos su ayuda.

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