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AHORA

juventud

Hoy día en el evangelio viene el relato de un encuentro de Jesús con un hombre. Un hombre que lo necesitaba hace tiempo, hace mucho tiempo, 38 años enfermo. ¡Las ganas que tendría este hombre! Bueno, lo cuenta así san Juan:

“Se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda, esta tiene cinco soportales. Y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.”

(Jn 5, 1-3.5)

¡Fíjate, treinta y ocho años! Me parece, -y creo que no me equivoco- que algún sacerdote de estos del equipo que estamos en 10 minutos con Jesús, hay alguno por ahí, que no tiene treinta y ocho años todavía. Es decir, más de la edad, de alguno de los sacerdotes jovencitos de acá.

LA VIDA PASA VOLANDO

¡Fíjate, treinta y ocho años! Y, uno puede decir: Bueno, y cuando uno está enfermo, da lo mismo cuánto tiempo vaya durando aquello… Da lo mismo si son –no sé, por jugar con los números del 38- da lo mismo si son 3 o si son 8 o si son 38, o si le doy vuelta y son 83 años. No, no da lo mismo.
Es verdad que volando pasa la vida, es verdad eso, ¡es verdad! Pero, lo central es: “el ahora”.
El que viene Jesús pasando, y llevara 3, llevara 8, llevara 38, qué eran los que llevaba, o llevara 83. El asunto era que, en ese momento, en ese “ahora”, es cuando Jesús va pasando.
Por eso uno podría decir: ¡poco importa cuánto tiempo llevaba! Poco importa porque lo que en verdad importa, es que es el “ahora” de estar con Jesús.
Como “ahora” que estamos haciendo oración, conversando con el Señor. Es bueno este “ahora” del cristianismo, de Cristo. “Es bueno porque es realista, es bueno porque Tu, Señor, quieres que seamos así con los pies muy en la tierra, con el ahora.”
Uno podría decir: bueno, poco importa si eran 3, si eran 8 o si eran 38 o si eran 83, lo importante era “el ahora”. Poco importaba cuánto tiempo.

IMPORTA MUCHO

Pero en verdad no importa tan poco, ¡Importa mucho! ¿En qué sentido? “En qué a Ti, Señor, te duele. Te duele como a mí, más que a mí, porque me querés tantísimo.”
Cada segundo que hay en mi vida de desagrado, o de molestia, o de enfermedad, o de pecado, o de tonterías, o de estar a ciegas, en cierto sentido mucho importa cada segundo. “Mucho te duele Señor cada segundo, porque nos quieres contentos.”


Al Señor no le es indiferente si estamos ciegos, si estamos atontados, mucho le importa. “Porque mucho te importa Señor, que yo esté contento. Porque mucho te importa Señor, que yo tenga libertad para moverme.”
Al Señor le importaba mucho ese pobre hombre que llevaba allí 38 años, incapaz de moverse. Esto en el cuerpo, pero en el alma también nos pasa a cada rato, ¿verdad?
Quizá, no es que tengamos una parálisis total, pero sí que estemos medio tullidos o medio ciegos, o medio sordos. Y así como en el cuerpo, los problemas de salud restan capacidad de movimiento o fuerza, y al final nos impiden el poder hacer aquellas cosas grandes bonitas que quisiéramos hacer, que laten en el corazón.

¡CUÁNTO ANTES!

Bueno, así como ocurre en el cuerpo, en el alma también, y cuando estamos más flojos o más egoístas o más atontados por la sensualidad o acelerados y viendo hacia afuera, desparramada el alma y el corazón hacia fuera y con poca vida con poco amor interior… ¡Claro que es falta de libertad!
Es falta de libertad, de poder hacer cosas realmente grandes, cosas realmente bonitas.
Igual que en el cuerpo, en el alma. Las enfermedades del cuerpo, las enfermedades del alma. “Y en ese sentido mucho importa y mucho te importa, Señor.”
Por eso el Señor también “ahora”, “cuanto antes” Por cariño, porque el cariño es así, el cariño es paciente, el cariño sabe esperar otros momentos.
La misericordia del Señor espera y espera con un cariño inmenso. Y Tu, Señor, respetas, y respetas nuestra libertad. ¡Por supuesto que sí!
En ese sentido hay mucha paciencia, mucho cariño, mucho saber esperar, como el padre misericordioso de la parábola del hijo pródigo, como suele llamarse, ahí en el capítulo 15 de san Lucas.

¿QUIERES QUEDAR SANO?

 

El padre espera, y antes lo deja irse, si es que lo que quiere es irse, y luego lo espera, pero lo espera con ansia, espera, pero espera con ansia…
Por eso de nuevo: “el ahora”, el “cuanto antes” típico del cariño. Entonces lo está contando así san Juan, hablando de esta piscina, dice: tiene 5 soportales, ahí estaban echados muchos enfermos, ahí también este hombre que lleva 38 años enfermo…
Y fíjate como Jesús toma la iniciativa, fijémonos, miremos con cariño y contemplemos esto. Cuenta san Juan:

“Jesús, al verlo echado y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?»”

(Jn 5, 6)

Fíjate, fijémonos, cómo es Jesús el que toma la iniciativa, cómo se acerca cariñoso…

“El enfermo le contesto: «Señor, no tengo a nadie que me meta a la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.»”

(Jn 5, 7)

NO TENGO A NADIE

Sí, Señor, me encantaría, ¡Por supuesto que sí! A la pregunta de Jesús: ¿Quieres quedar sano?
El enfermo evidentemente está ahí porque quiere quedar sano, sino estaría quizá en otro lugar, quizá con menos gemidos alrededor, quizá con menos gente, ¡por supuesto que quería quedar sano!, por eso estaba ahí justamente junto a la piscina.
Estaba allí para ver si se podía dar aquella coyuntura, a ver si se podía lograr, claro que sí, ¡claro que sí se moría de ganas!
Pero le dice: “Señor, no tengo a nadie que me meta a la piscina”, se lo diría como con ojos de: Señor, y si tú pudieras estar aquí junto a mí, para que cuando se revuelve al agua, yo pueda ingresar el primero, y entonces pueda conseguir la salud…
Porque él no sospecha que Jesús mismo es la vida, que Jesús mismo es el Señor. “Él no sospecha, Señor, quién eres, y lo que puedes hacer.”
Quizás, este enfermo lo único que esperaba. -agradecido por el interés, por el cariño de Jesús, que le preguntaría con un ademán, con una forma tan amable y preocupado por él-.

QUEDÓ SANO

Pero seguramente, hasta donde podía esperar este pobre hombre, este pobre enfermo, era: A ver si Tu, Jesús, puedes estar aquí conmigo y ayudarme a entrar en la piscina, cuando sea el momento…
Se habrá sorprendido mucho cuando le dice Jesús:

«Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar. Y al momento el hombre quedó sano.»»

(Jn 5, 8-9)

Lo habrá sentido, habrá sentido la flexibilidad, habrá sentido como la renovada juventud…
Fíjate, una sensación que no tenía hace ya 38 años. ¿Qué edad tendría este hombre? Evidentemente más de 38, tendría 48, tendría 50, quizá más… ¡y siente la salud!
Y lo cuenta así san Juan:

“Al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y hecho a andar.”

(Jn 5, 9)

DA TESTIMONIO A OTROS

Fíjate cómo andar con la camilla después le trae algunos inconvenientes, porque como era sábado, algunos le decían: ¡No puedes andar llevando tu camilla! No sospechaban que era un hombre recién curado de una parálisis de 38 años.
Pero, fíjate cómo ese “andar con la camilla”, ¡Como el Señor también se sirve de eso! De que habiendo tenido todavía algunos defectos o grandes metidas de pata, eso mismo se convierte en algo que da testimonio a otros.
Algo a través de lo cual otros pueden llegar a conocer a Dios. Ese mismo curarme de la parálisis, levantarme, tomar la camilla y echar a andar. ¡Todo es para bien!
Incluso los defectos, incluso con la penitencia, viviendo especialmente esta Cuaresma con ese espíritu de penitencia, de purificación, de volver al amor, de recibir de Dios una curación así de bonita.

APROVECHAR ESTA CUARESMA

Bueno, esto no solo da fruto en nuestra vida, no solo es una maravilla, un regalo que recibimos para nosotros, sino que también se hace luz, se hace oportunidad de Evangelio para mucha gente.
Vamos a terminar la oración, dándole gracias a Jesús por tantas cosas buenas que ha hecho en nuestra vida, la de cada uno, ese puede ser tema para seguir rezando, pero ahora también vamos a pedirle a través de la Virgen, a través de san José, que sigamos aprovechando esta Cuaresma a fondo.
Hay que aprovechar “el ahora”.

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