Estos días estamos en la octava de Pascua celebrando, pidiéndole al Señor que esta alegría tenga más raíces en mis raíces más profundas, más fuertes.
“Señor, auméntame la fe”.
Es bueno que se lo pidamos al Señor, que celebremos, que estemos contentos; es muy justo. Decimos en la misa:
“Es justo y necesario darle gracias al Señor”.
Es de toda justicia, es necesario, nos hace tan bien, lo sentimos tan bien en el corazón.
UNA ALEGRÍA MÁS HONDA
Darle gracias al Señor, alegrarnos con Él, pero que sea una alegría más honda.
Se lo pedimos ahora, aprovechando estos 10 minutos con Jesús: “Señor Jesús, que yo tenga una alegría más honda, con raíces más profundas. Dame más fe Señor”.
Es una alegría inmensa, profundísima. ¿Cómo habrá sido la alegría de la Virgen María? ¿De los apóstoles? ¿De Marta? ¿De María? ¿De Lázaro? ¿De María Magdalena? ¿De tantos discípulos? ¿De aquellos dos que, camino de Emaús, se encontraron con Jesús?
Una alegría muy especial, muy profunda. Uno dice: esto que estoy sintiendo dentro es una alegría, pero tan de otro tipo, que parece que hubiera que inventar una palabra nueva, porque es una alegría de otro estilo.
ALEGRÍA DESDE LA FE
“Señor, que sea una alegría desde la fe, desde la realidad maravillosa, luminosa de la fe”. Y así nos acercamos un poquito al corazón de la Virgen (o mucho), ella seguramente nos va a ayudar a acercarnos mucho a esa alegría que siente ella.
Hoy, entre estos días, en que en los Evangelios van apareciendo distintas apariciones del Señor, siempre cariñoso, atento, dando paz, llenando el corazón de luz, de alegría…
Hoy es otra de esas en el norte, en Galilea en el lago, van a pescar Pedro, un grupo y el Señor los espera en la orilla. Esa noche no pescaron y están con Él, toman el desayuno con Él y conversan con Él.
“Señor, yo también quiero estar contigo todo el día de hoy, desde tempranito”.
CONTEMPLAR AL SEÑOR EN LA ORACIÓN
Es bueno que vayamos contemplando estos días al Señor, ahora en la oración, pero pensaba que, junto con esta alegría de Pascua, en la alegría de la Pascua, algo que ocurrió en la vida de un santo, de san Josemaría.
Al mismo tiempo que vivía con una alegría muy honda, con una fe muy profunda, con una confianza en manos de Dios total, fácil su vida no fue, como la vida de la Virgen María, como la de san José, como la de tantos santos y santas; como nuestra propia vida también, que somos santos en potencia (ojalá queramos llegar a la santidad, a tener el corazón lleno de amor de Dios).
Uno de estos santos, san Josemaría, con una alegría muy profunda en su alma, con una confianza muy grande, con una vida de fe recia… hoy es aniversario de un momento que fue duro en su vida.
“Fue duro y, al mismo tiempo, él vio Señor tu mano, tu querer, cariñoso, amable, firme, pero que le costó, porque era el aniversario de cuando falleció su mamá”.
LA IGLESIA, UNA FAMILIA
Como el Opus Dei es una familia (así lo ha querido Dios, es un regalazo), la Iglesia es también una familia y, dentro de la Iglesia, el Señor ha querido que el Opus Dei tenga esta impronta, este estilo, que sea verdaderamente familiar.
Que san Josemaría viviera ese liderazgo dentro de la obra, pero un liderazgo verdaderamente paternal, por eso le llamamos así: El padre. Como él era el padre de manera muy natural, al mismo tiempo muy honda, muy profunda, un regalo de Dios.
Como san Josemaría era el padre, de manera también supernatural fluyó que a la mamá le dijeran abuela y a una hermana, Carmen Escrivá, tía Carmen y el otro, tío Santiago.
Hoy es aniversario de cuando falleció, cuando se fue al Cielo (porque era una mujer muy buena, muy santa) la abuela y fue duro para san Josemaría.
CONFIANZA EN DIOS
Pero él vio -y esto nos puede servir también hoy a nosotros (un hecho en la vida de uno de los santos de la Iglesia) porque resulta que la abuela, doña Dolores, estaba un poquito enferma en los días previos, a mediados de abril de 1941.
A san Josemaría, después de la guerra civil española que terminó al inicio del año 39, le fueron pidiendo bastantes obispos en el año 39, 40 y 41 que predicara muchos retiros a sacerdotes de la diócesis y también en comunidades religiosas.
En Lérida, hacia el norte de España, le pidió el obispo que fuera a predicar unos días de retiro al clero de la diócesis, a sacerdotes. La abuela estaba enferma, pero los médicos le daban tranquilidad a san Josemaría de que era una enfermedad.
San Josemaría, con cierto presentimiento y confiando también, la impresión que le da el parecer de los médicos partió para el norte de Lérida. Pasó por Zaragoza y ahí habló por teléfono a Madrid, habló con don Álvaro del Portillo y él le dijo que la abuela seguía mejorando.
San Josemaría siguió su camino y al llegar a Lérida comienza el retiro.
Y en la mañana del 22 de abril, estaba predicando a los sacerdotes y justamente le dio por predicar haciendo oración ahí entre sacerdotes. Les habló también del papel importante de la mamá de los sacerdotes, de su oración, de su cariño.
LA MUERTE DE LA ABUELA
“A mitad de los ejercicios, a mediodía, les hice una plática: comenté la labor sobrenatural, el oficio inigualable que compete a la madre junto a su hijo sacerdote. Terminé y quise quedarme recogido un momento en la capilla.
Casi inmediatamente vino con la cara demudada el obispo administrador apostólico, que hacía también los ejercicios y me dijo: don Álvaro le llama por teléfono. Padre, la abuela ha muerto, oí a Álvaro”.
A san Josemaría cómo no le habrá dolido, lo dice así:
“Volví a la capilla, sin una lágrima. Entendí enseguida que el Señor mi Dios había hecho lo que más convenía: y lloré, como llora un niño, rezando en voz alta -estaba solo con Él- aquella larga jaculatoria, que tantas veces os recomiendo:
Fiat, adimpleatur, laudetur… iustissima atque amabilissima voluntas Dei super Omnia. Amen. Amen.
Desde entonces, siempre he pensado que el Señor quiso de mí ese sacrificio, como muestra externa de mi cariño a los sacerdotes diocesanos y que mi madre, especialmente, continúa intercediendo por esta labor”
(El Fundador del Opus Dei. Biografía escrita por Andrés Vázquez de Prada).
Fíjate cómo reacciona san Josemaría, es muy impresionante.
EL SEÑOR DIRIGE LAS COSAS
“Señor y cómo Tú fuiste dirigiendo las cosas, porque las cosas no ocurren así porque sí. Tú Señor fuiste dirigiendo las cosas, pero también qué impresionante cómo reaccionó san Josemaría, con qué certeza, con qué luz, desde la fe”.
Dolor, por supuesto, al mismo tiempo fe y por eso paz y alegría; una certeza tan honda, tan bonita de cómo la abuela tan buena siempre, tan importante en la historia del Opus Dei, porque nos ayudó a ser muy familia.
Cómo la abuela estará intercediendo, desde el Cielo, por esta labor tan bonita con sacerdotes diocesanos (porque también en la obra hay muchos sacerdotes diocesanos).
Para terminar la oración, en medio de la alegría de la Pascua, volvemos a esto: “Señor, yo quiero tener una alegría honda. Señor, auméntame la fe, dame raíces más profundas en mi alegría.
“Que yo reaccione como han reaccionado los santos, las santas, siendo normalísimos, doliéndoles lo que a todo el mundo le duele, alegrándoles lo que a todo el mundo le alegra.
“Señor, que yo tenga una alegría profunda desde la fe”.
Podemos darle gracias al Señor: “Señor, gracias por hacer de la Iglesia tu familia. Gracias porque el Opus Dei también sea una familia”.