UN PAR DE CIEGOS
Pero una vez más nos vamos a servir del evangelio para hacer este ratico de oración. Hoy, tú y yo seremos un par de ciegos:
En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús gritando: «Ten compasión de nosotros, hijo de David». Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo:
«¿Creéis que puedo hacerlo?». Contestaron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que os suceda conforme a vuestra fe». Y se les abrieron los ojos. Mt 9,27-31
Y a mí me llama la atención hoy, Señor, meditando en este pasaje, ¿Cómo era posible que dos ciegos te siguieran? Que fueran detrás de Ti, y además el detalle que cuenta san Mateo: “al llegar a la casa” …
O sea, tuvieron que recorrer un camino, tuvieron que avanzar, tuvieron que vencer obstáculos hasta que llegaron a la casa, hasta que llegaron dónde estaba Jesús.
Que siendo ciegos fueron capaces de llegar hasta la casa, sin verte Jesús. Y entonces, me gustaría hacerme esa pregunta: ¿Señor, sin verte puedo llegar donde Tú estás?
ME DESPISTO
O podemos incluso preguntarnos por otro sentido:
Señor, es que mira, yo soy un buen cristiano, pues todos los días escucho 10 min con Jesús América Latina, pero es verdad que alguna vez, Señor, me despisto y bueno no sé me parecería como muy facilista poner ejemplos.
Pero me despisto viendo por ejemplo reels en Instagram, o videos de YouTube sin parar…
O incluso cuando me cepillo los dientes, al rato me doy cuenta que han pasado 15 minutos y yo ahí viendo cosas y perdiendo tiempo…
Podemos seguir incluso con el sentido del oído, alguna vez, Jesús, debo de aceptar que se me enfría el alma escuchando qué sé yo… cosas, música, conversaciones…
SE ALETARGAN LOS SENTIDOS
Entonces, se van aletargando los sentidos; la vista, el oído, los sentidos interiores, la memoria, la imaginación… Y, aquí es donde, Señor, nos tenemos que preguntar:
¿Será que yo, así con esos sentidos aletargados, puedo acercarme a Ti? ¿Puedo llegar donde Tú estás? ¿Será posible que quiera mantenerme ciego? ¿Contentarme solo de oídas?
Y el Señor se acerca. Sentimos su paso muy cerca de nosotros. Sentimos su presencia muy cerca de nosotros.
¿Será que sintiendo esa presencia me gustaría salir de mi letargo? ¿Me gustaría salir de mi ceguera? ¿Me gustaría que Jesús tocara mis oídos para escuchar más y mejor?
¡Y eso es el Adviento! ¡El Señor viene! Y su venida, para la que hemos comenzado a prepararnos durante esta primera semana de adviento, nos llena el corazón de alegría.
NUESTRAS DEBILIDADES
Pero también Señor, el corazón se siente comprometido. Porque Tú te avecinas y el corazón siente que puede más. Que puede salir de ese estado de ceguera, o de sordera.
La presencia tuya Jesús, junto a nosotros, hace como más patentes nuestras miserias personales. A flor de piel afloran todas nuestras miserias, todas nuestras miserias personales, todas nuestras debilidades.
¡Y es bueno! ¡Es bueno identificarlo! Eso es una gracia de Dios, -me parece a mí-. Que estos dos ciegos por fin acepten que están ciegos y que necesitan ayuda, que necesitan ver.
Qué maravilla cuando contamos con alguien que nos abre los ojos, o que nos ayuda a escuchar mejor, o que nos despierta.
PODER VER A JESÚS
¡Poder ver a Jesús! Y eso lo podemos hacer, porque Él vino a buscarnos.
Sí Señor, si Tú no hubieses venido a buscarnos, no sé cómo te podríamos haber conocido, visto, escuchado… No, no, no era posible, ¡Tú viniste!
Por eso, esta verdad nos llena el alma de seguridad y alegría. Para esto es el Adviento, para que renovemos el deseo de ver a Dios. ¡Jesús viene a nosotros!
Y dispuestos a recibir a Jesús, comprobamos también por contraste, así como comprobamos nuestras miserias y se ponen como más patentes nuestras debilidades. También Señor, comprobamos cuan pobre ha sido nuestra respuesta durante todo el año.
Empezamos un año nuevo, -es verdad-, un año nuevo litúrgico. Pero miramos para atrás y decimos: ¡Señor, me quedé muy corto! Que escaso el fruto que he dado en este año.
JESÚS CONFÍA EN MÍ COMO INSTRUMENTO
Por eso sentimos, Señor, dolor en el alma, pero no nos entristecemos. No es un dolor como de abatimiento, porque eso sería pura soberbia, sino de amor de saber que Vos has estado ahí, esperándome, confiando en mí como instrumento, pero yo he ido a mi paso…
Yo me quedo hay veces ciego, hay veces sordo, hay veces cojo, paralítico. Pero el Señor viene a esto: a rescatarnos, a aliviarnos, a despertarnos, por eso nuestra debilidad nos tiene que llevar a confiar más en Jesús.
Creo que san Pablo, quien dice:
“Con gusto me gloriaré en mis flaquezas, para que haga morada en mí el poder de Cristo”. (2Co 12, 9)
¡Qué maravilla! Al sentirnos débiles, Señor, querer confiar más en tu misericordia, en tu amor, en tu gracia.
Este inicio del año litúrgico, recomenzamos confiando en la gracia de Dios, y dispuestos Señor, a mirarte más, sabiendo que Tú, nos puedes curar de la ceguera.
MIRAR HACIA LO QUE VIENE
Adviento, ad – ventus. Ir hacia lo que viene
Como estos ciegos, ven que pasa Jesús y empiezan acercarse a Él gritando: -estando ciegos-, “Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros”, se van acercando poco a poco, poco a poco, se van sintiendo atraídos…
La fuerza que los atrae, no es el poder que tienen sus sentidos, no es el poder que tienen sus ojos, sino es el poder de Dios.
Jesús, Tú nos atraes porque vienes hacia nosotros, pero nosotros nos tenemos que acercar hacia Ti, también.
¡Eso es el Adviento! Ir hacia lo que viene. Ad – ventus: Ir hacia lo que viene, mirar hacia lo que viene.
CON FE PODEMOS SEGUIR A JESÚS
Hemos visto hoy en el evangelio, que se puede seguir a Jesús a ciegas, pero con fe, con el deseo de mirarlo, sabiendo que es mejor ir por la vida con los cinco sentidos puestos en Él.
Fruto -no sé-, Señor, del cansancio, del peso de los meses, de los años, de nuestros afanes, de nuestras miserias y pecados, evidentemente, patentemente nos vamos quedando ciegos. Se nos va opacando la mirada.
Pero nos acercamos a Ti, porque tenemos esa fe.
En la oración colecta del primer domingo de Adviento, decíamos:
Concede a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir acompañados de buenas obras al encuentro de Cristo que viene.
Pues ese es el deseo que nace en nuestro corazón. Se necesita “la gracia de Dios”, para salir de la ceguera, de la sordera, del apoltronamiento, de quedarnos paralizados.
JESÚS VIENE
¡Estamos cerca de Cristo! ¡Lo experimentamos! ¡Jesús viene! Pero, ¿Será que me falta algo para verlo, contemplarlo, darme cuenta que está ahí?
Y una última cosa, Jesús, y amigo mío de 10 min con Jesús: van “dos ciegos”, qué bueno que pensemos ¿Qué amigo puedo acercar a Dios en este tiempo de Adviento? ¡Hágale pues!
Confiamos todo esto a nuestra Madre Santísima, seguimos en la novena a la Inmaculada, y por eso, qué bueno es mirar más a la Virgen, y pedirle a ella, su gracia, su bendición.